La conspiración “cívico-militar” ha sido una constante en la
historia de Venezuela, en la fuerza armada nunca se detuvo, ni siquiera durante
los 40 años de supuesta “paz civilista” desde 1959 hasta 1999, un gran libro (o
enciclopedia) que exponga la historia de las conspiraciones en Venezuela sería
de gran utilidad, para comprender los mecanismos ocultos detrás de cada intento
y no se trata de un contagio de “conspi-paranoia” afectando al redactor, porque
el conspiracionismo es otra cosa, el conspiracionismo es como aquellos hombres
que veían por primera vez un automóvil y buscaban donde andaba metido el
caballo.
Sobre el tema de la conspiración como una constante
histórica se desconoce demasiado, y eso nos condena a un permanente
infantilismo en la interpretación de ciertos hechos del pasado y del presente.
Nos impide visualizar, por ejemplo, la componenda permanente entre la derecha
(gomecista, post-gomecista y no solo) y los comunistas, en contra de la
democracia. Si pudiésemos superar esta infancia forzada, veríamos como existe
un proceso de posguerra que comienza con Medina Angarita y con el Partido
Comunista Venezolano en 1945, para después seguir un curso subterráneo poco
estudiado, que vuelve a aflorar en las vicisitudes que desembocaron en el golpe
de estado de 1993 contra Carlos Andrés Pérez. Hay gente que no entiende, cómo
es posible que los Boulton apoyaran tanto a Chávez para llevarlo a la presidencia,
hay gente que no entiende que un Vollmer ande de carantoñas con Maduro, esa
gente que no entiende, son como niños.
Pero la historia de la derecha venezolana acostándose con
comunistas para tratar de acabar con la “democracia puntofijista” y sobre todo
con un demonio llamado Rómulo Betancourt y lo que consideran su obra (que en
realidad termina en 1969, pero eso nunca se recuerda), esa otra historia, de
paso historia de alto tenor conspirador de parte y parte. porque también se
“nos olvidó” que la insurrección de la generación del 28 no fue solo de
estudiantes, había militares “compañeros de generación” incluyendo un hijo de
López Contreras, metido en la candela, esa historia dista mucho de haber sido
contada a plenitud.
El Doctor Enrique Tejera París, que conocía la historia por
haberla hecho en muchas partes, en conversaciones personales que sostuvimos
durante un tiempo, me iluminó sobre el tema y me iluminó también sobre el
aspecto “folclórico” de la conspiración, aún recuerdo sus relatos sobre cómo es
la dinámica de los grupos golpistas, como pululan, y como se multiplican
milagrosamente el día del golpe, sus codazos en la repartición inminente, las
intrigas y sorpresas que cunden al “destaparse los gallos”.
Sobre el tema, hablaba alguien que vivió plenamente cinco
golpes: 1945, 1948, 1958, 1993 y 2002, y aún recuerdo vivamente cuando llega a
la conclusión de como el golpismo degrada, de gesta emancipadora a simple
negocio, a simple “chamba”, siguiendo un proceso inexorable de mediocrización
en los hombres, algo que pudo constatar sin sombra de duda, en los últimos
años.
Los golpes, el genuinamente revolucionario de 1945 y el
genuinamente conservador de 1948, el golpe democrático del 58, el golpe
esperpéntico de 1993, y el golpe vacío, vacío de todo de 2002, nos muestran la
paulatina degeneración de la clase política y militar en Venezuela.
No es objetivo de este artículo hacer un análisis de estos
golpes (aplicando conocimientos de historia para los tres primeros y de
patología para los dos últimos) sino más bien exponer la situación actual. El
que quiera buscar paralelismos, convergencias o divergencias será bienvenido,
pero para este servidor están claras dos cosas: que la degeneración militar y
política, y el tipo de poder incomparable establecido por la empresa
trasnacional chavista, hacen muy difícil cualquier ejercicio de anatomía
comparada.
Los golpes del 45, 48 y 58 fueron con hombres que bien o
mal, cualquiera de ellos pasaría por estadista comparado con las miniaturas
actuales, y los movimientos que los impulsaron obedecían a un plan de nación,
nos gusten o no nos gusten.
Los golpes del 93 en adelante son golpes de decadencia, en
todo sentido, primero la decadencia de un país encantado con la reaparición del
minotauro militar, y en 1993 se manifiesta también la decadencia senil y
momificada de algunos que de los golpes anteriores habían salido beneficiados.
LA BABEL DEL 93
1993, más de sesenta años de rentismo y en descomposición
acelerada en los últimos veinte no son una broma y dejan una secuela de
esterilidad profunda que se manifiesta en el proceso de lumpenización de la
sociedad, comenzando por sus élites. Pero además los hechos de 1993 muestran
una vez más, la complicidad eterna de una élite de derecha enemiga histórica de
la democracia y sobre todo del “proyecto adeco”, con el comunismo: me refiero a
“los notables”, los tontos útiles más tontos de la historia, y no son los
únicos, de hecho, las intentonas del 92 y el golpe del 93 se dan en medio de
una situación donde no hay unificación conspirativa en lo ideológico, lo del 93
fue una babel que solo funcionó para desalojar al único enemigo en donde
pudieron ponerse de acuerdo: Carlos Andrés Pérez.
2002, EL VACÍO DE PAÍS
El 11 de abril de 2002 y los días siguientes, fueron de
suicidio colectivo a escala nacional, en medio no de un “vacío de poder”, sino
en medio de un vacío de país, en donde el país militar, el país civil, el país
político, el país de cualquier estamento, ninguno de ellos fueron alternativa
de poder, y solo fueron la expresión de una carencia aterradora de cualquier
cualidad y de cualquier talento, hasta para poner orden en sus propias
decadencias.
El golpe de 2002 le confirmará a Chávez la certeza de la
perenne debilidad civil, en donde la sociedad civil -si es que eso se puede
llamar así- se presenta fracturada y sale molida: Fedecámaras en su trama, la Confederación
de Trabajadores de Venezuela (CTV) en otra, y los partidos en ninguna, con la
iglesia pontificando sobre purezas sucesorales, los poderes públicos cobijados
en sus madrigueras, a la espera de anotarse a ganador, y el río de gente de
horas antes, esfumado su caudal como en un espejismo.
En cambio en la fuerza armada no hay molienda, hay sí,
tiburones luchando por encontrar agua en la cual nadar, hay generales en
perplejidad y generales desubicados y generales muy bien ubicados. La casa
militar presidencial, intocada y monolítica, es el signo más alentador,
finalmente, aparecerá el rey mago del sincretismo militar, Raúl Baduel,
resucitando a Chávez al tercer día.
El conteo de cañones impide que alguien se le atraviese y
todo habrá ocurrido casi que de principio a fin, puertas adentro de una “casa
club” que sale del trámite con los aporreos menores típicos de las rumbas que
se descontrolan, de hecho, las reales posibilidades de fractura se comprobarían
después en el patetismo teatral de Plaza Altamira, donde se demuestra que la
comparsa insurgente tanto le preocupa al poder, que no interrumpe la función y
la permite por meses para poder cosechar toda la información que necesitaba, y
en medio de esta farsa, que de increíble tiene el hecho de no haberle parecido
una ridiculez a “gente avezada” que se supone con cacumen, en medio de la
farsa, el bendito sector “institucional” será como una sombra en noche sin
luna, en una cueva: si existe, es un secreto demasiado oscuro…
La peripecia del 2002 le confirma a Chávez que todo el
trabajo de establecimiento de su poder, de su consolidación, es un trabajo que
deberá seguir haciéndolo en la fuerza armada: los civiles, no tienen remedio.
Once años después, la fuerza armada será su legado.
LA FUERZA ARMADA, EL VERDADERO LEGADO DE CHÁVEZ
La fuerza armada nacional bolivariana es la obra más acabada
de Hugo Chávez, es su verdadero legado y es la resultante de un largo proceso
de convergencia -que el chavismo encuentra natural- entre el militarismo
político venezolano y el sistema político militarista por antonomasia: el
comunismo, el cual transforma a sus líderes en comandantes, a las sociedades en
ejércitos, a los ciudadanos en tropa y consagra un estado de guerra permanente.
El supuesto fenómeno del descontento militar reapareciendo en
estos días, no puede evaluarse en forma completa si se prescinde del hecho que
la fuerza armada también se ha convertido en una confederación de mafias (que
es lo constituyente en el Estado chavista) y que esta confederación no es ajena
a la guerra entre bandas que observamos en el sector civil, con pugnas que
apenas se logran disimular y hasta deserciones clamorosas. El caso reciente y
muy ilustrativo del mayor general retirado Clíver Alcalá Cordones, por la
naturaleza del personaje y su historial, no implica descontento militar, sino
guerra “con cuartel” dentro de un sindicato del crimen.
Estas mafias militares son intocables y han acumulado
riqueza y poder no por abuso, sino por designio supremo del Estado chavista
cuya constitución de 1999 eliminó el requisito de la autorización civil para
los ascensos a oficiales superiores y les otorgó el privilegio del antejuicio
de mérito, eliminó la prohibición del ejercicio simultáneo de la autoridad
militar y civil, eliminó el carácter apolítico y no deliberante de la
institución militar, concedió a los militares el derecho al sufragio, y lo más
importante, estableció una doctrina de seguridad de la nación y defensa
integral, que debe regirse por el principio de “corresponsabilidad entre el
Estado y la sociedad civil”, el cual debe ejercerse sobre “los ámbitos económico,
social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar”. [1]
Esta doctrina, al convertir todos los ámbitos de
desenvolvimiento y desarrollo de la nación en asuntos que conciernen la
seguridad del Estado por “corresponsabilidad y defensa integral”, se convierte
en la base constitucional de la unión cívico militar, del tutelaje militar de
todos los poderes, de la militarización del Estado por deber de “seguridad
nacional”, justificando la conversión de todo asunto de orden público en un asunto
de orden interno (toda alteración de la paz ciudadana es un complot contra el
Estado). De paso, respalda toda la actual doctrina militar de “guerra popular”
prevista en el “Plan Zamora”, preámbulo de la futura “ruptura histórica”
derrotando al enemigo interno.
Esta doctrina por lo amplio e ilimitado de su alcance es la
base del Estado totalitario chavista, el cual es, un Estado militarizado.
LA FUERZA ARMADA, EL GRAN EMPORIO FLORECIENTE
La fuerza armada (FA) en Venezuela, no solo se ocupa de su
deber tradicional, de hecho también gobierna, y lo hace con militares activos
en rol de ministros y directores sectoriales. Considerada en conjunto, conforma
el principal núcleo empresarial, público y privado, legal e ilegal del país. Y
hay algo más, algo que se obvia con torpe, irresponsable o sospechosa
facilidad: no es la única fuerza armada.
La FA gobierna y se ha hecho con el sector “público-legal” es
así como el ejército controla nueve de los catorces ministerios relacionados
con el área económica y de infraestructura. Un mayor general de la guardia
nacional bolivariana (GNB), es ministro de Petróleo y presidente de Petróleos
de Venezuela (PDVSA), son militares desde luego, los que dirigen la también estatal
“Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas”
(CAMIMPEG), adscrita al ministerio de la defensa, desde el cual se manejan
además otras diez empresas que aportan al “desarrollo económico” de la FA, por
lo tanto, se encuentran en manos militares los sectores que generan la renta
tradicional del Estado venezolano.
La realidad de estos últimos años, de destrucción acelerada
del mercado y creación simétrica del gran precariado nacional, nos revela que a
los militares le corresponderá la administración, la importación y la
distribución de los productos, sobre todo alimentarios, para atender al grueso
de la población. Emporio en donde los militares actuarán con sus necesarios
testaferros y contratistas civiles, pero será un negocio militar. Y no está de
más recordar, que el ministro de la defensa el general en jefe Vladimir
Padrino, es también el jefe de la “Gran Misión Abastecimiento Seguro” y que
otro militar activo, es el ministro del “Poder Popular” para la alimentación.
Y también está siendo controlada por militares, el buque
insignia del Estado rentista: PDVSA, la salida de Rafael Ramírez no es por
guerra interna (que si existe) pero corresponde a la determinación estratégica
de asignar PDVSA a la fuerza armada. Es la culminación de una transferencia que
involucra a todo el sector minero. El valor de la empresa transnacional
chavista tiene como únicos respaldos materiales, los recursos minerales y la
favorable ubicación geográfica del territorio, por lo tanto, no debería costar
tanto entender que el sector militar es el llamado a defender y salvaguardar
los intereses del Estado privado chavista y sus socios internacionales.
En el sector “privado-ilegal” la existencia de mafias
militares dedicadas al narcotráfico y a cualquier otro tráfico, desde armas
hasta combustible, incluyendo tráfico humano y otras actividades ilícitas, ya
se ha vuelto tradicional y estructural, porque incluso data de antes de la
llegada del chavismo al poder.
Y esta actividad económica portentosa, necesariamente se
extiende a cuantiosas inversiones seudo legales de legitimación de los
capitales provenientes de sus “emprendimientos”, los cuales por cierto,
incluyen medios de comunicación y partidos políticos, sean sumisos al Estado o
en apariencia independientes o de oposición.
MADURO, EL GRAN SEÑUELO
Nicolás Maduro es un encargado, debe ejecutar sin vacilación
un trayecto crucial dentro de la precisa planificación del Estado chavista, no
debe arbitrar, no debe meterse en ninguna confrontación interna, ni civil, ni
militar, no es su tarea, y la selección es acertada, porque a la postre Maduro
no es ni civil ni militar, no es civil por lo interiorizado de su disciplina y
no es militar por no haber sido iniciado en un templo castrense. Y si llegase a
caer por una razón u otra, sobre todo al determinarse que su asignación
se ha cumplido, su salida de Miraflores (sin dolientes y costo para la FA) será
el sacrificio de un peón, no el jaque mate que algunos candorosos bobalicones
creen.
NO ES FUERZA ARMADA, SON LAS FUERZAS ARMADAS
Anteriormente, antes de la llegada al poder del chavismo y
la imposición ilegítima de la constitución de 1999, a la institución militar se
le denominaba oficialmente “fuerzas armadas nacionales” porque constaba de 4
fuerzas, hoy en día, se le debe llamar “fuerza armada nacional”, en singular, y
las fuerzas ahora son “componentes”.
Sin embargo, se debería seguir usando el plural de “fuerzas
armadas”, porque en la actualidad es lo que verdaderamente corresponde con la
realidad de los distintos grupos armados al servicio del Estado: en Venezuela
no existe una única “institución armada”.
Y para poner un ejemplo significativo, el general Miguel
Rodríguez Torres fue eyectado del ministerio de “Relaciones Interiores,
Justicia y Paz”, al final de una trama sangrienta, la del 2014, en donde todos
los ejecutores no están bajo su control, y pierde finalmente en su
enfrentamiento contra una o más de estas fuerzas armadas, en particular los “colectivos”,
demostración del poder de estos grupos y demostración de que hay fuerzas que
gozan de un amparo que ni el más inescrupuloso esbirro devenido en ministro,
puede contrastar.
Estas otras fuerzas armadas, constituyen el sector
supuestamente popular del “pueblo en armas”, preparado para algún día participar
de la “guerra zamorana” contra el enemigo interno, el enemigo histórico, porque
esa guerra deberá hacerla “el pueblo junto a la fuerza armada” ¿y por qué debe
ser así? porque será el paso indispensable para consolidar el estado espía, el
estado policial, el estado de terror.
A propósito, ya vimos otra pequeña demostración durante la
masacre de El Junquito, donde Oscar Pérez y su grupo fueron ajusticiados y en
donde ambos sectores, militar y miliciano, se presentaron en el “teatro”, no
sin ciertos choques (inevitables entre manadas hamponiles) los cuales no
suponen otra cosa que una disputa entre verdugos, de lo que debía ser una
ejecución pública.
Por cierto, estas “fuerzas armadas” pluralizadas, según el
parecer de algunos estudiosos del tema, no deben llamarse paramilitares sino
“milicia”, porque no actúan con autonomía operativa, sino que son emanaciones
leales y obedientes de un Estado militarista-mafioso, y en muchos casos, han
recibido entrenamiento terrorista importado por ese mismo Estado: de Cuba, del
País Vasco, de Palestina, del Líbano, etc.
¿MILITARES CONTRA MILITARES?
Lo primero que debe quedar claro, es que tenemos una fuerza
armada instalada en el poder como nunca en la historia, rica y poderosa como
nunca en la historia y rodeada de otras fuerzas amigas nacionales e
internacionales, que disfrutan también de un sueño hecho realidad, como es el
de un Estado petrolero, abierto y promiscuo, convertido en un
santuario que cobija y nutre a terroristas, guerrilla, mercenarios, cuerpos
armados del crimen organizado (mafias y carteles), del hampa organizada
(colectivos y pranes), paramilitares, etc, etc, sin distingo de raza, condición
social, religión, nacionalidad, estatus político y tendencia criminal.
Ante esta realidad que nadie puede negar o subestimar,
algunos pronósticos alucinados por parte de ciertos “conspiradores mediáticos
del golpismo”, en los cuales se anuncia que “se caerán a tiros entre ellos”,
además de demostrar total ignorancia sobre lo que menos desean los militares en
su vida, implica un incompetente desdén hacia lo obvio, porque si llegaran a liarse
en algún episodio de “ajuste de cuentas” pueden apostar que será por sus
negocios, por un reparto de botines y territorios. Francamente, si algo denota
torpeza de entendimiento, hasta de lo más elemental, de lo que está a la vista,
es esto.
Además, estos supuestos sectores civiles de un posible golpe
militar “institucional” no puede ser más improbables, porque al presentarse
como se presentan, sin mostrar sobriedad, prudencia, inteligencia ni
RESPONSABILIDAD, no puede ser tomados en serio. Este es un tema relacionado con
el negocio de la conspiración que se tratara más adelante.
Lo que viene haciendo la administración Trump, dándole
señales de luz verde a los militares venezolanos para un golpe, es super
tardío, y demuestra que no han terminado de entender el meollo del poder en
Venezuela. De paso, es de esperar que no sean ciertas algunas informaciones que
afirman que, en ciertas esferas, se cree que Diosdado Cabello o incluso un
espécimen como Jesús Suárez Chourio son ganables o aprovechables para la causa,
esta sería la confirmación de una profunda confusión, y muy probablemente de
que los promotores de estas “ideas” han caído en el negocio de la conspiración,
o se han convertido sin quererlo, en su principal promotor.
En la fuerza armada debe emprenderse una tarea ardua, no
apta para impacientes, de infiltración y conspiración “inversa”, y la llamo
inversa porque ha de reproducir en cierto modo, lo que el castro comunismo hizo
por años en Venezuela, con muchas instituciones, no solo la militar. No va a
ser fácil porque los vamos a estar combatiendo en sus especialidades: la
anticipación, la “caza de venados” (poner trampas), la creación de rumores, la
creación de señuelos, la simulación de descontentos, la emboscada, y, el
negocio de la conspiración.
EL NEGOCIO DE LA CONSPIRACIÓN
El negocio histórico de la conspiración me fue revelado y
hasta con derroche de exquisito humor, por el doctor Enrique Tejera París y
otro personaje más cuya identidad no puedo revelar, pero que igualmente se
trata de alguien conocido y respetado (con merecimiento). Los relatos se
remiten al pasado y al presente, y coinciden en forma sorprendente: se trata
sin duda alguna, de un método decantado en el tiempo y de comprobada eficacia.
Desde hace unos años campea este particular negocio, y desde
hace unos meses ha tomado fuerte impulso sobre todo en ciertas mecas del exilio
como Miami y Bogotá, es un negocio del cual se aprovechan militares activos,
retirados, e intermediarios civiles, todos beneficiarios de la generosa obra de
tontismo útil a la cual se prestan periodistas “prestigiosos” de la fuente
militar, “militarólogos” de agudeza pulidamente obtusa y “halconólogos” que
pretenden demostrar que cada you're fired de Trump, es un paso previo
decisivo para activar la operación “Just Cause 2” contra el Noriega
venezolano.
La acción de estos tres grupos comunicacionales bastante
influyentes en la desamparada opinión pública, resulta indispensable para crear
el “clima”, el “ambiente de caída” ese que mucha gente llega hasta a oler y a
“sentir”, y que impulsa a la clarividencia espontánea del “aquí va a pasar
algo”.
Pero ¿en qué consiste el negocio de la conspiración? pues en
confeccionar y vender tramas conspirativas y golpistas cuyo balance entre
realidad y ficción puede ser variado y variable, de acuerdo con el gusto de los
eventuales “financistas” y “promotores” destinados a ser estafados, y la
calidad y abundancia de los rumores.
Los “financistas”, que bien podrían llamarse “los venados”
en lo que podría describirse como una cacería de gente u organizaciones
incautas, sobre todo del exterior, deben cumplir con dos condiciones: dinero y
credulidad en abundancia. Y esto de conseguir crédulos boyantes con algún “afán
de gesta” es sencillo, porque se pueden avistar y atraer con cierta facilidad en
ciertos hábitats opulentos, lo cual constituye uno de los atractivos principales
que ofrece el mercado para esta actividad, sobre todo si se organizan en la
ciudad “correcta”.
Una constante en los tramas que cuidadosamente tejen para timar
a sus víctimas, es que siempre hay abundancia de rangos militares, abundancia
de guarniciones, abundancia de cañones, abundancia de tropas y… escasez de
dinero.
El negocio es curioso porque casi siempre debe contar con
colaboradores intermedios que deben creerse lo de la trama, y que generalmente
son premiados con la promesa de una colocación en “la junta” u otras prebendas
futuras, y después de creerse eso también, hasta cooperan ad honorem con
los estafadores en la operación de búsqueda, ubicación y raqueteo de “los
venados”, porque también creen que el dinero recolectado será destinado a una
noble causa, lamentablemente existe gente así, y con sabiduría muy venezolana,
pasa siempre por gente “enterada”, perspicaz y sagaz.
Hasta aquí, el negocio podría pasar por un ejercicio muy
condenable de viveza y de talento para el fraude, pero en realidad produce un
daño, y cumple, a sabiendas o no, una verdadera función de saboteo del
verdadero esfuerzo de oposición, resistencia y conspiración contra el Estado
chavista, al crear distracción, confusión, desprestigio, desaliento,
desconfianza, dispersión, para no hablar de la facilidad con que estas bandas
de “conspi-estafadores” son infiltradas, o incluso creadas por el enemigo.
Porque de eso muchas veces se trata este negocio.
UNA CONCLUSIÓN DESALENTADORA Y
ALENTADORA
El “material humano” más a la mano para poder conspirar, no
ha mejorado nada desde 2002, de hecho, ha empeorado hasta un punto de
coagulación cognitiva y oportunismo ramplón, que este servidor en muchos casos
considera irreversible.
Si por fin llegáramos a la conclusión de que el país ya no
existe, y el 2002 lo certificó en forma abrumadora, todo plan de verdadera
conspiración ganaría en claridad y precisión. Sonará terrible, pero la lograda
y prolongada inexistencia del país, otorga un montón de ventajas aprovechables.
La consistencia de la anomia siempre es blanda.
Pero aprovecharse de esa “blandura ventral” requiere de un
tipo de inteligencia que, en todos los predicadores de golpes e intervenciones,
y en todos los vendedores de paquetes conspirativos, brilla por su ausencia.
Por ahora.
[1] Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
capítulo II de los principios de Seguridad de la Nación, artículo 326.
@FBoccanera