“El país debe estar
contenido en cada uno de nosotros, hasta confundirse totalmente con nuestra
vida y hacerse indisoluble, si sientes eso ya eres político, ya eres líder, ya
eres todo lo que hace falta…”
Enrique Tejera París
(1919-2015)
Esto NO es algo preciso, y no sé si ha quedado registrado en
algún escrito, pero es así como recuerdo algo que me dijo (o me citó) el Doctor
Tejera en su magnífica biblioteca, cuando hablábamos de algo tan indescifrable
como lo es la vocación política (la verdadera).
El que escribe, se considera un ser privilegiado por haber
tenido la oportunidad de conocer personalmente al “Doctor Tejera”, que era la única
forma como uno podía dirigirse a él.
Forma que nunca abandonaré porqué cuando uno conoce a
alguien así, entiende no solo el respeto, sino esa forma exaltada de admiración,
que es la veneración.
El Doctor Tejera era el remanente de un país que uno pudiera
pensar superado, fósil, muerto, tan muerto (o cercano a la muerte) como él
mismo.
Nada más lejos de la realidad…
Conocerlo, fue igual a recibir el impacto brutal de una
mente, de una inteligencia, de una lucidez sin descanso, el impacto inolvidable
de toparse con un ser dedicado sin pausa posible y con febrilidad tangible, contagiosa,
embriagante, a pensar el país.
A pensar el país, sobre el país, por el país…
La obsesión de un VENEZOLANO que a pesar de sus 96 años, sabía
perfectamente que todo el trabajo, todo el esfuerzo, toda la tarea, estaba sólo
al comienzo.
La visión del Doctor Tejera era ya la de una vida que desde
una dimensión que era temporal, extensamente temporal, era al mismo tiempo
ajena a ella, y entendía que la historia es un acto permanente, continuado,
cotidiano, imparable.
Y que él que quiera hacerla ¡DEBE SER IGUAL!
Y sobre todo y lo sorprendente, terminar entendiendo gracias
a él, que la historia debe ser precedida por pensamiento, estudio, reflexión, planificación,
cálculo.
Pero al mismo tiempo entender que solo puede ser parida de
una forma…
Mediante LA ACCIÓN.
Que en el Doctor Tejera siempre y en forma esencial, esa
acción sólo podía ser democrática, porqué mentes como la de él, no pueden concebir
acciones para detener, atrapar, incautar, cerrar…
¿Revolucionario? El Doctor Tejera era capaz de ridiculizar
al mismísimo concepto ¡pues nunca conocí a alguien más joven hablando de lo que
debería ser una revolución! en el sentido más fulgurante del término.
Y desde la limitación de un cuerpo que ya no permitía otra
cosa que no fuese contención, se proyectaba una mente que todo lo contrario, era
de todo menos contenida, una mente que aún desbordaba por sus ojos, perfectamente
luminosos aún.
¡No señores! ¡Si hay algo que no pediré por el Doctor
Tejera, es que descanse en paz! porque no puedo traicionarlo: porque lo menos
que deseaba para sí y para todos nosotros, era el descanso...
No hasta conseguir de nuevo a ese país que él sabía
perfectamente posible.
Vayan sabiendo que en este servidor y en cada venezolano que
quedó hechizado por él, el Doctor Tejera nunca descansará en paz.
Hasta que por fin hagamos lo único que se puede hacer.