Los gobiernos del mal constantemente apuntan a obtener el control total de la sociedad, y esto no se puede lograr sino se sustituye la religión tradicional de esa sociedad, con una nueva religión cuyo andamiaje filosófico y teológico de todos modos debe ser mesiánico, e irrumpir en el flujo histórico supuestamente a favor de la “liberación” de los oprimidos, por la civilización de la otra religión.
Para lograr esto desde el primer momento manipulan la
situación para llevar a la masa al angustioso desespero de un caos que es
intencional, de forma que en algún momento surja el anhelo por un salvador, un
redentor, un líder carismático, una personalidad mística que supere las
diferencias, una a todos, y libere a todos de todas las responsabilidades y
decisiones.
Se trata de una estrategia perversa que consiste en fomentar
las penurias, la incertidumbre y el miedo, para hacer posible el momento de la
“fe”, de la “fe en la liberación” y así poder dominar a los “pobres de
espíritu”, siempre con la promesa de que “el tiempo es ahora”, de que el tiempo
lo deciden los hombres, y la redención debe consistir en la rebelión de los
invisibilizados y los oprimidos. Y detrás de todo esto se encuentra un diseño,
un proyecto que habla del “hombre nuevo”, de un “nuevo orden político y social”
pero también repite consignas como “el pueblo elegido” y “la tierra prometida”.
Karl Marx, en su escrito “Contribución a la crítica de la
filosofía del derecho de Hegel”, publicado por primera vez en París 1844,
expresa lo siguiente: «Es el hombre quien hace la religión y no la religión al
hombre […] La destrucción de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es
una exigencia de su felicidad real”.
La estrategia en acto ayer y hoy, siempre es totalitaria,
porque pretende abolir todo el cosmos de la civilización actual para
sustituirlo por otro, en donde debe seguir existiendo “algo” en lugar de la
religión del orden anterior, y aquí la palabra clave es “liberación”, porque el
orden anterior se sustenta sobre la opresión generada por una serie de
creencias, y la denuncia se centra en que la moral del opresor, es la de un
opresor que cree en un Dios único y todopoderoso creador del cielo y la tierra.
Desde luego estamos hablando del opresor que cree en el Dios judío y cristiano.
Y el combate contra este opresor, el opresor “blanco,
judeocristiano, occidental” se hace promoviendo odio, promoviendo
desmoralización, promoviendo caos, se debe arrancar de todas las almas el sello
espiritual, y esto se debe complementar con la imposición de una religiosidad
mundana y una cosmovisión, que contraste la presencia de Dios en la sociedad.
Los movimientos totalitarios marxistas, leninistas,
maoístas, fascistas, nacional socialistas son intrínsecamente incompatibles con
la religión, en especial con la judeocristiana, uno de los pilares de
occidente, la cual es considerada como una peligrosa epidemia que contamina la
espiritualidad al proponer al hombre como creación de Dios.
Llegado a este punto es necesario explicar, que parte de la
estrategia totalitaria o neototalitaria, consiste precisamente en infiltrar a
la iglesia cristiana, no solo la católica, sino toda la iglesia cristiana, para
convertirla en arma ideológica, en religión política revolucionaria, para
cumplir esto se ha organizado todo un ejército dentro del clero, dispuesto a
atentar contra los dogmas, la doctrina, las escrituras, el catecismo, la
liturgia, introduciendo nuevas deidades paganas y panteístas como la
“Pachamama”, abriendo las puertas a nuevos ritos, y este clero supuestamente
revolucionario, supuestamente de “cristianismo auténtico” o de “cristianismo
positivo”, desde hace décadas ha ido tomando y conquistando posiciones
jerárquicas dentro de la iglesia, hasta llegar a la situación actual donde han
conquistado el papado.
Y esta estrategia cabalga desde luego sobre una crisis de la
iglesia que existe desde hace mucho tiempo, que viene arrastrándose desde el
siglo XIX, con el surgimiento de la cuestión social y la aparición de la fe
comunista, y esta crisis ha sido ideológicamente amplificada en los últimos 60
años, hasta convertirse en verdadera crisis de fe, pero ya desde principios del
siglo XX esto venía desarrollándose, hasta el punto que Ortega y Gasset
describe como se ha vuelto esa fe en el “hombre-masa” que “sin haberla
abandonado, estando en ella todavía, no actúa eficazmente en nuestra vida. La
arrastramos inválida a nuestra espalda, forma aún parte de nosotros, pero
yaciendo inactiva en el desván de nuestra alma…” y es así como ya se podía
afirmar en aquel entonces, que en las almas se había abierto un espacio a la
religión totalitaria, y en especial a la religión totalitaria del comunismo.
En la crítica de Karl Marx al filósofo hegeliano Bruno
Bauer, ensayo escrito en 1843 bajo el título “Sobre la cuestión judía” el cual
expresa parte de su proceso de elaboración conceptual de la emancipación
humana, señala entre otras cosas que:
“La emancipación política del judío, el cristiano y, en
general, del hombre religioso, es la emancipación del Estado del judaísmo, del
cristianismo, de la religión en general…”
“La descomposición del hombre en judío y ciudadano,
protestante y ciudadano, hombre religioso y ciudadano, no es un engaño dirigido
contra la ciudadanía, ni es una elusión de la emancipación política, es la
emancipación política en sí misma, el método político de emanciparse de la
religión. Por supuesto, en períodos en que el Estado político como tal nace
violentamente de la sociedad civil […] el Estado puede y debe ir tan lejos como
la abolición de la religión, la destrucción de la religión. Pero solo puede
hacerlo de la misma manera que procede a la abolición de la propiedad privada,
a la confiscación, a la imposición progresiva, tal como llega hasta la
abolición de la vida, la guillotina”
Vladimir Lenin por su parte, en un texto de 1905 denominado
“Socialismo y religión” dice cosas como estas:
“La religión es una de las formas de opresión espiritual que
en todas partes pesa sobre las masas del pueblo, sobrecargada por su trabajo
perpetuo para los demás, por la necesidad y el aislamiento. La impotencia de
las clases explotadas en su lucha contra los explotadores da lugar a la
creencia en una vida mejor después de la muerte, así como la impotencia del
salvaje en su batalla con la naturaleza da lugar a la creencia en dioses,
demonios, milagros y cosas por el estilo […] la religión les enseña a ser
sumisos y pacientes mientras están aquí en la tierra, y a consolarse con la esperanza
de una recompensa celestial”.
“La religión es opio para la gente. La religión es una
especie de alcohol espiritual, ofreciendo así una forma muy barata de
justificar toda su existencia como explotados y vendiéndola a precios moderados
para el bienestar en el cielo. La religión es opio para la gente […] en el que
los esclavos del capital ahogan su imagen humana, su demanda de una vida más o
menos digna…”.
“El proletariado de hoy se pone del lado del socialismo, que
alista a la ciencia en la batalla contra la niebla de la religión, y libera a
los trabajadores de su creencia en la vida después de la muerte, al unirlos
para luchar en el presente por una vida mejor en la tierra”.
Mas tarde, en 1913, en su correspondencia con Maxim Gorki
anunciaba:
“Es por esto que todas las ideas religiosas, todas las ideas
acerca de cualquier pequeño dios, incluso el coqueteo con un pequeño dios, son
una abominación incalificable, particularmente tolerada (a menudo deseada) por
la burguesía democrática, justamente porque es la abominación más peligrosa, la
"contaminación" más repugnante”.
“Hay millones de pecados, hechos asquerosos, actos de
violencia y contagios físicos que son menos peligrosos que la sutil y
espiritual idea de Dios".
Y ocurrió un hecho histórico que ejemplifica todo esto como
ningún otro hecho, un acontecimiento que sucedió apenas tres meses después de
la toma del poder por parte de la revolución Bolchevique, el cual considero que
es muy importante recordar y nunca olvidar.
Anatoli Lunacharski, Comisario del Pueblo de Instrucción
Pública de la República Socialista Soviética de Rusia en los tiempos de Lenin,
quien dedicó gran parte de su vida a la persecución de la iglesia tras la toma
del poder en 1917, acusó formalmente a Dios de “genocidio y crímenes contra la
Humanidad”.
Este siniestro personaje organizó un tribunal popular en una
plaza pública de Moscú el 16 de enero 1918, para llevar adelante el «Juicio del
Estado Soviético contra Dios», cumpliendo todos los detalles de un juicio
legal. En el banquillo de los acusados, reposaba la Biblia, las pruebas en
contra de Dios fueron presentadas por los fiscales bolcheviques quienes se
fundamentaron en testimonios históricos, mientras que los defensores designados
por el Estado soviético, presentaron pruebas de su inocencia sustentadas en que
Dios sufría de «grave demencia y trastornos psíquicos», por lo cual no se le
podía declarar culpable de los crímenes de genocidio y crímenes contra la
humanidad.
Después de 5 horas de deliberación, el tribunal declaró
culpable a Dios, quien fue condenado a la pena de muerte ante un pelotón de
fusilamiento, que disparó una serie de ráfagas apuntando al cielo, es así como
a través de esta perversa puesta en escena, los bolcheviques dieron inicio al
cumplimento de la promesa de liberación de la “tiranía” de Dios, sucesivo a
este evento se activó una férrea persecución a la iglesia en la Rusia
comunista.
Señores, tanto el comunismo, como el fascismo y el nazismo
son tentáculos de una misma bestia totalitaria de izquierda: un sistema
criminal que promete a sus partidarios “la felicidad”, y perspectivas
“radiantes” en un mundo “puro”, sin embargo, tanto la utopía de la “sociedad
sin clases” como la utopía de la “raza pura”, lo único que en realidad dejan a
su paso son crímenes contra la humanidad: genocidios de clase y de raza.
En cualquiera de sus raíces y ramificaciones ideológicas
(por cierto todas de izquierda tal y como lo explica Federico Boccanera en su
video sobre el fascismo), podemos observar que los regímenes totalitarios no es
que sean “ateos”, sus promotores y “portadores de la luz” sienten que ellos son
los dioses, los dueños del mundo y de los hombres, con derecho de disponer de
las almas y del libre albedrío. Los totalitarismos han imaginado e instituido su
propia religión, a su imagen y semejanza, y es absolutamente incompatible con
una religión en particular: el judeocristianismo.
En un próximo episodio profundizaré sobre la cuestión de “la
religión totalitaria”.
Genial. Gracias Doc.
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