Mañana se van a celebrar las elecciones presidenciales en
Colombia, y este servidor se siente en el compromiso de exponer ciertas
inquietudes sobre los candidatos y sobre el proceso electoral, las cuales trataré
de exponer punto por punto, y con el mayor orden posible.
No insistiré mucho sobre el tema de Gustavo Petro y su más
que obvio compromiso con el Foro de Sao Paulo y su agenda, Petro, es el
candidato cubano y chavista a las elecciones de Colombia y su triunfo solo
ahondaría el desastre, y digo “ahondaría”, porque los 8 años de Juan Manuel
Santos en el poder ya fueron un desastre, y definen uno de los más vistosos
retrocesos que se hayan podido observar en nación latinoamericana alguna en los
últimos años, desde luego que la tragedia venezolana tiende a minimizar toda
comparación, pero lo hecho por Santos es una obra de degeneración que deja al
país postrado, y a las puertas de ser conquistado por “Venecuba” y sus aliados
continentales e internacionales.
Colombia se encuentra fuertemente afectada por un fenómeno
conjunto de narcotráfico, lavado de capitales, corrupción, élites decadentes y
crisis económica, y cuánto puede haber influido en esto el auge de la
producción de droga, es algo que nadie puede obviar sin caer en el ridículo.
Se debe hablar de auge: desde que llegó Santos al poder la
superficie de los cultivos de coca aumentó de menos de 60.000 a más de 200.000
hectáreas, y la producción de cocaína pasó de 800 a 3.000 toneladas anuales.
La verdad es que demasiadas cosas recuerdan el camino a la
decadencia emprendido por Venezuela hace ya 19 años, y a los que argumenten que
Colombia no es Venezuela les tengo una mala noticia: podría ser peor, si se
descuidan. Lo único que cambió en la historia de las dos naciones hermanas, es
que Pablo Escobar siguió viviendo y pudo llegar al poder en Venezuela, pero
cuidado, Colombia puede procrear fenómenos peores, de hecho, ha creado uno
particularmente peligroso, y es la producción de drogas en paz y sin
sobresaltos, producción cuadruplicada en medio de un proceso de pacificación
celebrado por las naciones, hasta el reconocimiento del premio Nobel.
Peaceful
coca, or coca is here to stay!
¿Será que los colombianos han dado con la fórmula
políticamente correcta de producir cocaína con mucha menos sangre? ¿esa sangre
que es lo único que le objetan los drogadictos gringos a la cocaína colombiana
que consumen por toneladas, tal y como recuerdo haberle leído a Daniel Lara
Farías, en un artículo que se titulaba “Teoría castrista del narco régimen”?
De hecho, las relaciones de Colombia con EE.UU. pasan por un
examen que hasta ahora Colombia ha reprobado repetidamente: el examen de
narcoestado. En los últimos años la superficie sembrada y la producción han
aumentado vertiginosamente, y eso afecta directamente a los EE.UU. y a su
sociedad. La gente pronto olvida que la preocupación número uno de los EE.UU.
con respecto a Latinoamérica es el narcotráfico, para ellos esa es la mayor
amenaza, por encima de cualquier otra amenaza geopolítica, y el que no sepa
esto, no conoce los Estados Unidos.
De paso, Estados Unidos no debería subestimar que muchos
grupos radicales de Oriente Medio, por ejemplo Hezbolá, se financian en gran
parte y directamente del narcotráfico y actividades de lavado, y no solo en
Venezuela y Colombia, es en toda Latinoamérica, desde Argentina hasta México,
pero ese es otro tema.
¿Colombia en la OTAN? muy bien, este organismo internacional
exhibe una curiosidad: dentro del grupo de sus "socios globales"
ahora tendremos a los mayores productores mundiales de Opio (Afganistán) y
Cocaína (Colombia), dejo al lector que saque sus conclusiones sobre esto, y
sobre la validez de un anuncio hecho al final de un mandato, con preciso timing
electoral. Pregúntense finalmente cuanto daño le ha hecho la OTAN a la
producción de opio en Afganistán (también en auge), o lo que está pasando con
un país verdaderamente miembro: Turquía. ¿Saben lo que me parece todo esto?,
que el anuncio de Colombia es la confirmación del declive de la OTAN (lo
denomino la “onunización de la OTAN”) declive que no le ha pasado desapercibido
a Trump (mejor dicho, a sus asesores).
Los candidatos
Volviendo al tema electoral y terminando con el asunto Petro
(porque a mí el que realmente me preocupa es Iván Duque) dudo mucho que en su
caso siquiera pueda ocurrir el más mínimo deslinde post-triunfal, como ocurrió
con Ollanta Humala en Perú, o con Lenin Moreno en Ecuador, si es que lo que
ocurrió en Ecuador se puede llamar deslinde. (por cierto, Ecuador figura en la
lista de “países prestigiosos” que avalaron los resultados de las recientes
elecciones en Venezuela ¿hace falta agregar algo a esto?).
Mi preocupación se centra en Iván Duque, por el proceso por
el cual fue escogido, y por el mensaje que transmite.
Iván Duque primero fue escogido como candidato del partido Centro
Democrático en un proceso basado en encuestas, donde no se consultó a la base
del partido (si, ha leído bien, el proceso quedó en manos de encuestas abiertas
por eliminación progresiva. Increíblemente se entregaron a empresas encuestadoras
que en Colombia han mostrado su bochornosa incapacidad predictiva, y su
capacidad para ser “influenciadas”).
Finalmente, Duque termina siendo escogido como el candidato
único de la “Gran Alianza por Colombia” (el movimiento electoral que
supuestamente agrupa a uribistas, pastranistas, ramiristas y conservadores
libres), en una consulta interpartidista ¡abierta a todo el electorado! que se
efectuó el mismo día de las elecciones legislativas, consulta que resultó
plagada de escandalosas irregularidades, por no decir sinvergüenzuras, como la
del agotamiento prematuro de las planillas para votar, situación que no fue
debidamente denunciada por las agrupaciones políticas afectadas, porque al
final, Duque resultó vencedor por amplísimo margen (un margen inverosímil que
los contendientes no tuvieron otra que aceptar).
En otras palabras, Iván Duque al final quedó ungido en un
proceso abierto al enemigo, y controlado por la autoridad electoral del Estado,
o sea, por el aliado del enemigo, y llegado a este punto perdónenme, pero no
puedo concluir otra cosa: esto se trata de la peor ingenuidad posible imaginable,
una especialidad del dúo Pastrana/Uribe, o de algo mucho más siniestro, donde
cabe perfectamente hacerse la misma pregunta que se hace el periodista
colombiano Eduardo Mackenzie: ¿Iván Duque es el escogido de quién?
Lo otro que no me gusta de Iván Duque es su mensaje
sospechoso, que no es el de un liberal (para nada) ni siquiera el de un
político de centro. Es el mensaje de un socialista bien maquillado, es un
mensaje de “centroizquierda” en el mejor de los casos, y para ubicar su
identificación política precisa, basta con apuntar que él mismo se define como
“progresista”, y nombrar a sus permanentes referencias: Obama, Trudeau, George
Soros, sin olvidar al personaje sobre el cual profesa su mayor admiración: El
Papa Francisco.
“El lenguaje es el de un progresista de Suecia o de una
democracia apaciguada…” tal como afirma el ya citado Eduardo Mackenzie.
De hecho, Santos y “la izquierda mamerta” [2] alabaron la
escogencia de Duque en tonos para nada disimulados.
Se le podría objetar a todos estos razonamientos, que Iván
Duque fue escogido -el personaje y su lenguaje- por razones “mercadotécnicas”,
buscando un electorado que fuese el más amplio posible, y aquí entra mi duda:
¿Dónde queda el capital político mayoritario y entusiasta, que quedó a la
disposición luego del triunfo del NO en el plebiscito de 2016 sobre los
acuerdos de paz, proceso en donde, una vez más, las encuestadoras salieron con
las tablas en la cabeza?
Mis temores
Temo mucho el poder de compra del Estado colombiano y de
muchos de sus socios, entre los cuales, el más generoso en recursos son las
FARC. [3]
Temo mucho la fragmentación del electorado colombiano, la
cual quedó expuesta en las elecciones legislativas del 11 de marzo, donde
justamente el Centro Democrático obtiene un resultado incongruente con el mismo
resultado obtenido por su candidato Duque en la “Gran consulta por Colombia”, o
sea en las primarias interpartidistas abiertas donde participaron también Marta
Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez.
(Siendo este último vapuleado malamente como era de
esperarse, al tener a “todos en contra”, algo lógico tratándose del candidato
más firmemente contrario al proceso de paz, la injerencia cubana, el Foro de
Sao Paulo, y la deriva degenerativa en la cual ha entrado la sociedad
colombiana).
Para este servidor, el triste final de Alejandro Ordoñez es
la demostración de que Colombia, sea cual sea el resultado, se dirige
directamente hacia un proceso oligárquico de consenso político y estamentario,
lubricado por el narcotráfico y su industria de lavado y legitimación, y esto
es lo peor que podría ocurrir tomando en cuenta que la coyuntura por la que
pasa la sociedad colombiana, exige definiciones precisas para contrarrestar, en
forma sólida e inequívoca, el asedio al cual está siendo sometida desde que
Juan Manuel Santos llegó al poder y comenzó la obra de erosión institucional.
Por último, temo mucho del sistema electoral colombiano, de
cuya pulcritud se duda mucho y con toda la razón, luego de los embrollos y
pillerías ocurridas durante las elecciones legislativas, en donde sigue siendo
sospechosamente alta, la cantidad de irregularidades y la cantidad alarmante de
votos nulos y votos en blanco, patrón fraudulento que ya se viene repitiendo
desde hace un tiempo.
Desde luego, habrá que votar por Iván Duque, y no pueden
quedar dudas en cuanto a esto, pero la sociedad colombiana deberá permanecer
muy atenta.
Como se decía en otros tiempos ¡Que Dios nos agarre
confesados!
[1] Extracto del artículo
publicado originalmente como trabajo especial, el 26 de mayo de 2018 en la
antigua página de “La Cabilla” (lacabilla.com).
[2] Mamerto: término denigrante que en Colombia designa a
los izquierdistas, especialmente a los comunistas.