jueves, 8 de agosto de 2019

Trump y Guaidó ¿cada uno por su lado?


En estos días he podido observar mucho desconcierto en la opinión pública con respecto a lo que es la sincronización que debería existir, entre la operación Guaidó y la operación de los EE.UU. en Venezuela. Por un lado, Donald Trump “bloquea” y John Bolton declara que “ha terminado el tiempo del diálogo”, pero Juan Guaidó tercamente afirma “que continuarán las negociaciones con el régimen de Nicolás Maduro”.

Esta aparente contradicción levanta sospechas y con toda la razón: muchos ven en esto a una clase política aliada del socialismo, o del rentismo, burlándose de los gringos, y de paso a los gringos dejándose burlar. Los hay que han declarado que Guaidó es un “traidor a la patria”, porque se sienten profundamente engañados, y falta poco para que alguien salga a decir que “Guaidó es un enemigo de Trump”. [1]

¿Dónde está la verdad? Aquí lo primero que habría que despejar es cuales son las verdaderas intenciones de Trump. Las de la operación Guaidó ya las he explicado profusamente en artículos anteriores, en una serie que he bautizado como “La Farsa”.

El meollo está en que los EE.UU. no se metieron en los asuntos de Venezuela, para nuclear a una clase dirigente dispuesta a apoyar una intervención armada desde el exterior, desde luego, amenazar con la intervención es una medida de presión que hace creíble el “todas las opciones están sobre la mesa” junto a las sanciones, el bloqueo y todo el soporte que han proporcionado a la operación Guaidó. [2]

¿En la administración Trump hay factores favorables a una intervención de fuerza? es posible que la fracción “neocon” (Pompeo, Bolton, Rubio, Abrams) lo sea, o solo haya sido instruida para darle credibilidad al escenario de “invasión”, eso no se puede saber, porque es el tipo de información que solo a posteriori puede aflorar (Advertencia: de ninguna manera estoy insinuando que estos personajes sean unos tontos que están siendo usados por Trump).

De lo que estoy seguro, es que Trump no tiene la menor intención de mandar sus marines a Venezuela, y no porque haya sido convencido por El Pentágono o porque le han informado que armar la necesaria coalición latinoamericana, sería una tarea más imposible que titánica, no, no es por eso, es que Trump no favorece las opciones militares, mucho menos a gran escala, y hasta ahora lo ha demostrado todo el tiempo, incluso de forma empecinada (Norcorea) o en forma “sorpresiva” (cuando suspendió la represalia a Irán por el derribo del drone).

Trump cree en otro tipo de acciones, cree en el estrangulamiento económico a Norcorea o Irán, y es muy posible que crea hasta en bloqueos navales, Trump, hasta ahora, ha sido el presidente menos belicoso de la historia de la posguerra, primero porque está más interesado en exportar “negocios americanos” que “valores americanos”, y segundo, porque su verdadera guerra es interna, una guerra abierta en muchos frentes, siendo el más notorio en estos días el de su enfrentamiento, nada más y nada menos que con la FED. Y se trata por cierto, de una guerra donde ciertos valores americanos del tipo America First, tendientes al no intervencionismo y hasta al aislacionismo están presentes, y esto se debe a que son valores históricos, gozan de cierta raigambre y una buena parte de su electorado los comparte.

Pero al fin y al cabo ¿qué es lo que quiere Trump con Venezuela? de momento, establecer una conexión firme y comprometida con cierto sector de la política venezolana que, dentro de la dinámica planteada por el escenario de la salida de Maduro, podría jugar un papel relevante, incluso un papel protagónico dentro de una posible “alternabilidad democrática”. En otras palabras, no quiere quedar “fuera” y aquí no se trata de un mero “restablecimiento de relaciones”, de algún modo quiere establecer una base, pero no una base militar, una base política y de negocios. Y esta determinación es pragmática, las simpatías de Trump son hacia el país, no hacia sus políticos, de eso pueden estar seguros, sobre todo porque importantes diferencias ideológicas separan al conservador Trump, de un universo político venezolano que es 99% socialista “progresista”. [3]

¿Qué desea Trump con el establecimiento de esta base? sin duda alguna construir un poder de influencia cuyo primer objetivo debería ser el de estabilizar la situación, para no crear problemas de flujos migratorios incontrolables hacia Colombia y Brasil, países con los cuales quiere establecer una relación especial, pero países que a su vez se encuentran en situación delicada con respecto a su problemática interna, por lo tanto, la estabilización venezolana podría verse como una operación que debe abarcar estos tres países. [4]

¿Qué beneficios podría traer esta obra de estabilización? muchos, el primero es la interrupción y reversión de la emigración, incluyendo la de los venezolanos a EE.UU., el segundo, establecer una mínima base que lo podría ayudar, por ejemplo, a lidiar con la amenaza latente de López Obrador en México, o la penetración china en Latinoamérica, llegado a este punto, se pueden agregar todo tipo de conveniencias, pero todas dependen de que solo logre una estabilización de cierta firmeza, no solo en Venezuela, sino en los países vecinos.

El otro objetivo son los negocios ¿con Venezuela? sin la menor duda, pero también con Colombia y Brasil, siempre y cuando Venezuela cese de ser un foco de perturbación, se podría decir que el objetivo de Trump, parafraseando a Guaidó, es el “cese de la perturbación”. De todos modos hay asuntos como el del narcotráfico, el Foro de Sao Paulo y la penetración china, que EE.UU. nunca podrá enfrentar si no puede volver a la región como un factor económico de cierta importancia.

¿Y dónde queda entonces, la amenaza geopolítica representada por el avance del socialismo o del comunismo, asociado a factores como China, Rusia, Irán, Hezbolá, etc.? Pues queda siempre en el centro o cerca del centro: que los EE.UU. le den mayor o menor peso a esta cuestión, por los momentos es algo de orden subalterno donde la prioridad es la preocupante pérdida de influencia en la región, creo que de alguna forma se tomó conciencia de este retroceso, con el avance continental del chavismo y del Foro de Sao Paulo (la “Patria Grande”), pero se ha tomado conciencia también, de que esta situación no se podrá revertir con una exhibición prepotente de fuerza, con un regime change “de golpe”, que actuar así sería contraproducente, incluso si se lograra un triunfo inmediato en Venezuela, por ejemplo, aplicando una operación shock and awe como la que aplicaron en Irak (con resultados que dejan mucho que desear y que han consolidado la influencia chiíta en ese país, hasta el punto que se volvió indispensable para combatir al yihadismo). [5]

Llegado a este punto, el riesgo de conversión de la región en una nueva Siria, tal como algunos analistas han asomado [6], es algo que de ninguna manera debe subestimarse, sobre todo porque el historial de intervenciones en países del medio oriente incluyendo a Libia, no es muy halagador en cuanto al control que se ha obtenido, y por más que algunos insistan en que Suramérica y el medio oriente son “realidades muy distintas”.

Pronto se olvida (o se desconoce) que la subversión castrista-soviética en latinoamérica fracasó hasta los años ochenta, por una lógica de protectorado, de patio trasero y de guerra fría, donde los EE.UU. pudieron actuar directamente en naciones pequeñas de Centroamérica y el Caribe, y por “delegación” en el resto del continente.

Los EE.UU. antes combatían a los “hijo e’ puta” comunistas como Goulart, Allende, etc, con sus sons of a bitch locales: dictadores, fuerzas armadas, lumpenburguesías.

Esto significa que durante la guerra fría, pudieron ejecutar sus proxy wars contra el comunismo latinoamericano, sobre todo en países de cierta extensión y tamaño, sin pasar mucho trabajo (más bien cerrando buenos negocios).

Por desgracia, y especialmente después del descalabro que sufrieron con Allende en Chile, soviéticos, cubanos, el narcotráfico, comenzaron a tomar nota...

Hasta llegar a la situación actual en donde, abandonado el negocio de los sons of a bitch, se quedaron sin ejecutores: dan “luz verde” y nada pasa, o les pasa la comedia del 30 de abril, y ahora deben plantearse acciones que antes solo ejecutaban contra "países chicos", acciones que además deberían coordinar con el vecindario, un vecindario no muy virtuoso al cual la idea nunca lo va a entusiasmar mucho, por varias razones que no son difíciles de entender, si conocen la historia.

Por cierto, los chinos tomaron nota de todo lo que los EE.UU. dejaron de hacer en su patio trasero, y lo están haciendo ellos, y aunque el tamaño de la operación de penetración “amistosa, constructiva y silenciosa” no es comparable a la africana, de todos modos es considerable, y no tienen rivales.

Ni hablar de la enorme falla, no solo de EE.UU., a la hora de contrastar todo el aparato ideológico y de hegemonía cultural de izquierda, de dominación en la educación, la academia, los medios. Los EE.UU. que por mucho tiempo dominaron el escenario de la “transculturización”, se dejaron infiltrar por operadores como CNN, o Netflix, haciendo un trabajo en “dirección contraria”.

A los EE.UU. le ha tocado comprobar que la caída de la Unión Soviética y su sistema satelital no significó el fin de la amenaza comunista en América, no significó la caída de la ficha de dominó cubana, y mas bien y como consecuencia del auge izquierdista iberoamericano en el siglo XXI, perdieron importancia e influencia en modo notable, tangible.

La otra constatación, es que no hubo reacción ni surgió una iniciativa digna para enfrentar este problema en su debida dimensión "Panamericana", salvo la complaciente de Obama con Cuba. Analizar las complejas causas de esta indiferencia y de este distanciamiento, imprudente e imperdonable, es algo que no trataré en estos momentos. Solo cumplo con dar cuenta de esta situación y de cómo es factible que la administración Trump, pudiese ser la primera en adquirir real conciencia de todo esto, desarrollar una política correctiva, y ponerla en acto con cierta convicción y continuidad.

Revertir todo esto llevará tiempo, y no se podrá ejecutar sin un paciente y pertinaz trabajo político a escala continental, como el que sugerí en mi artículo: ¿Trump construirá el muro en Venezuela? Lamentablemente la puesta en acto y eventual profundización de un bloqueo económico, hasta homologarlo con el aplicado contra Cuba, podría complicar muchas cosas.


[1] En estos comentarios, me refiero a reacciones que observo en las redes sociales. Aquí hay un tema que no se ha tocado seriamente: Venezuela no es Twitter ni Facebook, ni las clases medias de las ciudades son Venezuela, ni las clases medias que acuden a las convocatorias políticas son toda la clase media de una ciudad.

[2] Sin duda alguna confiaron también en poder provocar una reacción de las fuerzas armadas rebelándose contra el régimen de Nicolás Maduro, y las señales que delatan esta estrategia tanto por parte de EE.UU. como de la oposición, son explícitas y abundantes, e incluso comenzaron antes de activarse la operación Guaidó (y probablemente esta modalidad específica concluyó a raíz de la opereta del 30 de abril).

[3] En este sentido, la hipótesis asomada por el analista internacional Luis De Lion, de Trump reuniéndose en el futuro con Maduro, tal como hace con Kim Jong-un, nunca es descartable, hay que recordar que la opereta de la rebelión del 30 de abril dejó cosas al descubierto, entre otras, la existencia de un canal de comunicación de Washington con el mando militar y altos personeros del régimen, y pueden estar seguros que con respecto a ese canal, ninguna de las partes está interesada en su cierre.

Por lo tanto, los repetidos llamados de rebelión a la fuerza armada podrían constituir un “plan A”, una primera fase pero no la última (y la implosión de una oposición carente de claridad y cohesión, salvo para cazar dólares, podría abrir las puertas a este “evento” para el cual Maduro ha manifestado pública disposición).

[4] La administración Trump trabaja mucho el entorno regional antes de “actuar”, con Irán ha trabajado a Israel y Arabia Saudita, con Norcorea ha trabajado a Japón, a Seúl, pero sobre todo ha trabajado a China, y ese “actuar” de Trump se podría describir como “evitar los puntos de no retorno”, Trump presiona, ladra, amenaza, pero evita llegar al punto de no retorno, y siempre tiene lista su “contra persuasión” de caricias (algo así como: “Norcorea, gracias al liderazgo esclarecido de Kim Jong-un, podría ser una gran nación”).

[5] Se tiende a pensar que una intervención militar liderada por los EE.UU. se resolvería en horas y encontraría baja o nula resistencia por parte de las fuerzas armadas, no solo regulares sino también las “no convencionales”, y encuentro posible que esto ocurra así. Sin embargo, esta “cobardía” o esta “huida a la carrera” podría representar una seria amenaza con un tiempo de incubación a plazo indeterminado, amenaza que podría significar la inauguración de un ciclo de violencia, de terrorismo y de conflicto civil, que podría llevar décadas erradicar, tal como pasó en Colombia y otros países (en Colombia deberían ponderar este escenario con mucha preocupación).

[6] Joseph M. Humire del “Center for a Secure Free Society” de Washington DC https://www.securefreesociety.org/expert/joseph-m-humire/

3 comentarios:

  1. Federico, muchas gracias por compartir tu análisis sobre la situación. Puede que sea morboso, pero quisiera decir que espero con ansias el desenvolvimiento de todo esto para ver qué harán China, Rusia y EEUU

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    1. Esa "morbosidad" es la del verdadero apasionado de "geopolítica" e "historia", me pasa...

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  2. Pues he sabido que más bien Trump es partidario de que EEUU abandone muchas áreas de influencia por lo menos ha sacado tropas y lo ha ofrecido así a su publico

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