Ese
día en Hamburgo muchos habrán dicho que seguro lo obligaron a asistir…
Pero estoy
seguro de que no fue así,
Él ya
sabía qué hacer, o al menos sabía que algo pasaría.
Porque
el obrero Landmesser, August, de los astilleros Blohm und Voss, ante el régimen
que le aseguró un empleo
(Pero
le negó su humanidad, al casarse con el ser amado)
esa
mañana se perdió,
se perdió para su “patria”, se perdió para el esfuerzo bélico, se perdió para la gran nación alemana.
se perdió para su “patria”, se perdió para el esfuerzo bélico, se perdió para la gran nación alemana.
Y cometiendo lo imperdonable -lo imperdonable para siempre- se
volvió desobediente, y se lanzó el acto prohibido de alcanzar una dimensión imprudente
hasta el punto que hizo lo impensable frente al poder
Se volvió distinto.
Sus brazos
cruzados fueron el dique infranqueable que osó levantar.
El
gesto superó al poder (siempre es así) y el Señor Landmesser sufriría y pagaría,
pero sólo en términos que ya no guardaban sentido, porque la alquimia que ya
era, y que su actitud fragua en aleación indestructible, ya había logrado la
transmutación
a lo Eterno.
La foto, testimonia el momento.
Ningún
ruido, ninguna multitud, ni la presencia del Führer: lo único que estaba pasando
en ese pequeño momento de una mañana de junio en Hamburgo, lo único que realmente
aconteció, era August Landmesser,
escogiendo
su destino.