Con respecto a los militares hemos sido víctimas de una
permanente falsificación fabulada, sobre todo después de la crisis militar de
2002.
De los hechos de 2002, Chávez recabó una lección militar, la
lección de los “civiles” fue de impotencia, esto no se entendió, y se sigue sin
entender.
Cuidado con el descontento en los militares, puede ser por
falta de radicalización. Como siempre, la cuestión se remite al conteo de
cañones.
El descontento en los militares puede ir en una dirección u
otra, sin conspiración podría ir justo hacia el recrudecimiento de la opresión.
El descontento interno en los militares no implica “pasarse
al enemigo”, y menos que menos si se aprecia inconsistencia y debilidad en los civiles.
Si los militares aprecian una "oposición" capaz de
contentarse con concesiones electorales dialogadas, jamás darán ningún paso de
ruptura.
Por cierto, los militares son los primeros en no engañarse
con ese "No al diálogo", saben que la cosa vendrá determinada desde
afuera.
Nada sustituye al trabajo de conspiración, hecho con
inteligencia, visión y la correcta ambición, militares no entregan su fusil a
pendejos.
Este es un régimen militar donde lo civil cumple la función
mimética que todo comunismo necesita, para perfeccionar su estado de guerra
permanente.
El comunismo es militarista, transforma al estado en un
cuartel y a la sociedad en ejército, todos en guerra permanente contra lo
invisible.
A propósito, la guerra "civil" del Estado contra
la sociedad puede ser asimétrica, el requerimiento de dos ejércitos es otra
fábula beata.
"Militares constitucionalistas o
institucionalistas", para la conspiración se necesita que sean políticos:
esto es guerra, o sea, es política.
Los militares políticos son algo indeseable, pero ante la
descomposición son indispensables, no estamos para darnos el lujo de la pureza.
Y si estos militares no sirven, pues habrá que
"crear" (o criar) unos nuevos, tal como hizo el castrismo, y se puede
hacer en menos tiempo.
El fantasma de militares políticos puede acechar a cualquier
nación en crisis, que por corrupción terminal se vuelva tolerante a la sedición.
Todo el resto es teatro, tragedia para los muertos, drama
para los noveleros, épica para los calculadores.
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