AUTODETERMINACIÓN
1. Decisión de los ciudadanos de un territorio
determinado sobre su futuro estatuto político.
2. Capacidad de una persona para decidir por sí misma
algo.
DRAE.
Derecho de los habitantes de un territorio nacional a
decidir su independencia y régimen político sin recibir presión alguna del
exterior.
Diccionario de la lengua española, Espasa-Calpe.
(Antes que algún académico me caiga encima, advierto que la supuesta
aplicabilidad exclusiva de este principio a naciones o “pueblos” que hayan sido
colonizados, ocupados por la fuerza o sometidos a apartheid, calza
perfectamente con la situación actual y real de Venezuela).
Comienzo el artículo con estas definiciones simples acerca
de lo que es autodeterminación, para poder exponer un aspecto decisivo de
nuestro destino final, que la permanente y pobrísima retórica política en la
cual hemos caído desde hace años, no permite precisar en toda su magnitud
trágica.
Con respecto a la república, esa construcción que no puede
existir sin ley, sin separación de poderes ni instituciones, se debe constatar
su pérdida hace rato y con ella la posibilidad de democracia. Seguir
discutiendo si esto es o no es dictadura (o tiranía) solo puede obedecer al
deseo oculto de manipuladores siniestros.
Más aún cuando tampoco puede caber duda de que entregamos
nuestra soberanía a Cuba, lo cual determina una relación que ya ni siquiera es
de asociación “venecubana” sino una relación colonial de la peor especie, en
donde la metrópolis se ha beneficiado ampliamente a expensas de nuestra
destrucción.
Esta relación de explotación en sus peores términos, nos
puso a merced del castrismo y su proyecto expansionista, pero no todo estaba
perdido, pues esa situación poseía la gran singularidad -y me perdonan el uso
del término- de que implicaba una lucha bilateral, en un solo frente, contra
Cuba, lucha que habría podido darse aún con cierto margen de independencia de
cara al concierto internacional, por lo menos hasta el fatídico año 2014, todo
claro está, si hubiésemos podido disponer alguna vez de una verdadera oposición
haciendo un trabajo que debió comenzar hace años.
Sin duda, esa lucha igual hubiese sido ardua y compleja,
porque si bien se trataba de enfrentarse a Cuba, ésta habría recurrido a
encender y atizar el escándalo y la indignación de enteras naciones de
Suramérica y el Caribe, y también de Europa, tanto las simpatizantes supinas de
La Habana como las compradas por Chávez, amén del aparato mediático
multinacional de formación de opinión de las izquierdas intercontinentales. Sin
duda una guerra nada fácil, pero una guerra que aún podíamos librar sobre todo
porque el sistema de alianzas castrochavista así como fue comprado, se le podía
derrotar en un plano moral y también material.
Lamentablemente, la insuficiencia política crónica de la
dirigencia venezolana de estas últimas cuatro décadas, que jamás pudo prevenir
ni detener el avance de la desgracia, terminó por desacreditarnos ante el mundo
en más de una forma. Nos alienamos mucha comprensión foránea porque todo este
proceso perverso, plantea las paradojas casi surreales de una nación con
recursos de emirato árabe, pero reducida a la pobreza de Haití, y la de una
nación que, aún con cierto nivel de poder y desarrollo material, terminó como
colonia de una más débil y atrasada. Este caso que nada osadamente se podría
clasificar como único en el mundo, no solo desnuda la capacidad devastadora del
régimen castrochavista, sino también la deplorable postración de casi toda la
sociedad, y ni hablar de su dirección política.
Lo que penosamente nos ha sucedido, y el hecho de que aún
sigamos transitando por este derrotero en forma que parece indetenible, nos
debe llevar finalmente a una pregunta de importancia realmente trascendente,
que no es otra que el de nuestra efectiva capacidad para autodeterminarnos, en
los términos expresados por las definiciones expuestas al principio.
¿Hemos perdido la capacidad de autodeterminación? Esta
pregunta deberíamos hacérnosla con toda la gravedad del caso, y sobre todo sin
perder tiempo, y me refiero al tiempo porque pareciera que la pregunta ya está
siendo respondida por otros, no precisamente por estos lados, y pareciera que
la respuesta es negativa.
En estos momentos, el futuro del país debería pasar otra vez
por una nueva disputa a ladridos entre el régimen y su supuesta oposición,
sobre la muy controversial cuestión de “diálogo versus revocatorio”,
especialmente sobre si estas propuestas se excluyen entre sí.
Este enfrentamiento degenerado desde el mismo comienzo en
diatriba estéril, se ha planteado y desarrollado sin mostrar la menor
posibilidad de poder solucionarse en forma “cívica”, y, conociendo la
naturaleza y las limitaciones insuperables tanto del régimen como de su
particular oposición, es indudable que no llegue a ningún lado y por lo tanto
ahonde la situación de crisis, ya de magnitud humanitaria, que afecta
dramáticamente a la población.
Mientras tanto se han activado los aparatos diplomáticos que
siempre se pueden aplicar en estos casos, y de hecho, la movilización tanto del
régimen como de su oposición ha terminado por gestar una situación que está a
la vista de todos: el problema ha sido arrebatado por eso que llaman "la
comunidad internacional", y esta apropiación, aun tratando de salvar lo
que le queda de fachada a nuestra soberanía, es completa e irreversible, salvo
la improbable eclosión de algún evento de talante claramente insurreccional,
que en todo caso será forzosamente violento (e impredecible).
El hecho innegable, más allá de espejismos y autoengaños, es
que esta confrontación no será decidida por los venezolanos, será decidida
entre muchos países: Cuba, EE.UU., Colombia y parte de Latinoamérica, la Unión
Europea, Rusia, China, y para coronar el pastel multicapa, el Vaticano.
Cada uno, obedeciendo como siempre a sus intereses, actuará,
mediará o intervendrá por estar necesitado a su vez de estabilidad para sus planes
de apertura a la inversión (Cuba), para sus procesos de “paz” (Colombia) o para
impedir flujos migratorios indeseables (los EE.UU.). Más otras motivaciones que
sería muy largo de describir aquí comenzando por tratar de “perfilar” a este
Vaticano convertido en internacional dispensadora de bendiciones papales al
progresismo ecuménico, o el hecho eterno de que muchos están codiciando desde
luego, nuestros recursos naturales, los cuales van mucho más allá del petróleo
(China, Rusia, TODOS).
Aquí lo determinante es que para la resolución custodiada de
la crisis venezolana, se ha abierto una ventana de oportunidad en la cual todos
confluyen según sus conveniencias, y esta amplia “concesión” sin lugar a duda,
viene de la constatación ya confirmada una y mil veces de nuestra incapacidad y
cobardía para procurarnos una salida del peligroso callejón histórico en el
cual quedamos trabados.
Aquí nosotros, ya no pintamos nada.
Llegado a este punto, discutir sobre un referendo revocatorio
que solo serviría si se puede lograr este año, algo que solo podría darse si la
oposición oficialista lograra imponérselo al régimen, ya no tiene mucho
sentido, si es que alguna vez tuvo sentido.
EL PACTO DE GUISOFIJO
También discutir si aquí vamos a un diálogo que no podría
resultar en otra cosa que una exhibición para la platea, de una transición
gatopardiana pactada en los palcos, que signifique ahorrarle al chavismo la
eventual paliza que recibiría en un revocatorio, a cambio de tener que soportar
a Maduro u otro títere emergente hasta el 2019, con el consenso de todos los
poderes de tirios y troyanos, esto realmente ¿qué sentido debería tener, si
fuésemos a discutirlo seriamente? ¿Sabiendo además que esa función de títeres,
por los vientos que soplan, va a ser manejada y mandada desde afuera?
Un diálogo para pactar el mantenimiento del statu quo de
todas las élites, del Estado rentista y su modelo de reparto, del chavismo en
todas sus variedades reciclables, de la relación “privilegiada” con Cuba, un “Pacto
de Guisofijo” [1] que permita a los micropartidos de la “mesa de la unidad
democrática” (MUD) incorporarse de lleno al festín populista. Un diálogo para
pactar, el respeto a los sacrosantos privilegios acumulados por castas y
burocracias viejas y nuevas, un diálogo para cuadrar un pacto de reconciliación
nacional, acordado sobre un pantanal de impunidad…
(y el que crea que en Venezuela se acabó el dinero para lubricar
todo esto, no sabe ni dónde está parado)
Venezolanos, este podría ser un pacto que, tomando en cuenta
nuestras flaquezas como sociedad y nuestro renovado talento histórico para la
decadencia, podría ser perfectamente orquestado, dirigido e impuesto desde
afuera, y no desdeñen ni por un segundo que eso es justamente, lo que sueña
buena parte de nuestras élites, cuya alta vocación cipaya nunca desapareció,
solo andaba de parranda.
Conciudadanos, el riesgo de ser convertidos en una especie
de protectorado de una Cuba en vías de transformarse ella también en empresa
privada transnacional, con tutelaje multinacional en lo externo, y de
procónsules en lo interno, es real, y no puede ser descartado.
Se debe hacer toda esta reflexión y también se debe hacer un
llamado a ver si alguna vez este país pudiese recuperar la habilidad de
adelantarse a algún plan siniestro, aunque fuese uno solo. Sería suficiente.
Por una Venezuela libre y de los venezolanos.
@FBoccanera
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