En estos días he podido observar mucho desconcierto en la opinión pública con respecto a lo que es la sincronización que debería existir, entre la operación Guaidó y la operación de los EE.UU. en Venezuela. Por un lado, Donald Trump “bloquea” y John Bolton declara que “ha terminado el tiempo del diálogo”, pero Juan Guaidó tercamente afirma “que continuarán las negociaciones con el régimen de Nicolás Maduro”.
Esta aparente contradicción levanta
sospechas y con toda la razón: muchos ven en esto a una clase política aliada
del socialismo, o del rentismo, burlándose de los gringos, y de paso a los
gringos dejándose burlar. Los hay que han declarado que Guaidó es un “traidor a
la patria”, porque se sienten profundamente engañados, y falta poco para que
alguien salga a decir que “Guaidó es un enemigo de Trump”. [1]
¿Dónde está la verdad? Aquí lo
primero que habría que despejar es cuales son las verdaderas intenciones de
Trump. Las de la operación Guaidó ya las he explicado profusamente en artículos
anteriores, en una serie que he bautizado como “La
Farsa”.
El meollo está en que los EE.UU. no se
metieron en los asuntos de Venezuela, para nuclear a una clase dirigente
dispuesta a apoyar una intervención armada desde el exterior, desde luego, amenazar
con la intervención es una medida de presión que hace creíble el “todas las
opciones están sobre la mesa” junto a las sanciones, el bloqueo y todo el
soporte que han proporcionado a la operación Guaidó. [2]
¿En la administración Trump hay
factores favorables a una intervención de fuerza? es posible que la fracción
“neocon” (Pompeo, Bolton, Rubio, Abrams) lo sea, o solo haya sido instruida
para darle credibilidad al escenario de “invasión”, eso no se puede saber,
porque es el tipo de información que solo a posteriori puede aflorar (Advertencia:
de ninguna manera estoy insinuando que estos personajes sean unos tontos que
están siendo usados por Trump).
De lo que estoy seguro, es que Trump
no tiene la menor intención de mandar sus marines a Venezuela, y no
porque haya sido convencido por El Pentágono o porque le han informado que armar
la necesaria coalición latinoamericana, sería una tarea más imposible que
titánica, no, no es por eso, es que Trump no favorece las opciones militares,
mucho menos a gran escala, y hasta ahora lo ha demostrado todo el tiempo,
incluso de forma empecinada (Norcorea) o en forma “sorpresiva” (cuando suspendió
la represalia a Irán por el derribo del drone).
Trump cree en otro tipo de acciones,
cree en el estrangulamiento económico a Norcorea o Irán, y es muy posible que
crea hasta en bloqueos navales, Trump, hasta ahora, ha sido el presidente menos
belicoso de la historia de la posguerra, primero porque está más interesado en
exportar “negocios americanos” que “valores americanos”, y segundo, porque su verdadera
guerra es interna, una guerra abierta en muchos frentes, siendo el más notorio
en estos días el de su enfrentamiento, nada más y nada menos que con la FED. Y
se trata por cierto, de una guerra donde ciertos valores americanos del tipo America
First, tendientes al no intervencionismo y hasta al aislacionismo están
presentes, y esto se debe a que son valores históricos, gozan de cierta
raigambre y una buena parte de su electorado los comparte.
Pero al fin y al cabo ¿qué es lo que
quiere Trump con Venezuela? de momento, establecer una conexión firme y
comprometida con cierto sector de la política venezolana que, dentro de la
dinámica planteada por el escenario de la salida de Maduro, podría jugar un
papel relevante, incluso un papel protagónico dentro de una posible “alternabilidad
democrática”. En otras palabras, no quiere quedar “fuera” y aquí no se trata de
un mero “restablecimiento de relaciones”, de algún modo quiere establecer una
base, pero no una base militar, una base política y de negocios. Y esta
determinación es pragmática, las simpatías de Trump son hacia el país, no hacia
sus políticos, de eso pueden estar seguros, sobre todo porque importantes
diferencias ideológicas separan al conservador Trump, de un universo político
venezolano que es 99% socialista “progresista”. [3]
¿Qué desea Trump con el establecimiento
de esta base? sin duda alguna construir un poder de influencia cuyo primer
objetivo debería ser el de estabilizar la situación, para no crear problemas de
flujos migratorios incontrolables hacia Colombia y Brasil, países con los
cuales quiere establecer una relación especial, pero países que a su vez se
encuentran en situación delicada con respecto a su problemática interna, por lo
tanto, la estabilización venezolana podría verse como una operación que debe abarcar
estos tres países. [4]
¿Qué beneficios podría traer esta obra
de estabilización? muchos, el primero es la interrupción y reversión de la
emigración, incluyendo la de los venezolanos a EE.UU., el segundo, establecer
una mínima base que lo podría ayudar, por ejemplo, a lidiar con la amenaza latente
de López Obrador en México, o la penetración china en Latinoamérica, llegado a
este punto, se pueden agregar todo tipo de conveniencias, pero todas dependen
de que solo logre una estabilización de cierta firmeza, no solo en Venezuela,
sino en los países vecinos.
El otro objetivo son los negocios
¿con Venezuela? sin la menor duda, pero también con Colombia y Brasil, siempre
y cuando Venezuela cese de ser un foco de perturbación, se podría decir que el
objetivo de Trump, parafraseando a Guaidó, es el “cese de la perturbación”. De
todos modos hay asuntos como el del narcotráfico, el Foro de Sao Paulo y la
penetración china, que EE.UU. nunca podrá enfrentar si no puede volver a la
región como un factor económico de cierta importancia.
¿Y dónde queda entonces, la amenaza
geopolítica representada por el avance del socialismo o del comunismo, asociado
a factores como China, Rusia, Irán, Hezbolá, etc.? Pues queda siempre en el
centro o cerca del centro: que los EE.UU. le den mayor o menor peso a esta
cuestión, por los momentos es algo de orden subalterno donde la prioridad es la
preocupante pérdida de influencia en la región, creo que de alguna forma se
tomó conciencia de este retroceso, con el avance continental del chavismo y del
Foro de Sao Paulo (la “Patria Grande”), pero se ha tomado conciencia también, de
que esta situación no se podrá revertir con una exhibición prepotente de
fuerza, con un regime change “de golpe”, que actuar así sería
contraproducente, incluso si se lograra un triunfo inmediato en Venezuela, por
ejemplo, aplicando una operación shock and awe como la que aplicaron en
Irak (con resultados que dejan mucho que desear y que han consolidado la
influencia chiíta en ese país, hasta el punto que se volvió indispensable para
combatir al yihadismo). [5]
Llegado a este punto, el riesgo de
conversión de la región en una nueva Siria, tal como algunos analistas han
asomado [6], es algo que de ninguna manera debe subestimarse, sobre todo porque
el historial de intervenciones en países del medio oriente incluyendo a Libia,
no es muy halagador en cuanto al control que se ha obtenido, y por más que
algunos insistan en que Suramérica y el medio oriente son “realidades muy
distintas”.
Pronto se olvida (o se desconoce) que
la subversión castrista-soviética en latinoamérica fracasó hasta los años
ochenta, por una lógica de protectorado, de patio trasero y de guerra fría,
donde los EE.UU. pudieron actuar directamente en naciones pequeñas de Centroamérica
y el Caribe, y por “delegación” en el resto del continente.
Los EE.UU. antes combatían a los
“hijo e’ puta” comunistas como Goulart, Allende, etc, con sus sons of a
bitch locales: dictadores, fuerzas armadas, lumpenburguesías.
Esto significa que durante la guerra
fría, pudieron ejecutar sus proxy wars contra el comunismo
latinoamericano, sobre todo en países de cierta extensión y tamaño, sin pasar
mucho trabajo (más bien cerrando buenos negocios).
Por desgracia, y especialmente
después del descalabro que sufrieron con Allende en Chile, soviéticos, cubanos,
el narcotráfico, comenzaron a tomar nota...
Hasta llegar a la situación actual
en donde, abandonado el negocio de los sons of a bitch, se quedaron sin
ejecutores: dan “luz verde” y nada pasa, o les pasa la
comedia del 30 de abril, y ahora deben plantearse acciones que antes
solo ejecutaban contra "países chicos", acciones que además deberían
coordinar con el vecindario, un vecindario no muy virtuoso al cual la idea
nunca lo va a entusiasmar mucho, por varias razones que no son difíciles de
entender, si conocen la historia.
Por cierto, los chinos tomaron nota
de todo lo que los EE.UU. dejaron de hacer en su patio trasero, y lo están haciendo
ellos, y aunque el tamaño de la operación de penetración “amistosa,
constructiva y silenciosa” no es comparable a la africana, de todos modos es
considerable, y no tienen rivales.
Ni hablar de la enorme falla, no
solo de EE.UU., a la hora de contrastar todo el aparato ideológico y de
hegemonía cultural de izquierda, de dominación en la educación, la academia,
los medios. Los EE.UU. que por mucho tiempo dominaron el escenario de la
“transculturización”, se dejaron infiltrar por operadores como CNN, o Netflix,
haciendo un trabajo en “dirección contraria”.
A los EE.UU. le ha tocado comprobar
que la caída de la Unión Soviética y su sistema satelital no significó el fin
de la amenaza comunista en América, no significó la caída de la ficha de dominó
cubana, y mas bien y como consecuencia del auge izquierdista iberoamericano en
el siglo XXI, perdieron importancia e influencia en modo notable, tangible.
La otra constatación, es que no hubo
reacción ni surgió una iniciativa digna para enfrentar este problema en su
debida dimensión "Panamericana", salvo la complaciente de Obama con Cuba.
Analizar las complejas causas de esta indiferencia y de este distanciamiento,
imprudente e imperdonable, es algo que no trataré en estos momentos. Solo
cumplo con dar cuenta de esta situación y de cómo es factible que la
administración Trump, pudiese ser la primera en adquirir real conciencia de
todo esto, desarrollar una política correctiva, y ponerla en acto con cierta
convicción y continuidad.
Revertir todo esto llevará tiempo, y
no se podrá ejecutar sin un paciente y pertinaz trabajo político a escala
continental, como el que sugerí en mi artículo: ¿Trump
construirá el muro en Venezuela? Lamentablemente la puesta en acto y
eventual profundización de un bloqueo económico, hasta homologarlo con el
aplicado contra Cuba, podría
complicar muchas cosas.
[1] En estos comentarios, me refiero
a reacciones que observo en las redes sociales. Aquí hay un tema que no se ha
tocado seriamente: Venezuela no es Twitter ni Facebook, ni las clases medias de
las ciudades son Venezuela, ni las clases medias que acuden a las convocatorias
políticas son toda la clase media de una ciudad.
[2] Sin duda alguna confiaron
también en poder provocar una reacción de las fuerzas armadas rebelándose
contra el régimen de Nicolás Maduro, y las señales que delatan esta estrategia
tanto por parte de EE.UU. como de la oposición, son explícitas y abundantes, e
incluso comenzaron antes de activarse la operación Guaidó (y probablemente esta
modalidad específica concluyó a raíz de la
opereta del 30 de abril).
[3] En este sentido, la hipótesis
asomada por el analista internacional Luis
De Lion, de Trump reuniéndose en el futuro con Maduro, tal como hace
con Kim Jong-un, nunca es descartable, hay que recordar que la opereta de la
rebelión del 30 de abril dejó cosas al descubierto, entre otras, la existencia
de un canal de comunicación de Washington con el mando militar y altos
personeros del régimen, y pueden estar seguros que con respecto a ese canal,
ninguna de las partes está interesada en su cierre.
Por lo tanto, los repetidos llamados
de rebelión a la fuerza armada podrían constituir un “plan A”, una primera fase
pero no la última (y la implosión de una oposición carente de claridad y
cohesión, salvo para cazar dólares, podría abrir las puertas a este “evento” para
el cual Maduro ha manifestado pública disposición).
[4] La administración Trump trabaja
mucho el entorno regional antes de “actuar”, con Irán ha trabajado a Israel y
Arabia Saudita, con Norcorea ha trabajado a Japón, a Seúl, pero sobre todo ha
trabajado a China, y ese “actuar” de Trump se podría describir como “evitar los
puntos de no retorno”, Trump presiona, ladra, amenaza, pero evita llegar al
punto de no retorno, y siempre tiene lista su “contra persuasión” de caricias (algo
así como: “Norcorea, gracias al liderazgo esclarecido de Kim Jong-un, podría
ser una gran nación”).
[5] Se tiende a pensar que una
intervención militar liderada por los EE.UU. se resolvería en horas y
encontraría baja o nula resistencia por parte de las fuerzas armadas, no solo regulares
sino también las “no convencionales”, y encuentro posible que esto ocurra así.
Sin embargo, esta “cobardía” o esta “huida a la carrera” podría representar una
seria amenaza con un tiempo de incubación a plazo indeterminado, amenaza que podría
significar la inauguración de un ciclo de violencia, de terrorismo y de
conflicto civil, que podría llevar décadas erradicar, tal como pasó en Colombia
y otros países (en Colombia deberían ponderar este escenario con mucha
preocupación).
[6] Joseph
M. Humire del “Center for a Secure Free Society” de Washington DC https://www.securefreesociety.org/expert/joseph-m-humire/
Federico, muchas gracias por compartir tu análisis sobre la situación. Puede que sea morboso, pero quisiera decir que espero con ansias el desenvolvimiento de todo esto para ver qué harán China, Rusia y EEUU
ResponderEliminarEsa "morbosidad" es la del verdadero apasionado de "geopolítica" e "historia", me pasa...
EliminarPues he sabido que más bien Trump es partidario de que EEUU abandone muchas áreas de influencia por lo menos ha sacado tropas y lo ha ofrecido así a su publico
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