jueves, 14 de julio de 2016

Aquí ya no pintamos nada


AUTODETERMINACIÓN

1. Decisión de los ciudadanos de un territorio determinado sobre su futuro estatuto político.

2. Capacidad de una persona para decidir por sí misma algo.

DRAE.

Derecho de los habitantes de un territorio nacional a decidir su independencia y régimen político sin recibir presión alguna del exterior.

Diccionario de la lengua española, Espasa-Calpe.

(Antes que algún académico me caiga encima, advierto que la supuesta aplicabilidad exclusiva de este principio a naciones o “pueblos” que hayan sido colonizados, ocupados por la fuerza o sometidos a apartheid, calza perfectamente con la situación actual y real de Venezuela).

Comienzo el artículo con estas definiciones simples acerca de lo que es autodeterminación, para poder exponer un aspecto decisivo de nuestro destino final, que la permanente y pobrísima retórica política en la cual hemos caído desde hace años, no permite precisar en toda su magnitud trágica.

Con respecto a la república, esa construcción que no puede existir sin ley, sin separación de poderes ni instituciones, se debe constatar su pérdida hace rato y con ella la posibilidad de democracia. Seguir discutiendo si esto es o no es dictadura (o tiranía) solo puede obedecer al deseo oculto de manipuladores siniestros.

Más aún cuando tampoco puede caber duda de que entregamos nuestra soberanía a Cuba, lo cual determina una relación que ya ni siquiera es de asociación “venecubana” sino una relación colonial de la peor especie, en donde la metrópolis se ha beneficiado ampliamente a expensas de nuestra destrucción.

Esta relación de explotación en sus peores términos, nos puso a merced del castrismo y su proyecto expansionista, pero no todo estaba perdido, pues esa situación poseía la gran singularidad -y me perdonan el uso del término- de que implicaba una lucha bilateral, en un solo frente, contra Cuba, lucha que habría podido darse aún con cierto margen de independencia de cara al concierto internacional, por lo menos hasta el fatídico año 2014, todo claro está, si hubiésemos podido disponer alguna vez de una verdadera oposición haciendo un trabajo que debió comenzar hace años.

Sin duda, esa lucha igual hubiese sido ardua y compleja, porque si bien se trataba de enfrentarse a Cuba, ésta habría recurrido a encender y atizar el escándalo y la indignación de enteras naciones de Suramérica y el Caribe, y también de Europa, tanto las simpatizantes supinas de La Habana como las compradas por Chávez, amén del aparato mediático multinacional de formación de opinión de las izquierdas intercontinentales. Sin duda una guerra nada fácil, pero una guerra que aún podíamos librar sobre todo porque el sistema de alianzas castrochavista así como fue comprado, se le podía derrotar en un plano moral y también material.

Lamentablemente, la insuficiencia política crónica de la dirigencia venezolana de estas últimas cuatro décadas, que jamás pudo prevenir ni detener el avance de la desgracia, terminó por desacreditarnos ante el mundo en más de una forma. Nos alienamos mucha comprensión foránea porque todo este proceso perverso, plantea las paradojas casi surreales de una nación con recursos de emirato árabe, pero reducida a la pobreza de Haití, y la de una nación que, aún con cierto nivel de poder y desarrollo material, terminó como colonia de una más débil y atrasada. Este caso que nada osadamente se podría clasificar como único en el mundo, no solo desnuda la capacidad devastadora del régimen castrochavista, sino también la deplorable postración de casi toda la sociedad, y ni hablar de su dirección política.

Lo que penosamente nos ha sucedido, y el hecho de que aún sigamos transitando por este derrotero en forma que parece indetenible, nos debe llevar finalmente a una pregunta de importancia realmente trascendente, que no es otra que el de nuestra efectiva capacidad para autodeterminarnos, en los términos expresados por las definiciones expuestas al principio.

¿Hemos perdido la capacidad de autodeterminación? Esta pregunta deberíamos hacérnosla con toda la gravedad del caso, y sobre todo sin perder tiempo, y me refiero al tiempo porque pareciera que la pregunta ya está siendo respondida por otros, no precisamente por estos lados, y pareciera que la respuesta es negativa.

En estos momentos, el futuro del país debería pasar otra vez por una nueva disputa a ladridos entre el régimen y su supuesta oposición, sobre la muy controversial cuestión de “diálogo versus revocatorio”, especialmente sobre si estas propuestas se excluyen entre sí.

Este enfrentamiento degenerado desde el mismo comienzo en diatriba estéril, se ha planteado y desarrollado sin mostrar la menor posibilidad de poder solucionarse en forma “cívica”, y, conociendo la naturaleza y las limitaciones insuperables tanto del régimen como de su particular oposición, es indudable que no llegue a ningún lado y por lo tanto ahonde la situación de crisis, ya de magnitud humanitaria, que afecta dramáticamente a la población.

Mientras tanto se han activado los aparatos diplomáticos que siempre se pueden aplicar en estos casos, y de hecho, la movilización tanto del régimen como de su oposición ha terminado por gestar una situación que está a la vista de todos: el problema ha sido arrebatado por eso que llaman "la comunidad internacional", y esta apropiación, aun tratando de salvar lo que le queda de fachada a nuestra soberanía, es completa e irreversible, salvo la improbable eclosión de algún evento de talante claramente insurreccional, que en todo caso será forzosamente violento (e impredecible).

El hecho innegable, más allá de espejismos y autoengaños, es que esta confrontación no será decidida por los venezolanos, será decidida entre muchos países: Cuba, EE.UU., Colombia y parte de Latinoamérica, la Unión Europea, Rusia, China, y para coronar el pastel multicapa, el Vaticano.

Cada uno, obedeciendo como siempre a sus intereses, actuará, mediará o intervendrá por estar necesitado a su vez de estabilidad para sus planes de apertura a la inversión (Cuba), para sus procesos de “paz” (Colombia) o para impedir flujos migratorios indeseables (los EE.UU.). Más otras motivaciones que sería muy largo de describir aquí comenzando por tratar de “perfilar” a este Vaticano convertido en internacional dispensadora de bendiciones papales al progresismo ecuménico, o el hecho eterno de que muchos están codiciando desde luego, nuestros recursos naturales, los cuales van mucho más allá del petróleo (China, Rusia, TODOS).

Aquí lo determinante es que para la resolución custodiada de la crisis venezolana, se ha abierto una ventana de oportunidad en la cual todos confluyen según sus conveniencias, y esta amplia “concesión” sin lugar a duda, viene de la constatación ya confirmada una y mil veces de nuestra incapacidad y cobardía para procurarnos una salida del peligroso callejón histórico en el cual quedamos trabados.

Aquí nosotros, ya no pintamos nada.

Llegado a este punto, discutir sobre un referendo revocatorio que solo serviría si se puede lograr este año, algo que solo podría darse si la oposición oficialista lograra imponérselo al régimen, ya no tiene mucho sentido, si es que alguna vez tuvo sentido.

EL PACTO DE GUISOFIJO

También discutir si aquí vamos a un diálogo que no podría resultar en otra cosa que una exhibición para la platea, de una transición gatopardiana pactada en los palcos, que signifique ahorrarle al chavismo la eventual paliza que recibiría en un revocatorio, a cambio de tener que soportar a Maduro u otro títere emergente hasta el 2019, con el consenso de todos los poderes de tirios y troyanos, esto realmente ¿qué sentido debería tener, si fuésemos a discutirlo seriamente? ¿Sabiendo además que esa función de títeres, por los vientos que soplan, va a ser manejada y mandada desde afuera?

Un diálogo para pactar el mantenimiento del statu quo de todas las élites, del Estado rentista y su modelo de reparto, del chavismo en todas sus variedades reciclables, de la relación “privilegiada” con Cuba, un “Pacto de Guisofijo” [1] que permita a los micropartidos de la “mesa de la unidad democrática” (MUD) incorporarse de lleno al festín populista. Un diálogo para pactar, el respeto a los sacrosantos privilegios acumulados por castas y burocracias viejas y nuevas, un diálogo para cuadrar un pacto de reconciliación nacional, acordado sobre un pantanal de impunidad…

(y el que crea que en Venezuela se acabó el dinero para lubricar todo esto, no sabe ni dónde está parado)

Venezolanos, este podría ser un pacto que, tomando en cuenta nuestras flaquezas como sociedad y nuestro renovado talento histórico para la decadencia, podría ser perfectamente orquestado, dirigido e impuesto desde afuera, y no desdeñen ni por un segundo que eso es justamente, lo que sueña buena parte de nuestras élites, cuya alta vocación cipaya nunca desapareció, solo andaba de parranda.

Conciudadanos, el riesgo de ser convertidos en una especie de protectorado de una Cuba en vías de transformarse ella también en empresa privada transnacional, con tutelaje multinacional en lo externo, y de procónsules en lo interno, es real, y no puede ser descartado.

Se debe hacer toda esta reflexión y también se debe hacer un llamado a ver si alguna vez este país pudiese recuperar la habilidad de adelantarse a algún plan siniestro, aunque fuese uno solo. Sería suficiente.

Por una Venezuela libre y de los venezolanos.

[1] el “Pacto de Punto Fijo” (1958) fue un pacto de estabilidad y gobernabilidad entre los actores políticos, el cual rigió los comienzos de la democracia venezolana. La palabra “Guiso” designa en Venezuela, a cualquier negocio, componenda, soborno u acuerdo entre el poder y sus asociados (y accionistas), para la obtención de alguna posición, concesión, prebenda, beneficio o privilegio. “Pacto de Guisofijo” es un juego de palabras, que el autor aplica al futuro proceso de transición gatopardiana, que se gestará en los próximos años. 

@FBoccanera

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