¿Cómo subtitular a un hombre capaz de llamarse a sí mismo
“traidor a la patria chavista”? No caben ni alegorías ni prólogos ni epílogo ni
colofón: Federico Boccanera no lleva subtítulos. Aunque podríamos decir que es
tajante, certero, crudo, inapelable en sus sentencias, e insuperable en sus
análisis de profundidad, igual, los subtítulos están siempre de más.
Es quizás difícil para el simple mortal, seguir el ritmo de
sus análisis del país, pues parece siempre llevar dos o tres pasos adelante.
Así, el desprevenido, puede sentir que está hablando de otro país o de otra
realidad alterna. La reacción del menos avezado es señalar a la salud mental
del emisor del mensaje, como siempre hace el ignorante de la vida más allá de
la vida. “Este tipo está loco”. Pero pasan los días y el desprevenido ve los
hechos, ve las cosas y de repente, le cae un rayo, se le atraviesa como un gato
negro en medio de la noche de luna llena, un deja vu. Y así, recuerda,
que “hubo un loco que dijo algo como eso, que advirtió algo de esto, que yo leí
por alguna parte”.
Generalmente, no recuerdan el nombre del “loco” pero son
capaces de repetir su argumentación tres meses después ante la fuerza de los
hechos, generalmente sin reconocer la autoría del argumento ni recordar
siquiera dónde, cuándo y cómo fue que llegó a escucharlo o leerlo.
A Boccanera no parece molestarle verificar, en efecto, esa
situación. Como pez en el agua de las redes sociales, más bien parece
disfrutarlo. Uno puede asegurar, sin saberlo, que más de una vez suelta una
carcajada al ver a castas palomas de la beatería, tomar argumentaciones de
feroces halcones de la guerra del teclado, pero tres o cuatro meses o hasta un
año después de que en efecto se hicieron advertencias. La frustrante
verificación del extravío, tragicómico, más bien es aliciente en medio de la
locura de los “analistos” o “analisiados”, tiranos de la opinión políticamente
correcta, asalariados de la falsa cordura, corderos de Dios que quitan los
pecados del mundo, mientras pecan de colaboradores.
Pero volvemos al principio. ¿Cómo subtitular a un hombre
capaz de llamarse a sí mismo “traidor a la patria chavista?”. La respuesta
quizás sea más que obvia: no caben subtítulos. Quizás habría que decir, en
honor a la verdad, que para sus amigos Federico Boccanera es amigo real y sin
apelación.
Pero siendo parte del Equipo La Cabilla el entrevistado y el
entrevistador, vale la pena decir en honor a la verdad que no hubo en esta
entrevista ni miramientos ni contemplaciones. Cosa que, obviamente, demuestra
que La Cabilla es tan dura como él, quien la ha moldeado en fortaleza, desde
que se planteó como proyecto editorial en una mesa, café de por medio, en la
Venezuela que nos atormenta.
1.- En su perfil de Twitter, se declara “traidor a la Patria
Chavista”. ¿Podría explicarnos a qué se refiere?
Significa que no contento con desconocer la existencia de
ese chancro purulento al que llaman “patria chavista”, lucho contra esa infección
en la medida de mis posibilidades, y en el proceso, soy perfectamente capaz de
aliarme con otras “patrias”, de convertirme en su agente, si eso ayuda a la
causa.
Los chavistas no son venezolanos, tampoco son cubanos, en
realidad, no tienen nacionalidad, y esto se explica en forma muy simple: no
desean un país, desean una madriguera, de paso, se sabe desde tiempo inmemorial
que la prostitución no tiene patria.
Por cierto, no soy nada original en mi posición.
2.- Siendo profesional en actividades completamente
distintas a la política, ¿En qué momento sintió Federico Boccanera la necesidad
de entrar en política como analista, activista o como ciudadano con
responsabilidad en lo político?
El momento definitivo ocurrió en 2005, cuando sentí que se
había perdido el mejor momento para hacer algo, para ir hacia una verdadera
insurrección, cuando hubo esas elecciones que fueron desertadas en más de un 90
% tanto por chavistas como por opositores, ese fue el mejor momento de
desobediencia universal al poder por el cual hemos pasado, y en vez de sacar
provecho de ese potencial, los políticos optaron por la vía “electoral”.
En ese momento capté que había algo que no funcionaba de
ninguna manera, sospecha que arrastraba desde los hechos del 2002 y el 2003,
pero no tenía claridad, no encontraba una explicación. Entonces decidí que me
pondría a estudiar en serio (por mi cuenta), y al mismo tiempo decidí activarme
políticamente, para poder disponer de experiencia y conocimientos de primera
mano. Como ya conocía mucha gente metida en política, incluso a alto nivel, no
me resulto difícil.
Tampoco me resulto difícil estudiar, no solo porque nunca he
dejado de hacerlo, sino porque el estudio de la historia, del poder, se
transformó en una pasión, una pasión que ya dura 14 años, y que ha terminado
por conformar una extensa biblioteca/videoteca, tanto real como electrónica.
3.- ¿Qué ha sido lo peor que ha hecho en política? ¿Se
arrepiente de algo?
No me arrepiento de ninguna de mis peripecias políticas,
todas destinadas al más rotundo fracaso, pero sin esa experiencia, entretenida
a veces, dramática a veces, no contaría con ese conocimiento que solo lo vivido
te puede proporcionar, y que es imposible adquirir mediante cursos, libros o
simples conversaciones.
Me arrepiento eso sí, de la enorme cantidad de precioso
tiempo vital que le dediqué a eso, pero solo en el sentido de que se habría
podido aprovechar para hacer algo más productivo, a nivel personal o familiar.
4.- ¿Para qué le han servido a usted los 20 años de
chavismo? ¿Para qué le han servido al país?
Me han servido para adquirir la cultura política que tengo,
lo cual es magro consuelo en vista de los resultados. Me han servido también,
para aprender a tomar decisiones totalmente opuestas al confort y a la certidumbre,
y enfrentar las consecuencias con cierta serenidad, y me refiero sobre todo a
la decisión de emigrar, la cual no solo no es fácil, sino que en muchos casos,
nunca deja de ser difícil.
Al país le podrían servir como escarmiento, pero dudo mucho
de esto, porque el país no ha cambiado para nada, los que dicen que ya no
existe la Venezuela que conocimos, no tienen idea de lo que hablan, o
sencillamente mienten. Lo único que ha dejado de existir es una ficción
tragicómica, más bien melodramática, para ser sustituida por una de terror. De
paso, si estudian la historia, entenderán que no es la primera vez que el país
decae en una crisis profunda, autodestructiva, casi suicida.
5.- ¿Ve salida a la actual situación en Venezuela, más allá
de la rumorología, generalmente malsana, de redes sociales y “opinadores” de
postín? ¿Ve una solución temprana a nuestro padecimiento nacional?
No, no habrá solución rápida a la actual situación, la
“temprana”, hubiese podido darse en 2002, a más tardar en 2005, pero lo que
impidió que eso fuese así, hoy en día se ha consolidado como una fatalidad que
realimenta al poder y que lo pone todo mucho más difícil. Ya no es lucha contra
un mero régimen, sino contra un Estado privado y transnacional que es tentáculo
de poderes globales, y a su vez tiene los suyos, enterrados en todo poder
formal y fáctico.
Organizar, activar y coordinar una operación
internacional/nacional de resistencia, conspiración y confrontación final
contra el Estado chavista y el Estado rentista, monstruo de dos cabezas
transformado en multinacional de males planetarios, llevará años ¿cuántos? es
difícil saberlo, pero me sorprendería mucho cualquier resultado positivo de
aquí a 5 años.
6.- En su opinión ¿Cuál debería ser la agenda que debería
tener un grupo político opositor real que busque una salida al conflicto
venezolano?
Las agendas deben ser dos, una pública y la otra debe ser
estrictamente secreta.
La agenda pública es exclusivamente civil, y consiste en
organizar y capitalizar todas las operaciones políticas, diplomáticas, legales,
mediáticas, sociales y culturales, que puedan materializarse en acciones de
denuncia, repudio, desprestigio, desconocimiento, aislamiento, sanción,
persecución, disidencia y desobediencia, todas operaciones que deben ser
pacíficas.
La agenda secreta es civil y militar, y debe ser de
infiltración, inteligencia, saboteo, conspiración y guerra, debe materializarse
en acciones de guerra asimétrica (resistencia propiamente dicha) en lo
preparatorio, y proceder a una intervención y golpe en su fase final, es una
agenda que no puede ser pacifica, y por lo tanto, tampoco debe ser difundida.
No hace falta explicarlo.
Hará falta un ente central, una clásica junta capaz de
coordinar y dirigir todo eso, y esa junta podría tener una fachada pública,
incluso institucional, algo que se deberá plantear y discutir con sumo cuidado,
tomando en cuenta este mundo de comunicación y conectividad universal al
alcance de buenos, malos, y tontos, sobre todo porque lo importante será la
fachada secreta.
La junta no tiene por qué ser representativa, no tiene por
qué ser “unitaria”, este no es un asunto de representación ni de legitimidad de
origen, sino de determinación y legitimidad ante los que deberán hacer la
guerra.
7.- ¿Tenemos patria?
No. Tenemos una “matria”, que es puta.
Una puta fea, barata, y cargada de vicios y enfermedades.
8.- ¿Venezuela se acabó? ¿O queda algo aún que rescatar?
Venezuela sigue, porque el proceso histórico de evolución al
revés que determina su inagotable vocación para la decadencia, ese proceso no
se ha detenido nunca. Queda un territorio y una población que pueden ser
transformados, porque la humanidad de por si nunca ha sido garantía de calidad,
ni de bondad, ni de nada parecido, aquí y en todo el planeta, y a lo largo de
la historia.
La humanidad es algo que existe para ser moldeado por los
vencedores.
Entrevista
publicada originalmente (en versión editada), el 22 de febrero de 2018 en la
antigua página de “La Cabilla” (lacabilla.com).
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