Diosdado Cabello el pasado 16 de
octubre, declaró que la oposición andaba “amargada” por el ingreso de Venezuela
al Consejo de Seguridad de la ONU. Desde luego que en aquella ocasión como en tantas,
el personaje no hacía otra cosa que desatar su usual vomitada contra todo un
sector de la sociedad al que calificaba con cinismo monumental, de
“vendepatria”.
Pero ya conocemos al personaje y aunque resulte imposible
acostumbrarse a su permanente agresión rabiosa, esas representaciones teatrales
hace rato que no pueden sorprender a nadie, más bien, me causa siempre algo de
gracia -y no me crean perverso- cuando irrumpe contra la “derecha”, justamente
él…
Lo que sí es sorprendente es ver a la oposición oficialista
refugiada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) adoptando el mismo calificativo y
aplicándolo con fruición, con regodeo, ellos también contra todo un sector de
la sociedad al que califican, también con gran insolencia, de “oposición
amargada”.
Y lo realmente sorprendente es constatar que esta feliz
sintonía entre Diosdado y la MUD comienza a mostrarse públicamente, sin ningún
problema de que se establezca la inevitable asociación, incluso alternándose en
la ofensiva contra el enemigo común que tanto los irrita ¿será esto un efecto
de tantas reuniones a la sombra, pactando continuaciones y transiciones? (como
tanto se afirma por allí) ¿o será una estrategia acordada para delimitar
exactamente los objetivos políticos, electorales, ¿militares? a ser combatidos/neutralizados
en un futuro próximo?
Aunque pudiese tratarse también de un desliz muy humano: el
efecto de tantos encuentros y tantas horas pasadas juntos en lugares secretos,
debajo de la mesa, tiende a crear identificaciones, vibraciones cada vez más
armónicas, un reconocimiento del uno en el otro… afinidades crecientes que bien
pudieran ser, el preámbulo de cierta promiscuidad que podría marcar el pacto
inaugural de una política post-madurista de defensa del poder y del botín a
como dé lugar.
En otras palabras, el futuro feliz que ellos quisieran poder
preservar, ya nos lo comenzaron a anunciar a nosotros, los “opositores amargados”.
Hace tiempo que la MUD abandonó las formas, para exhibirse
sin desparpajos como la asociación oficial de empresas políticas del statu quo,
asociación con fines tan múltiples como inconfesables, a la que la lengua se le
ha soltado en derroche de sinceridad política que debería agradecerse, al
minimizar la especulación e incertidumbre sobre sus verdaderas intenciones.
Definir la persecución política como una “distracción”,
incluso como un “circo”, la ausencia notoria de los partidos del huevo frito
ahogado en salsa rojita (o sea PJ y AD) al lado de María Corina Machado, el
torneo de insultos intelectualoides contra los “feroces destructores” de ferias
de libros, la transformación del neoprócer Chúo Torrealba en un almapenante en
busca de la marcha perdida, los cacerolazos fallidos, la restitución del
arzobispo Aveledo con ampliación de su poder terrenal a oficiador extramuros,
etc, etc, son todos actos erráticos y desorientados de esta asociación de
empresas partidistas electorales, que se ha ido quedando sin calle ni tarima,
sin su Globovisión ni otros medios, sólo las encuestas quedan: una legión de
zombis ya parecen… [1]
Y sin embargo, andan muy felices porque viene el 2015, año
bendito porque al fin volverá a ser electoral: lo único para lo cual han
quedado tras un largo proceso de miniaturización.
Pero no cabe duda que son una oposición feliz, una oposición
tan pero tan contenta que no ha logrado, ni de carambola, capitalizar
descontento alguno, a pesar de la caída en barrena de la popularidad de Maduro,
lo cual es cosa lógica que no amerita mayor explicación, porque los “felices” de
todo tiempo y lugar no sólo huyen de los jamás contentos, sino también de su
extensa carga negativa, ya que por todos es sabido que nosotros los
descontentos nos hemos mostrado impacientes, cortoplacistas, desenfocados,
distraídos, violentos, desdeñando impíamente los “tiempos perfectos de Dios” ¡y
para rematar ahora también somos unos amargados! ¿a quién puede interesar algo
así?
Desde luego la explicación profunda es otra, y obedece a un
inesperado despertar que ocurrió en los albores del año, el cual se manifestó en
forma inoportuna, inconveniente y contraria a cálculos, pactos, contratos y
otras formas de entendimiento entre oligarquías gobernantes, factores de poder
y partidos comensalistas del reparto rentista.
Se trató de algo que ha podido significar el rescate popular
del espacio público, y eventualmente de la política y su posible renovación,
algo que, aunque resultó ser momentáneo, más bien fugaz, fue una bocanada de
aire fresco, y eso fue algo que ellos no pueden perdonar, algo que todavía les
asusta, les disgusta, les duele.
Aunque después volvimos, a punta de plomo y sangre, a la
sana anomia que tanto complace a los perros pastores de la MUD, eso que
presenciamos a partir de febrero y en los meses subsiguientes, fue algo que los
puso en serios aprietos pues implicaba nada más y nada menos que su peor
pesadilla: la reactivación del habitante como ciudadano, el relanzamiento de la
política desde su escenario estelar, y sobre todo, ¡el pasarles por encima de
una buena vez!
Ese susto quedó y ya nada puede serenarlos, la paranoia
llegó para quedarse, y por más que griten ¡allá viene el laboratorio! Ya nada
será como antes.
Porque ellos algo si saben: saben que cuando los ciudadanos
vuelvan a hablar de sus vidas en la plaza, a debatir sus problemas y apremios
en asambleas libérrimas, de pura calle realengas, comenzará la reconquista de
la libertad, la cual solo podrá “encenderse” cuando se adquiera conciencia que
la actual micropolítica nunca podrá regenerarse “desde dentro”, y menos, desde
una sociedad de cómplices…
Por cierto, esa era la idea central, la idea brillante,
liberadora, de “La Salida”.
Conciudadanos, la verdadera Política volverá, cuando
logremos una verdadera unidad entre nuevos liderazgos y una sociedad
reactivada, en donde la resistencia irá quedando como el último reducto, pero a
su vez como la máxima expresión posible de ciudadanía.
Así que toda esta “amargura “es la que amenaza la felicidad
de la oposición, a la que sólo le queda apelar al chantaje hueco de una unidad
en la que ni ellos mismos creen. Por lo tanto, de lo que hay que dividirse es precisamente
de ellos.
No podemos sumarnos a los que nos han restado siempre…
¡Amarguémonos todos de una buena vez!
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