La Miseria de la Unidad
(Miserias de la representación y la legitimidad)
¡Bien dicho Erik! porque esa “unidad” al fin y al cabo es un
dispositivo de neutralización, paralización y conformismo.
Esa unidad busca “parados” y “neutros”, gente que no quiere
ser “enemiga” de nadie, ni siquiera de sus asesinos, y aquí llegamos de una al
meollo: la unidad busca abortar el nacimiento de la unidad de combate, la
unidad de los dispuestos a ir a la guerra.
La unidad también busca preservar que sean siempre los
mismos los que mantengan la dirección, chantaje moral de los que no admiten ser
desplazados de sus posiciones, menos aún si eso pudiese venir de una verdadera
confrontación, un verdadero conflicto, donde en las urnas en vez de caer votos,
caigan ellos.
La unidad en otras palabras es una trampa (y para muchos sin
llegar a saberlo nunca, ha sido y será, una tumba).
La verdadera unidad solo puede ser CONTRACULTURAL, y
contra-estructural, debe ser anti-representativa, divisionista por virtud, y su
legitimidad deberá construirla AL FINAL venciendo al enemigo de la nación. Y
será unidad con respecto a un solo propósito: la guerra de independencia contra
el Estado, tanto en su tumoración chavista como rentista, un monstruo que no
tiene 20 años tiene 90, y que en su basamento militar existe desde que nacimos
como país.
No se trata de acabar con el chavismo “y luego veremos”, o
de acabar con el madurismo “y luego veremos”, se trata de acabar también con
ese “luego veremos” y la miseria conformista que emana de esa visión, que no es
de determinación sino de sumisión cristalizada, que una vez más está dispuesta
a encargar su destino a otros, y nunca encargarse personalmente.
“Encargar", esa palabra que encierra tantas claves,
entre otras, la renuncia a la actitud, y la escapatoria permanente al refugio
en el rebaño, ese donde los borregos elige a quien poner en un cargo, los que “encargan”
nunca se encargan de sí mismos, porque es necesario que “culpables” siempre
sean los pastores, no uno (ni el rebaño engañado), y aquí entra en juego el
victimismo como forma de vida, y la unidad también ofrece esa cómoda
oportunidad.
Peor aún si se pretende afirmar que solo la unidad puede ser
legítima, apelando a la estafa de automatizar representación con legitimidad,
"idea-fuerza" que pretenden imponernos y que podría resultar todo lo
contrario, y llevarnos directamente hacia la perversión, incluso hacia la
destrucción, créanme que no exagero, hablo de algo que esta la vista en el
presente, y en el pasado.
Las naciones, nunca han sido el diseño de una mayoría, son
hijas de la determinación de una minoría, que se auto elige sin esperar por
nadie, y se encarga, pasa a la acción, y se legitima al resultar vencedora,
porque la legitimidad -no la infantil- la adulta, la única que puede existir,
será siempre la legitimidad del vencedor.
La que otorga el perdedor, por resignación o por esa mezcla
de indolencia, cobardía, egoísmo y victimismo que es la idiotez política, es
una legitimidad siniestra, que puede ser aprovechada por perdedores ambiciosos
que saben que por esa vía abierta por otros perdedores, pueden prevalecer.
País de perdedores, gobernado por perdedores, suena
familiar…
Es la legitimidad malsana que otorgan los idiotas [1], que
emana de una pérdida de voluntad y no de una transferencia de vitalidad, de
virtud (de virilidad en su sentido original), esa es la razón por la cual tantas
veces eso que llaman “la voluntad popular”, solo ha servido como preámbulo para
la tragedia, por ausencia de determinación y no lo contrario, como pasó cuando
los alemanes le otorgaron el "triunfo de la voluntad" a un perdedor
nato.
Sólo de la tenaz insistencia de una minoría, imbuida de
visión y audacia, depende la evolución de una sociedad.
Ningún país puede exigir una definición pacífica de su
destino, desde la cobardía.
La lucha que deberemos emprender NO DEBE ser
“representativa”, no tiene por qué ser “unitaria”, porque no será un asunto de
representación ni de “legitimidad de origen”, sino de determinación y
reconocimiento ante los que deberán hacer la guerra.
[1] Mucha gente desconoce que la palabra idiota proviene del
término griego idiotes, con el que se definía en la Grecia Clásica a
quien, a pesar de tener la condición de ciudadano y de reunir una serie de
requisitos que le permitían participar en los asuntos públicos, eludía ejercer
de forma activa la condición de político para dedicarse exclusivamente a sus
asuntos privados. (Y por si no lo saben, político viene de polis, y un
político no era otra cosa que un ciudadano, es decir, una persona con derechos
políticos, que residía en la polis).
Daniel Jiménez, http://ccdemocraticas.net/eres-politico-o-eres-un-idiota/
@FBoccanera
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