Algunas veces este servidor no sabe qué pensar.
Me pasa a menudo porque pareciera que no hay manera que se
entienda, el tipo de enemigo contra el cual estamos luchando.
Con lo que eufemísticamente se llama la “oposición a
Maduro”, hace tiempo tiré la toalla al finalmente entender no solo en qué
consiste, sino su “consistencia”.
En cambio con la primera oposición a Nicolás Maduro en el
exterior, o sea con la oposición representada por los EE.UU., y más
específicamente por Donald Trump, opté por esperar un poco dada la naturaleza
del personaje.
Algunas veces pareciera que la política exterior de Trump se
encuentra secuestrada por ese sector que en los EE.UU. se conoce como los “Neocon”,
los “policías del mundo en nombre de la democracia”, lo cual ha llevado a
desastres como el de Irak. En todo caso no es objetivo de este artículo
ilustrar sobre la historia de esta importante tendencia política, los invito a
investigar.
Pero Trump no me parece un “neocon” más bien todo lo
contrario, lo veo poco dado al intervencionismo, simpatizante (aunque no
militante) del aislacionismo, y en todo caso inclinado a actuar internacionalmente
no tanto por el deseo de exportar “valores americanos” sino "negocios
americanos".
Sin embargo en el caso de Venezuela, Trump parece un rehén
de este grupo: Bolton, Pompeo, Rubio y especialmente Elliott Abrams, personaje
con un historial más que discutible cuyo reciente nombramiento parece una
confirmación de esta tendencia (Abrams incluso fue opositor de Trump durante su
campaña, precisamente porque el candidato no parecía un “neocon”).
A Donald Trump le agradecí muchas cosas en su momento,
durante su campaña presidencial denunció con alentadora frecuencia la situación
en Venezuela -hasta algunos llegaron a hablar de obsesión- y a poco de llegar a
la Casa Blanca sancionó con gran acierto al personaje más siniestro y peligroso
del régimen, Tareck el Aissami, algo que saludé con cierto entusiasmo en un
artículo que se llamaba “Tareck el Trumpeado”, escrito a dos manos con nuestra
colaboradora Aura Palermo. [1]
Todo parecía desenvolverse con cierta coherencia, hasta que
comenzó la epopeya manchuriana de Juan Guaidó sobre la cual ya expresé mi
parecer, en mi artículo anterior. [2]
Antes que nada me preocupa la posibilidad de una
intervención armada, tal como se está planteando, la considero una jugada
en extremo peligrosa, una operación semejante no puede ser de coalición
forzada, no puede ser precipitada, y sobre todo debe esperar por Colombia y
Brasil, países que se van a encontrar pasando por trámites nada fáciles, esto
también lo expliqué un poco en mi artículo anterior y prometo extenderme más en
el futuro.
Pero lo que más me preocupa en estos momentos es el asunto
de las sanciones comerciales, desde luego, los EE.UU. no son los únicos que las
están aplicando, hay otros países, comenzando por los de la Unión Europea que
las aplican también, y todos las ahondarán porque Maduro seguramente no
responderá a las exigencias.
Aun así, me preocupa especialmente el rigor sancionatorio de
los EE.UU. por una razón: podrían terminar por incurrir en un error histórico,
el “error epocal” que espera el enemigo.
Hablo de la conversión de este conjunto extremo de
sanciones, en el “bloqueo”.
El bloqueo lograría la igualación de la épica castrista con
la chavista, y al régimen de Nicolás Maduro le estarían sirviendo en bandeja una
medida en la cual los cubanos son maestros consumados, de paso, el bloqueo sería
la justificación perfecta que necesita Maduro, para pedir ayuda humanitaria a
los “países amigos”.
Recuerden que un eventual bloqueo de los EE.UU. es algo nada
difícil de prever, por lo tanto, un enemigo especializado en este tipo de
crisis como lo es el castrismo, ya lo debe tener ampliamente “encajado” en sus
planes.
Al luchar contra una tiranía, el peor error que podemos
cometer es ser predecibles.
Fidel Castro era un maestro de las crisis, y Maduro es un
producto perfectamente acabado del castrismo, un ejecutor a sangre fría muy
bien preparado que conoce la arena internacional, y no ha perdido ocasión para
permanecer en contacto con todos sus aliados, algo que ha cuidado mucho, y sus
incontables viajes dan cuenta de esto.
Maduro "el burro", el “maburro” siempre subestimado,
cuando no objeto de burla.
¿Quiénes podrían responder al pedido de ayuda? Como voy a quedarme en el vecindario voy a dar dos ejemplos: México y Uruguay, estos países podrían estar de primeros, ya tienen intereses establecidos con Venezuela en exportación de alimentos, son de paso países con bastante “simpatía” en el continente ¡y que casualidad! ya se han ofrecido como mediadores.
¿Quiénes podrían responder al pedido de ayuda? Como voy a quedarme en el vecindario voy a dar dos ejemplos: México y Uruguay, estos países podrían estar de primeros, ya tienen intereses establecidos con Venezuela en exportación de alimentos, son de paso países con bastante “simpatía” en el continente ¡y que casualidad! ya se han ofrecido como mediadores.
¿Alguien se atrevería a bloquear esta ayuda humanitaria entre
países “hermanos”?
¿Algún país latinoamericano podría ponerse en el plan de
impedir el desembarco de esta ayuda pedida por un país bajo bloqueo de los
gringos? Recuerden que en latinoamérica el sentimiento antiestadounidense es
fuerte, es persistente, es mayoritario, y con Trump se ha exaltado.
¿Y si los "gringos" se entrometiesen impidiendo la
ayuda, con un bloqueo naval?
El escándalo mundial.
Desde luego los EE.UU. podrían extorsionar, podrían
presionar a Uruguay por ejemplo, ¿pero podrían hacerlo con México?
¿López Obrador se echaría para atrás? o sea ¿se alinearía
con Trump, con el del muro? Aquí el cálculo de AMLO podría ser por partida
doble: el primer cálculo pasa por la necesaria reelección de Trump para
consolidar la “dialéctica mural” que necesita para su épica, y para adivinar el
otro cálculo, averigüen un poco sobre la popularidad de Trump en México.
Cuidado y Trump nos construye el otro bloqueo histórico y el
otro muro histórico…
El meollo de las sanciones
El meollo de las sanciones comerciales es algo relativamente simple y me sorprende que muchos "analistas" no lo expongan debidamente en sus rodeos explicativos: las sanciones para ser realmente eficaces deben aplicarse a un país aislado internacionalmente, o en creciente proceso de aislamiento, este es el caso por ejemplo, de lo que está pasando con Irán, nación que desesperadamente busca evitar esta situación, y no pareciera estar lográndolo, con las únicas excepciones importantes de Rusia y China, las cuales a su vez deberán meditar hasta qué punto se seguirán comprometiendo, especialmente cuando las naciones europeas inevitablemente cedan a la presión de los EE.UU.
Este no es el caso de Venezuela de ningún modo, por más que se intente resaltar el notable apoyo multinacional conseguido por Juan Guaidó y la Asamblea Nacional. Ningún “país hermano” del Estado chavista ha abandonado a Nicolás Maduro, y dudo mucho que lo haga, a lo sumo se pedirá una “salida dialogada” con gran cinismo, y esto es lo que está planteado, sobre todo porque la identificación Trump-Guaidó como “binomio”, seguramente no le caerá bien a nadie en Latinoamérica y en Europa, pueden apostarlo.
Por último, y como corolario obvio de lo anterior, de no lograrse este aislamiento de forma efectiva, se corre el riesgo de radicalización, y de terminar de arrojar al país infractor a los brazos de enemigos más poderosos, con la muy posible agravante de provocar un despertar de “conciencias humanitarias” o “solidarias”, en muchos otros países que no simpatizan con EE.UU. y menos aún con Donald Trump.
El meollo de las sanciones
El meollo de las sanciones comerciales es algo relativamente simple y me sorprende que muchos "analistas" no lo expongan debidamente en sus rodeos explicativos: las sanciones para ser realmente eficaces deben aplicarse a un país aislado internacionalmente, o en creciente proceso de aislamiento, este es el caso por ejemplo, de lo que está pasando con Irán, nación que desesperadamente busca evitar esta situación, y no pareciera estar lográndolo, con las únicas excepciones importantes de Rusia y China, las cuales a su vez deberán meditar hasta qué punto se seguirán comprometiendo, especialmente cuando las naciones europeas inevitablemente cedan a la presión de los EE.UU.
Este no es el caso de Venezuela de ningún modo, por más que se intente resaltar el notable apoyo multinacional conseguido por Juan Guaidó y la Asamblea Nacional. Ningún “país hermano” del Estado chavista ha abandonado a Nicolás Maduro, y dudo mucho que lo haga, a lo sumo se pedirá una “salida dialogada” con gran cinismo, y esto es lo que está planteado, sobre todo porque la identificación Trump-Guaidó como “binomio”, seguramente no le caerá bien a nadie en Latinoamérica y en Europa, pueden apostarlo.
Por último, y como corolario obvio de lo anterior, de no lograrse este aislamiento de forma efectiva, se corre el riesgo de radicalización, y de terminar de arrojar al país infractor a los brazos de enemigos más poderosos, con la muy posible agravante de provocar un despertar de “conciencias humanitarias” o “solidarias”, en muchos otros países que no simpatizan con EE.UU. y menos aún con Donald Trump.
[1] “Tareck el Trumpeado”, artículo de 2017 https://federicoboccanera.blogspot.com/2017/02/tareck-el-trumpeado.html