Hace unas horas, el diario “The Washington Post” difundió
una grabación de audio que supuestamente registra, la muy sincera impresión que
al Secretario de Estado Mike Pompeo le causa la “oposición” venezolana. Al
parecer esto sucedió en una reunión a puerta cerrada en Nueva York la semana
pasada. De sus afirmaciones
me permito resaltar la más patética:
“Our
conundrum, which is to keep the opposition united, has proven devilishly
difficult,” Pompeo said in an audio recording obtained by The Washington Post.
“The moment Maduro leaves, everybody’s going to raise their hands and [say],
‘Take me, I’m the next president of Venezuela.’ It would be forty-plus people
who believe they’re the rightful heir to Maduro.”
"Nuestro problema, que es mantener a la oposición
unida, ha resultado ser endemoniadamente difícil […] En el momento que Maduro
se vaya, todos levantarán sus manos y [dirán] 'aquí estoy, soy el próximo
presidente de Venezuela'. Serían más de cuarenta los que se creen el legítimo
heredero de Maduro".
De ser ciertas estas declaraciones, se trata de una
revelación esperanzadora: solo son poco más de 40 los candidatos
presidenciales.
Hay una explicación factible, y es que los contactos del Secretario de Estado con la “oposición venezolana" hayan sido muy restringidos,
lo cual explicaría esa cifra tan baja de 40 candidatos, de hecho, mucho se habla de la
existencia de un cerco creado por los accionistas de empresas como “Guaidó y Encargados” y “Sucesión PDVSA-CITGO” en contra de la “oposición radical” y sus vertientes esclarecidas: tuitera, mayamera, washingtoniana,
brasilera, de resistencia en la Venezuela Heroica, etc, etc.
Pareciera que Pompeo hubiese descubierto el agua tibia,
lamentablemente, esto tiene otro significado, que no es remediable ni siquiera
sustituyendo a este personaje tan conmovedoramente cándido…
En realidad, si Pompeo hubiese asimilado en profundidad la
experiencia que le ha tocado en suerte, debería estar afirmando que en
Venezuela no hay políticos, solo candidatos, y tampoco hay partidos, solo empresas
de gerencia rentista.
Y los que no son candidatos ni “empresarios”, igual se
comportan como candidatos, a cargos secundarios desde luego, y la razón es
simple: la extensión del cambural nunca ha sufrido crisis alguna, y sigue
habiendo un lugar para todos bajo el sol de la renta.
Para los que no son venezolanos: un “cambural” es una
siembra de cambures, en otras palabras, una plantación de bananos, expresión
que en la política venezolana alude al reparto rentista de “la riqueza
petrolera”, el democrático reparto de cargos, prebendas, dignidades y
contratos, típico de los últimos 50 años (no, no comenzó con Chávez) y que
estructuralmente se traduce en clientelismo, favoritismo, amiguismo,
tribalismo, compadrazgo, transformismo, camaleonismo, putaísmo, nepotismo,
proteccionismo, y unos cuantos “ismos” más, ninguno edificante. [1]
Así es, hablo de corrupción estructural, y a esto debería
agregarse la cultura derivada de este ecosistema la cual permea a todo el resto
de la sociedad: los 40 años de democracia (1959-1999) no formaron demócratas,
menos que menos ciudadanos, formaron algo que se ha discutido y debería
seguirse discutiendo, y estudiando, porque confieso que no atino a encontrar
una definición clara de los venezolanos como "demócratas", sin importar clase
social o económica.
La oposición no es el obstáculo
Si alguna diferencia ha surgido en las últimas décadas, es
que el sistema del poder en Venezuela ya no depende de los partidos, tampoco de
una “clase política”, ambos se han convertido en accesorios.
El golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez (CAP) y el
consecuente triunfo de Rafael Caldera en 1993, lograron romper el sistema
binario que se había constituido entre los partidos AD y COPEI. En el marco de
este colapso cada expresidente jugó su papel: CAP redimensiona la injerencia de
su partido Acción Democrática (AD) en el gobierno, poniendo en riesgo su
influencia sobre el sistema de poderes, e incluso fue más allá al promover la
descentralización, algo que la jerarquía de su partido vio como un atentado
contra sus parcelas de poder territorial. [2]
Caldera, uno de los "padres de la democracia", termina
desconociendo a su hijo predilecto, COPEI, el otro partido que soportaba al
sistema, y acto seguido monta tienda aparte y curiosamente no le pasa lo que le
pasó a AD en 1968 cuando al dividirse, precisamente favoreció el primer triunfo
de Caldera.
Y Hugo Chávez, el principal beneficiado del derrumbe del
sistema binario, terminará de asestarle el golpe de gracia a la importancia de
los partidos, al convertir a su partido en un instrumento secundario
clientelista-electoral, incluso circunstancial (desechable). De hecho, con
Chávez pasamos del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR 200) al
Movimiento Quinta República (MVR) y de allí al Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV). Esta operación de recolección y reciclaje de basura política
ocurrió en un abrir y cerrar de ojos.
Chávez incluso hará algo más, algo que parece todo lo
contrario al totalitarismo: con su ascenso al poder los partidos tanto de
gobierno como de oposición comienzan a pulular como hongos, pues no solo no
desaparecen los tradicionales (AD, COPEI, y hasta el Partido Comunista que se
niega a “fusionarse”) sino que surgen otros, supuestamente de relevo. A todos se
les permitirá la existencia, y no solo la existencia, se les oxigenará
continuamente al centrarlos sistemáticamente en el debate público, una
operación permanente que los mantiene en la arena política, expuestos a la
intemperie y al desgaste, la operación hasta su lado “maquiavélico” tiene, pues
dialécticamente manipula para que el candidato presidencial siempre sea el
imbécil que más convenga al “comandante”. Se establece así un determinismo que
impone un solo juego, una sola cancha y solo dos equipos posibles, donde todos,
tanto amigos como enemigos terminan obligados a juntarse para competir, y
justamente mediante concesiones territoriales, se les asimila y a su vez se les
mantiene divididos.
Lo importante, es que “la oposición” siempre se mantenga a
la vista, lo más junta posible para no salirse del campo visual, y sobre todo,
que nunca pase a la sombra.
Siempre a la luz, nunca en la sombra, nunca de manera
subrepticia, solapada, clandestina, lo importante es que a nadie se le ocurra
intentar operaciones de ingeniería inversa de largo aliento y bajo perfil, casi
mimético, en direcciones opuestas a las que aplicó el castrismo en la academia,
los medios, la cultura, la Fuerza Armada, o la otra del narcotráfico
infiltrando todos los estamentos.
La base del poder actual.
El obstáculo es la noción del tiempo
Denunciar que la oposición es el obstáculo implica insistir
en el “modo abierto”, donde las cosas deben hacerse "por la calle del medio", a
plena luz, exhibiendo “claridades”, virtudes y vendiendo buenas intenciones, en
otras palabras, la vía pública y publicitaria de los egos incontenidos, de los
“clarividentes”, de la esterilidad mediática para enfrentar una confederación
internacional de poderes, que es un iceberg del cual solo vemos la punta.
(Es por esto que sigo pensando que Pompeo se quedó corto en
la cifra de los candidatos)
El obstáculo reside en que la tarea de hacerle la necesaria
guerra al sistema para poderlo derrotar requiere independencia, estudio,
planificación, organización, trabajo, prudencia, discreción, paciencia,
seriedad, constancia. No es una tarea de exhibicionismo, es una tarea que
requiere tomar distancia del debate público, es una tarea alejada de los
reflectores sociales, es una tarea de naturaleza conspirativa que sobre todo
requerirá de mucho tiempo.
El factor tiempo del cual poco se habla en Venezuela, porque
todo debe ser “ya”, “ahora”, en el país que cree siempre “que algo está
ocurriendo, o está por ocurrir”, en el país que piensa que una sorpresa, un madrugonazo,
alguna astucia repentina, lo va a sacar del marasmo. Y afirmo esto al margen de
la emergencia humanitaria, porque siempre es así, en felicidad o tragedia.
Casi nunca se piensa que el castrismo, el chavismo, el
narcotráfico, no lograron sus objetivos de un día para otro, eso les llevó
tiempo.
Disculpen, pero acabo de hacer una descripción de todo a lo
cual le rehúye el venezolano con aspiraciones de notoriedad e “influencia”, eso
que apresuradamente y con humorismo inconsciente, muchos juzgan (o autojuzgan)
como expresiones de ambición política (los más chistosos hablan de “ambiciones
ciudadanas”).
El venezolano no se encuentra peleado con la realidad, si
fuese así la astucia sería una rareza, y más bien a la historia del país le ha tocado
padecer de un exceso de astucia, de la “viveza” como primera ramificación del
gentilicio.
No, la pelea del venezolano siempre es con el tiempo.
[1] Esta cifra de 50 años, es discutible, muy discutible, y
podría extenderse a 70, 90 años, e incluso ahondarse hasta el siglo XIX.
[2] AD: Acción Democrática,
el partido “socialdemócrata”, COPEI: su sigla poco dice, es el partido
demócrata cristiano.
@FBoccanera