viernes, 9 de marzo de 2018

La Miseria de la Unidad



La Miseria de la Unidad
(Miserias de la representación y la legitimidad)

Llevaba tiempo queriendo escribir sobre la “unidad” (es posible que “genios” del mercadeo propongan de ahora en adelante usar el término “unión”) y el acto entusiasta en la Jaula Magna de la Universidad Castrista de Venecuba (UCV) me animó bastante, pero fueron dos tuits del inestimable Erik Del Búfalo (que será muy “profesor”, pero para mí es filósofo) los que me dieron el impulso que necesitaba.


¡Bien dicho Erik! porque esa “unidad” al fin y al cabo es un dispositivo de neutralización, paralización y conformismo.

Esa unidad busca “parados” y “neutros”, gente que no quiere ser “enemiga” de nadie, ni siquiera de sus asesinos, y aquí llegamos de una al meollo: la unidad busca abortar el nacimiento de la unidad de combate, la unidad de los dispuestos a ir a la guerra.

La unidad también busca preservar que sean siempre los mismos los que mantengan la dirección, chantaje moral de los que no admiten ser desplazados de sus posiciones, menos aún si eso pudiese venir de una verdadera confrontación, un verdadero conflicto, donde en las urnas en vez de caer votos, caigan ellos.

La unidad en otras palabras es una trampa (y para muchos sin llegar a saberlo nunca, ha sido y será, una tumba).

La verdadera unidad solo puede ser CONTRACULTURAL, y contra-estructural, debe ser anti-representativa, divisionista por virtud, y su legitimidad deberá construirla AL FINAL venciendo al enemigo de la nación. Y será unidad con respecto a un solo propósito: la guerra de independencia contra el Estado, tanto en su tumoración chavista como rentista, un monstruo que no tiene 20 años tiene 90, y que en su basamento militar existe desde que nacimos como país.

No se trata de acabar con el chavismo “y luego veremos”, o de acabar con el madurismo “y luego veremos”, se trata de acabar también con ese “luego veremos” y la miseria conformista que emana de esa visión, que no es de determinación sino de sumisión cristalizada, que una vez más está dispuesta a encargar su destino a otros, y nunca encargarse personalmente.

“Encargar", esa palabra que encierra tantas claves, entre otras, la renuncia a la actitud, y la escapatoria permanente al refugio en el rebaño, ese donde los borregos elige a quien poner en un cargo, los que “encargan” nunca se encargan de sí mismos, porque es necesario que “culpables” siempre sean los pastores, no uno (ni el rebaño engañado), y aquí entra en juego el victimismo como forma de vida, y la unidad también ofrece esa cómoda oportunidad.

Peor aún si se pretende afirmar que solo la unidad puede ser legítima, apelando a la estafa de automatizar representación con legitimidad, "idea-fuerza" que pretenden imponernos y que podría resultar todo lo contrario, y llevarnos directamente hacia la perversión, incluso hacia la destrucción, créanme que no exagero, hablo de algo que esta la vista en el presente, y en el pasado.

Las naciones, nunca han sido el diseño de una mayoría, son hijas de la determinación de una minoría, que se auto elige sin esperar por nadie, y se encarga, pasa a la acción, y se legitima al resultar vencedora, porque la legitimidad -no la infantil- la adulta, la única que puede existir, será siempre la legitimidad del vencedor.

La que otorga el perdedor, por resignación o por esa mezcla de indolencia, cobardía, egoísmo y victimismo que es la idiotez política, es una legitimidad siniestra, que puede ser aprovechada por perdedores ambiciosos que saben que por esa vía abierta por otros perdedores, pueden prevalecer.

País de perdedores, gobernado por perdedores, suena familiar…

Es la legitimidad malsana que otorgan los idiotas [1], que emana de una pérdida de voluntad y no de una transferencia de vitalidad, de virtud (de virilidad en su sentido original), esa es la razón por la cual tantas veces eso que llaman “la voluntad popular”, solo ha servido como preámbulo para la tragedia, por ausencia de determinación y no lo contrario, como pasó cuando los alemanes le otorgaron el "triunfo de la voluntad" a un perdedor nato.

Sólo de la tenaz insistencia de una minoría, imbuida de visión y audacia, depende la evolución de una sociedad.

Ningún país puede exigir una definición pacífica de su destino, desde la cobardía.

La lucha que deberemos emprender NO DEBE ser “representativa”, no tiene por qué ser “unitaria”, porque no será un asunto de representación ni de “legitimidad de origen”, sino de determinación y reconocimiento ante los que deberán hacer la guerra.

[1] Mucha gente desconoce que la palabra idiota proviene del término griego idiotes, con el que se definía en la Grecia Clásica a quien, a pesar de tener la condición de ciudadano y de reunir una serie de requisitos que le permitían participar en los asuntos públicos, eludía ejercer de forma activa la condición de político para dedicarse exclusivamente a sus asuntos privados. (Y por si no lo saben, político viene de polis, y un político no era otra cosa que un ciudadano, es decir, una persona con derechos políticos, que residía en la polis).


@FBoccanera

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