(Artículo publicado originalmente el 18 de noviembre de 2014, en La Cabilla, con motivo del sexagésimo sexto aniversario del golpe militar contra Rómulo Gallegos)
Muchas veces me ha tocado escuchar la frase esa que dice que “AD es un partido con historia”, y después de oída nunca me canso de recalcar, y con cierto orgullo, que esa historia adeca se funde íntimamente con la historia de Venezuela, incluso desde mucho antes de la fundación formal del partido, hace 73 años.
Siempre me
he preguntado qué significa tener historia, y en especial, que implica, o más
aún, que ventaja otorga, eso de tener historia, sobre todo porque nunca hay que
olvidar, que la historia es también una carga: toda participación genera una
responsabilidad.
La
situación en la que nos encontramos los venezolanos hoy en día, es el resultado
de un proceso que comenzó hace mucho tiempo, donde la actual fase chavista, no
es más que su expresión degenerada, y muy probablemente, la fase terminal.
A partir de
los años ochenta del siglo veinte, la permeabilidad social que el advenimiento
de la era petrolera había impulsado casi sin interrupción ya desde los tiempos
del gomecismo, comenzó a obturarse irremediablemente, y eso conllevó a una pérdida
colectiva de la esperanza, una pérdida gradual pero indetenible, que muy pronto se asoció,
con “la democracia”.
La
inflexión en el reparto rentista, el fin de la fiesta que había comenzado en
1974, fue la causa “material” del empantanamiento de la movilidad social, y se
podía remediar atacando las deformaciones propias del mismo rentismo, tanto en
su expresión política partitocrática, como ajustando, reformando
administrativamente, un petroestado elefantiásico que cada vez más, se servía
sobre todo a sí mismo.
La crisis que se agudizó a finales de los ochenta, era una crisis política y administrativa, de liderazgos y de
modelo, terminó sin embargo, cargándole los platos rotos a la democracia, como
si esa forma de gobierno en sí, tuviese algún “defecto intrínseco”, que
determinara su inevitable decadencia y corrupción con el pasar del tiempo, una
forma de gobierno perecedera pues.
Son muchas
las responsabilidades que en este episodio histórico cabe señalar, en esta
pérdida de lo único que no debíamos permitirnos perder, bajo ningún concepto,
porque la pérdida de la democracia es la pérdida de la libertad desde luego,
pero también de la ley, de la justicia, y al final, de la paz, por lo tanto, es
también la pérdida de la república.
Se puede
atribuir sin lugar a dudas, mucha responsabilidad a enteros estamentos de la sociedad civil,
intelectuales, académicos, comunicacionales, gremiales, a nuestras élites, en fin, con responsabilidad decreciente, se
podría llegar hasta el mismísimo pueblo, concluyendo con aquella frasecita
pseudo moralizante que nos sentencia con un “culpables somos todos…”
oración que tanto dice y nada dice.
Pero la
máxima responsabilidad indudablemente ha de recaer sobre los partidos, al
consentir que la democracia terminara siendo solamente, la cobertura nominal de
un sistema consensual que sólo podría definirse como de oligarquía
partitocrática, con una expresión que fue binomial,
determinada por los partidos fundadores hasta 1988, y que hoy prevalece bajo
una modalidad de régimen de partido hegemónico y partidos comensales, una
oligarquía estatal de todos modos.
La historia
acarrea responsabilidades, no hay duda.
Y Acción
Democrática como el partido que precisamente insurgió en 1945, contra las
oligarquías enquistadas en el poder desde la revolución liberal restauradora,
el partido que inauguró la democracia en 1947, y fue su primer caído, un día
como hoy de hace 66 años, es con mucho, el partido responsable: por ser el
partido pionero, además de fundador, por ser el partido que protagonizó la
revolución que tocaba hacer en el siglo veinte, el partido que llego a ser el
partido capilar, el partido estructural de la democracia venezolana.
Partido que con Rómulo Betancourt al frente, es el único que enfrentó en lucha real de cerebro y sangre, tanto la amenaza castrense del militarismo providencial, como la amenaza castrista del foquismo comunista, lo castrense y lo castrista, la conjunción maligna que nos tiene atados actualmente, porque eso fue lo que hizo el partido, desde 1948 contra los militares, y desde 1959, contra los comunistas, hasta que él mismo decayó en la enfermedad rentista y populista sin remedio, a partir de 1974, y contribuyó con la aniquilación de la república, a partir de 1993.
Por eso siempre digo que soy Adeco de la AD que hizo historia, y no vergüenza.
Partido que con Rómulo Betancourt al frente, es el único que enfrentó en lucha real de cerebro y sangre, tanto la amenaza castrense del militarismo providencial, como la amenaza castrista del foquismo comunista, lo castrense y lo castrista, la conjunción maligna que nos tiene atados actualmente, porque eso fue lo que hizo el partido, desde 1948 contra los militares, y desde 1959, contra los comunistas, hasta que él mismo decayó en la enfermedad rentista y populista sin remedio, a partir de 1974, y contribuyó con la aniquilación de la república, a partir de 1993.
Por eso siempre digo que soy Adeco de la AD que hizo historia, y no vergüenza.
El partido
que lleva la democracia en su nombre…
A todo eso
obliga la historia, porque toda gloria es carga también, aunque en el caso de
AD, se podría afirmar que “AD, carga la historia”.
Porque la implicación última de tener historia, es que esta debe pasar a formar parte de la sustancia misma, hasta transmutarse en su determinante, su destino, y por lo tanto, su deber.
Porque la implicación última de tener historia, es que esta debe pasar a formar parte de la sustancia misma, hasta transmutarse en su determinante, su destino, y por lo tanto, su deber.
El deber de hacer historia.
Es su
esencia. De hecho, también está en su nombre.
Porque la
historia no es otra cosa que ACCIÓN.
P.S.: AD ya no existe, solo queda un ideal, ese que acompaña al verdadero Adeco, hasta que se muere.
P.S.: AD ya no existe, solo queda un ideal, ese que acompaña al verdadero Adeco, hasta que se muere.