Esta semana fui invitado por la Federación de Centros de
Estudiantes de la Universidad Simón Bolívar, para participar en un foro sobre:
“La influencia de la literatura como medio de expresión del ciudadano en la
actualidad” en el marco del evento “Zaperoco en la U”.
La invitación, la aproveché para tocar un tema sobre el cual
he reflexionado muchas veces, y que planteo expandir en el siguiente exposición.
La verdad, es que sobre la influencia no sólo de la
literatura, sino de cualquier cosa en la actualidad, al principio no sabría
mucho qué decir, primero, porque pareciera que hoy en día nada tiene
influencia, y lo digo porque en este país, cada día pasa de todo y al mismo
tiempo, no pasa nada.
Por lo mismo y antes de pasar a la actualidad, quisiera más
bien retroceder para anunciarle al gentil y paciente público que, con respecto
a la literatura, ya en este país paso lo máximo que podía ocurrir, y es que la literatura
ya llegó al poder una vez y lo hizo obteniendo la más resonante victoria jamás
alcanzada por aspirante alguno al poder, de hecho, un tal Rómulo Gallegos,
escritor e intelectual de fama y prestigio, fue electo presidente por mayoría
abrumadora e inigualada.
Eso ocurrió un 14 de diciembre de hace 68 años, cuando a
este país se le proporcionó, por primera vez en su historia, la oportunidad
increíble de votar, de votar realmente por sus gobernantes en elecciones
libres, universales, directas y secretas, en elecciones en donde sólo se tenía
que cumplir con el requisito vital de tener 18 años, en unas elecciones ¡en
donde se podía ser mujer y poder votar! ¡en donde ni leer ni escribir hacía
falta! y es que por primera vez, este país se dignaba de ofrecerse a sí mismo
en un gesto de patria única, de hogar único, un acto tan singular en donde hasta
el más mísero, humilde, esquelético e iletrado, tendría tanto poder como el que
más, para elegir nada más y nada menos ¡que al Presidente de la República!
Y ese país que amaneció ese día de luz eterna de 1947, ese
país aun de rurales estrenando urbanidad, de mujeres estrenando ciudadanía, de
niños estrenando alpargatas, de estudiantes estrenando pupitres, incluso de
citadinos estrenando pocetas… [1] en ese país en donde todo era un estreno,
porque apenas un puñado de décadas lo separaban de estadios apenas superiores a
la supervivencia extrema disputada día a día contra el salvajismo, ese país,
aún enclenque, desnutrido, desdentado e inocente, eligió al más prestigioso de
sus escritores, al más insigne de sus intelectuales, y ese pronunciamiento
“ingenuo” quedará inmortalizado, en el más alto porcentaje jamás alcanzado por
candidato vencedor alguno: 74,5 %
¡74,5 %!...
¡Caramba pero que ignorantes eran!
Y así fue como este país decide estrenarse en la democracia,
en la libertad, y asumir su primer reto existencial, confiándole su destino a
su mejor escritor, votando a la tarjeta de un partido que tenía como máximos
líderes -máximos líderes en el sentido popular- a un escritor y a un poeta,
uno, escritor del país adentro, el otro, poeta del corazón adentro, ambos
venezolanos comprometidos de la mayor forma posible en dedicar todo su talento
y su creación al amor por el país, y siempre en notas estrictamente humanas, severas
y sonrientes como las de un buen padre, nunca en tonos de patria patriotera, de
sacrificio inefable en altares regados de odio y bañados de sangre, sino en
tonos amables, esperanzados, luminosos.
Esa era la calidad de Rómulo Gallegos y de Andrés Eloy
Blanco, venezolanos gigantes, venezolanos eternos, que además de ser
escritores, poetas, académicos, en otras palabras, intelectuales, también eran,
y oigan bien esto: también eran políticos…
¡Sí! ¡Eran políticos! y eran militantes y dirigentes de un
partido político que después de estrenarse en la acción en 1945, ahora se
estrenaba en la democracia, y no estará nunca de más recordar que la condición
de “político” en aquel entonces, no era estimada como algo que pudiese
desvalorizarlos, todo lo contrario: Gallegos y Blanco eligieron ser políticos,
porque toda ruta de excelencia, de sana y virtuosa ambición, que coincida con
una voluntad fuerte y generosa a la vez y una especial sensibilidad hacia lo
humano, deviene inevitablemente en liderazgo, deviene en política, no degenera
en política, ASCIENDE a la Política.
Por cierto, siempre se habla de Acción Democrática como el
partido del pueblo, como el partido de masas por excelencia, pero pocas veces
se recuerda que también fue un partido que supo atraer a un notable grupo de
intelectuales de altísimo nivel, sobre todo con altísimo nivel de conciencia
nacional, intelectuales muy en contraste con muchos de hoy en día, igualmente
dotados de un altísimo nivel de conciencia, pero con respecto a sus
posibilidades personales de ascenso, glorificación, notoriedad y permanencia,
dentro de círculos de exclusividad elitista.
Aquellos eran intelectuales dirigentes,
pensadores-luchadores, líderes con ideales y visión, seres que practicaban la
integridad, porque palabra y obra en ellos no era cosa desigual, en cambio los
disfraces desfilantes de hoy en día, aunque no todos desde luego, son
cortesanos cada vez más apretujados en los pocos espacios de exhibición
mediática que les quedan, son una micro élite, algunos arañando las patas de
cierta mesa llamada “de la unidad”, las patas del último reducto de statu quo
que les ha quedado.
A lo que quiero llegar es que
nuestro problema no es la ignorancia, es un problema cultural que atañe a todas
las clases sociales, y es por tanto un problema de ausencia de verdaderas élites,
esta decadencia profunda que vivimos como nación, no la explica la “ignorancia
del pueblo” ¡olvídense de eso! esta decadencia es cultural y no es otra cosa
que la consecuencia última, de la implantación de una cultura oportunista,
exasperada por la erosión de valores y la cuasi extinción de referentes civiles
que los testimonien. El sustrato mórbido se ubica en lo cultural, y gran parte
de nuestras supuestas élites son la demostración más contundente.
Nuestras élites de vitrina y nuestras actuales burguesías
depredadoras de apetito nunca satisfecho, conforman extensos estratos lumpen
que sólo se distinguen de los ubicados en las clases más populares, por los
distintos nichos ecológicos que ocupan llámense estos cultura, academia, arte,
ciencia, periodismo, o cualquier otro gremio relacionado con la esfera
(microesfera en este caso) intelectual.
Todo ya es sólo cálculo, siendo el más notorio, y modélico,
el de una clase política “responsable” y de “alta madurez y sensatez”, que con
diligencia plena de sumisión decadente, sólo atiende su archipiélago de sembradíos
electorales, tratando de cosechar algún repele en las pocas parcelas
dispuestas a ser cedidas por el actual régimen. [2]
De hecho, en el caso de la MUD ya no se debería hablar más de
oportunismo, pues hace rato que ya es mesa acogedora y coqueta, que con
mantelito, florerito y velitas, forma parte del decorado del Estado chavista,
la MUD de hecho, es ya una INSTITUCIÓN DEL SISTEMA.
¿Porque nuestra memoria, tanto individual como colectiva, es
capaz de registrar con la nota más positiva posible, a esos insignes
protagonistas del 47 sin que su condición de políticos los degrade en modo
alguno? ¿cuáles son las claves de esa alquimia que nos permite, aún hoy en día,
recordar a Rómulo Gallegos con admiración y respeto, y a Andrés Eloy Blanco con
emoción y hasta devoción, a pesar de que fueron políticos? estas desde luego,
no son claves sólo racionales, son claves que supieron anidarse en rincones del
alma, que en cada uno de nosotros suenan y resuenan con música distinta, y es
allí donde precisamente el verdadero intelectual, el verdadero artista más
bien, es insuperable a la hora de dejar una impronta, esa es la alquimia
reservada al verdadero talento.
(A propósito, no hay mercadeo político ni asesoría de imagen
capaz de igualar eso, aquí entramos en el terreno sagrado de lo auténtico, que
nunca es tan ancho y populoso como una tarima, una gira nacional o una campaña
electoral, más bien, es lugar tan estrecho y apartado como la cima de la
montaña más alta imaginable).
La verdad es que estamos lejos de entender muchas cosas, el
mismo Gallegos al parecer no entendió lo que estaba en juego, y la historia de
sus nueves meses al frente de la presidencia es una historia trágica de
incompatibilidad y rechazo de un “tejido extraño”, que a mi modo de ver no ha
sido estudiada sino superficialmente, pues no se trató de un mero choque
político, como resultado de la reacción de determinados intereses entre
determinadas clases, o entre determinadas élites no dispuestas “a circular” o de
un choque entre la visión militar y la civil, sin duda todos estos fueron
factores, pero las evidencias aportadas hasta ahora no necesariamente resuelven
el caso, no es así, porque hay algo más profundo en todo esto, hay algo
patológico, como si tuviésemos un serio problema evolutivo que compromete
nuestro sistema inmune, que nos lleva fatalmente a una propensión
autodestructiva.
¿Qué fue lo que nos pasó? ¿por qué después de estrenarnos en
la democracia en forma tan aparentemente “gloriosa” hace 68 años, eligiendo al
mejor símbolo posible de la lucha entre civilización y barbarie, esta última termina
venciendo, sin encontrar resistencia?
Sí, barbarie, léase bien, es BARBARIE, porque no otra cosa
es lo que le sucede a una nación cuando termina viviendo en el miedo, miedo a
salir de sus casas-cárcel, miedo a caminar, miedo a hablar, miedo a protestar,
miedo a pensar en el futuro. Cuando llegamos a esos niveles de miedo es porqué
hemos retrocedido a un estado de indefensión natural, en donde las fieras nos
acechan como en épocas prehistóricas, y cual rebaño inerme de simios tan
sociables como asustadizos, sabemos que cualquiera de nosotros podría caer en
cualquier momento ante un depredador al acecho, pues bien, déjenme decirles que
eso significa que HEMOS CAÍDO EN LA BARBARIE.
Dicho en el lenguaje simbólico de nuestro primer presidente
escritor: ya no vivimos en “Altamira”, nos volvieron a mandar para “El Miedo”.
Por 40 años logramos que a este país lo gobernaran CIVILES,
desde luego esos civiles distaban mucho de ser perfectos, aunque frente a esto
deberíamos en consecuencia preguntarnos: ¿es que acaso éramos nosotros los
perfectos?
¿Qué somos? ¿un país bipolar? ¿un país psicópata como
afirmaba Herrera Luque? ¿un caso psiquiátrico colectivo? ¿o será que nunca
hemos salido de un espejismo redentor, y Rómulo Gallegos no fue otra cosa que otro
paladín pasajero de una larga serie de encarnaciones mesiánicas? (Quizás la más
romántica).
En fin y para aproximarme al campo de aterrizaje que me
asignaron los jóvenes de la USB, sólo me queda comentar una frase que forma
parte de mi concepción de la política, porque resume, engloba, todo el problema
en cuanto al rol que deberían cumplir los intelectuales, los pensadores, las
élites, con respecto al activismo político:
"Toda vanguardia debe ser la expresión consciente del movimiento
inconsciente"
Bueno, aquí hemos llegado al llegadero, porque si hay una
disciplina, arte, oficio o vocación, capaz de aportar la transcripción
necesaria para que toda vanguardia pueda cumplir con esa función indispensable,
esa es la literatura.
El problema es que nada es más subversivo que la literatura,
ella puede ser la mejor musa de todos los héroes pendientes, la gran
calentadora de oídos y otros órganos, porque la única literatura posible, real,
en épocas de postración como la actual, debe ser una literatura hambrienta de
libertad, golosa de liberación, libertaria, libertina, incitadora de la
tentación prohibida, la instigadora intelectual de toda desobediencia…
Si apareciese ¡bienvenida sea! aunque tenga que circular,
como siempre, por los bajos fondos, con sigilo por cada esquina, en la sombra…
¡No importa!
[1] Poceta: venezolanismo que alude al retrete o inodoro. En
Venezuela todavía mucha gente, incluso de clase media y más arriba, afirma
haber conocido este recipiente en edad ya adulta, cuando se desplazó o mudó a
las ciudades.