Amigos y seguidores, me costó mucho encontrar por donde
comenzar a explicar todo lo que está pasando en Brasil, porque lo que pasa en
Brasil al igual que lo que está pasando en España, es una situación en donde
confieso que se me dificulta mucho saber ¿por dónde empezar? Lo que pasa es que
Brasil a diferencia de España, y no obstante su tamaño e importancia, pareciera
no tener relevancia, y casi siempre aparece como un mundo aparte, sumergido en
un imaginario muy pero muy reductivo, de país de fútbol, música, carnaval y luz.
Antes que nada, no me voy a ir por un relato al detalle de
todo lo que ha pasado en Brasil desde que Jair Bolsonaro llegó a la
presidencia, y es por una razón, se trata de una ofensiva total, permanente,
incansable, envolvente, en donde se podría afirmar que no ha pasado un solo
día, sin que esta se manifieste en modo asfixiante, sin pausa, créanme, no hay
paralelo con Donald Trump, ni recuerdo nada semejante en la historia, sea
reciente o remota.
Y aunque yo soy el último en sorprenderme de cierta cosas,
la verdad es que he caído en el desconcierto, por la magnitud del ataque contra
Bolsonaro, y más todavía, al constatar en este ataque la más absoluta ausencia
de moral, la más absoluta falta de escrúpulos, un desenfreno que calificar de
demoníaco seria incurrir en un diminutivo. En Brasil se ha superado todo límite,
y no encuentro otra definición que barbarie, es la barbarie terminal de las élites,
terminal en términos de civilización, cultura, sociedad, y de cualquier atisbo
de humanidad. Y esa es la palabra, ausencia de humanidad.
Bueno, me disculpan este desahogo inicial pero no encuentro
otra forma de ponerlos en contexto, para intentar describirles lo que está
pasando, de todas maneras, vamos a comenzar con el comienzo, y el comienzo más
cercano en el tiempo y más relacionado con lo que está pasando en Brasil, es
1964, hace 56 años, cuando las fuerzas armadas le dieron un golpe al presidente
Joao Goulart, otro comunista más, que quería convertir a Brasil en una nueva
Cuba.
El filósofo brasileño Joao de Carvalho, al cual por cierto,
le están montando toda una operación para destruirlo desde todo punto de vista,
para asesinarlo moralmente, desprestigiarlo como intelectual y no contentos con
esto, quebrarlo económicamente, Olavo de Carvalho, ha relatado lo que fue la
dictadura militar que se instauró en Brasil, luego del golpe contra el comunismo,
dictadura militar que duró 21 años, hasta 1985, durante esa dictadura, Brasil
como país, próspero económicamente, también en el aspecto social, pero en este
caso se podría hablar de un avance que siempre estuvo lejos de superar las
enormes desigualdades sociales que se habían acumulado en el tiempo, esto hay
que decirlo, pero no hay duda de que el país vivió una época de paz,
estabilidad, prosperidad y desarrollo como nunca había conocido.
Pero esta dictadura cometió un grave error histórico, y es
que no se opuso no impidió, que la izquierda hiciese su trabajo de hegemonía
cultural, y Olavo de Carvalho nos dice que fue una verdadera entrega, es cierto
que hubo persecución contra cierta disidencia, ciertos grupos, ciertas personalidades,
pero la educación, las universidades, el mundo cultural fue entregado a la
izquierda. ¿y por qué paso algo así?
Bueno, hay un problema con la dictaduras de derecha en Latinoamérica,
y es que persiguen a la política como tal, a la actividad política opositora,
sin entender que el trabajo intelectual, educativo, cultural de la izquierda
también es política, que para la izquierda el trabajo de implantar una
hegemonía cultural, es un trabajo para sembrar y cosechar el verdadero poder, a
las dictaduras de derecha solo les interesa combatir a la oposición política en
términos convencionales, y no entienden que el principal campo de batalla de la
izquierda, es en la cultura.
También porque las dictaduras de derecha confían en que el
grueso de la población, la mayoría de la población es conservadora, en sus
creencias, tradiciones y costumbres y esto en el caso de Brasil es cierto, de
hecho, el triunfo de Bolsonaro sin contar con partido, presupuesto ni
maquinaria es la demostración, y el profeta de este triunfo fue el mismo Olavo
de Carvalho, al afirmar, antes que apareciera Bolsonaro, que si en Brasil
algunas vez surgiese un verdadero candidato de derecha, este ganaría las
elecciones, y eso fue lo que pasó.
Lo que pasa es que el trabajo de hegemonía cultural que hace
la izquierda levanta un sistema, levanta una estructura y además es un trabajo
de expansión constante de ese sistema, de esa estructura, que termina por
extenderse y colonizarlo todo a su paso, es un trabajo que no es solo de base, actúa
en los estratos medios, y actúa también en los altos, conquistando no solo
intelectos, conquista también a las élites, y si se le permite llegar al poder,
la izquierda no persigue a las élites, las compra, a las élites lo que le
importa es conservar su status, siempre ha sido así y esto lo sabe muy bien la
izquierda que las estudia y las conoce, sabe cómo seducirlas, sabe cómo
comprarlas.
Algunas élites quedan fuera del juego, son desalojadas pero
en esa circulación las élites con más apetito y lujuria ascienden, y se crean
nuevas, y al hablar de élites desde luego que me refiero también a las
económicas. Contrario a lo que se piensa la hegemonía cultural de derecha en
muchas partes de Latinoamérica, no es que cala en los estratos superiores, lo
que pasa es que en las élites solo se piensa en status, en posición, hay cálculo,
codicia y oportunismo, la decencia y las buenas costumbres son disfraz, lo que
importa es la reputación, el prestigio y la dominación, sobre todo la
económica, entonces llega un guapetón de izquierda, les perdona la vida, y
estas se bajan las bragas y los pantalones, recuerden siempre que lo importante
es la demolición moral, espiritual, psicológica, cultural y económica de la
clase media, a la cual no se le puede contentar con dádivas o lanzándole un
bolsa de comida como se hace con los pobres, y hablando de pobres.
Señores, la verdadera pobreza de un país es la pobreza de
sus élites, es allí donde se engendra y se perpetua la pobreza moral y material
de una nación, Venezuela es un ejemplo perfecto, Chávez fue un cachorro
adoptado por las élites porque estas creían que podrían tenerlo comiendo de sus
manos, bueno, en Brasil, con sus particularidades, pasó lo mismo.
Bueno, superada la dictadura militar y restablecida la
democracia en Brasil, todos los presidentes que después tuvo Brasil fueron de
izquierda, apoyados por partidos reformistas, centristas o laboristas, y esto
se debe a que las élites, la dirigencia y el aparato cultural, son todos de
izquierda, y cuando ocurría un accidente, como ocurrió con Fernando Collor de
Mello, eso se corregía desde el sistema, además de que el mismo Collor hizo
exactamente lo que no se debía hacer, al aplicar un programa neoliberal de austeridad,
recortes, desregulación y privatizaciones, que siempre, siempre, la facilita a
la izquierda la vuelta al poder, por reseducción de la masa, y si a eso se le
suma que cierta “derecha” latinoamericana sufre de una irresistible propensión
a la corrupción, pues nada, con presidentes así la izquierda sabe que su vuelta
al poder es cuestión de tiempo pero es inevitable, más bien, aprovechan la cura
de oposición, para preparar mejor el terreno y afinar su estrategia.
Bien, aterricemos en el presente, en el aterrador presente
de Brasil, voy a describir a grandes rasgos la ofensiva para luego pasar a la
descripción de las debilidades de Bolsonaro, que es lo que me interesa tratar.
Abrumador, aplastante, total y sin ningún tipo de pudor, disimulo,
piedad y humanidad, es el ataque por saturación que Bolsonaro ha recibido desde
todos los flancos, y cuando hablo de todos los flancos, me refiero tanto al
sistema de poderes formales, institucionales, como al poder fáctico. Desde el
sistema de los poderes públicos tanto el congreso como el STF, el supremo
tribunal federal, se han dedicado a una campaña permanente de obstrucción,
saboteo y amenazas, sin el menor temor de mostrar su lado totalitario y
profundamente antidemocrático, hasta el punto que definir este comportamiento
inyectado de odio como fascismo, me parece que es hasta un poco superficial,
sin duda alguna estamos en presencia de un ejercicio desaforado y sin tapujos
de irracionalidad y violencia institucional, típicos del fascismo, pero
ejecutado mediante un despliegue que a mi modo de ver deja al desnudo una
naturaleza esencialmente mafiosa, de crimen organizado.
Señores, estamos ante un fenómeno de totalitarismo criminal,
patológico, en donde la civilidad solamente quedó como escenografía y
vestuario, con su necesario ritual de corrección política entendiendo la
corrección política en su forma más depurada, que se puede expresar de esta
forma: el “hombre correcto” de izquierda puede, debe acusar de nazi a Bolsonaro,
pero Bolsonaro no puede responder en los mismos términos, porque si lo hace
estaría demostrando que es un nazi, espero que hayan entendido la lógica perversa
y totalitaria del correctismo político, que en Brasil ha llegado a un grado
explícito, pornográfico, asombroso.
Por cierto pónganle un ojo al STF, el Supremo Tribunal
Federal, porque es probable que de allí provenga la estocada final contra
Bolsonaro, bajo forma de impeachment, al parecer el Deep State criminal y
mafioso de Brasil, seleccionó al STF como la némesis de Bolsonaro.
Segundo, Brasil es una república federal, como lo es Estados
Unidos, y por lo tanto los gobernadores de Estado gozan de cierta autonomía con
respecto a la administración central, y aquí se presenta el otro frente político
contra Bolsonaro, el cual aprovechando la crisis sanitaria y económica
provocada por la supuesta pandemia del virus chino, estalló en abierta rebelión
de las gobernaciones contra Bolsonaro, llevando la situación hasta el mismísimo
borde del caos.
Tercero, todo el aparato comunicacional y mediático de
formación de opinión pública, cuya punta de lanza es el consorcio “Globo” pero
no es el único, estamos hablando de televisión, radio y prensa, este aparato se
ha convertido en una verdadera máquina de guerra, de destrucción moral contra
Bolsonaro.
Cuarto, su propio entorno de gobierno, y aquí la ruptura con
su ministro estrella, el ministro de justicia, Sérgio Moro, es el último de una
serie de episodios en donde se puede observar la inexistencia de un bloque monolítico
en el equipo de gobierno, donde en más de una ocasión, se han podido detectar
comportamientos erráticos como el de su propio vicepresidente, el general Hamilton
Mourão, cuyas declaraciones en más de una ocasión han creado mucha perplejidad,
y sospechas nada tranquilizantes, sobre el grado de apoyo real de los militares,
al gobierno de Bolsonaro.
Por cierto, el episodio que llevó a la ruptura de Bolsonaro
con su ministro de justicia, es algo asombroso, Bolsonaro lo único que pidió,
es lo que pediría cualquier presidente de la república de una organización como
la policía federal brasileña, que al igual que su equivalente, el FBI en los Estados
Unidos, se supone que debe ser capaz de suministrar un servicio de inteligencia
interior, actuar como una agencia de inteligencia al servicio del estado, y
esto fue lo que rechazó Sérgio Moro, esto de por sí, debería aclararnos hasta qué
punto Bolsonaro se encuentra aislado y sin defensa, y con parte del aparato del
Estado en contra, situación que por cierto se parece a la que Trump debe
afrontar con respecto al FBI, sospechoso de estar más al servicio del Deep State
que del Estado.
Bien, resumiendo, contra Bolsonaro se han ensañado los
poderes públicos, el legislativo y el judicial, las gobernaciones de Estado, la
inmensa mayoría de los medios de comunicación de masas, y en cierta forma, su
propio equipo de gobierno, y por si esto fuese poco, sumen a todo esto el
frente internacional, cuya hostilidad hacia Bolsonaro quedó muy bien al
descubierto, durante la falsa crisis que crearon con los incendios en el Amazonas,
y hay otro frente, muy importante, la iglesia católica brasileña, iglesia progresista
que se encuentra totalmente alineada con el globalismo y el comunismo versátil,
estamos hablando de una iglesia donde hace décadas manda la teología de liberación,
por lo tanto estamos en presencia de Deep State de izquierda con hegemonía
cultural de izquierda, en alianza con las agendas globalistas de dominación.
Bien, mejor dicho ¡mal!, sigamos, sigamos y vayamos a
describir las debilidades de Jair Bolsonaro.
Uno, la derecha, la derecha en Brasil es una entelequia,
posee una base poblacional en esa mayoría conservadora que eligió a Bolsonaro,
pero carece de construcción ideológica, organización, estructura, visión y programa,
carece de un plan político y aunque parezca asombroso, carece también de un
plan de poder. Ideología, plan político y plan de poder, todavía son asuntos
pendientes en la derecha brasileña, recuerden que Bolsonaro ganó la presidencia
como candidato de un partido, el partido social liberal, que es un partido minúsculo,
sin alcance social, el partido de masas ahora es que Bolsonaro está comenzando
a construirlo, y esto se llevará tiempo, por lo tanto formar militancia no
puede ser la prioridad, hay que actuar de otra manera, organizando lo que se
pueda organizar, para ejecutar activismo territorial y de calle, no queda otra,
y es urgente.
En resumen Bolsonaro no posee piso político, no tiene
partido y carece de alianzas poderosas, es más creo que muchos eventuales
poderosos con ganas de ayudar a Bolsonaro, prefieren mantenerse a la distancia,
al ver el pandemonio que el sistema mafioso está creando para derrocar a
Bolsonaro, es cierto que el mensaje que la nueva derecha brasileña intenta
difundir es “no tengan miedo”, pero ya sabemos que no hay nada más miedoso que
el capital.
Segundo, el apoyo de las fuerzas armadas, se supone que el
militar Bolsonaro llegó al poder con el apoyo de las fuerzas armadas, y no hay
duda que debe existir un sector militar que lo apoya, porque si no fuese así,
la carrera presidencial de Bolsonaro no hubiese llegado hasta donde llegó, y la
presencia de militares en su equipo de gobierno confirma materialmente este
apoyo, aunque habría que ver cuan identificado y leal es este apoyo, porque uno
escucha a militares como el general Mourão, y otros más, y lo que uno escucha
es un mensaje típico de los consensos institucionales que la izquierda crea,
para totalizar mejor su dominación. Por cierto esto ha sido denunciado muchas
veces por Olavo de Carvalho, el cual denuncia a cierto sector militar, como un
sector oportunista, amoral, prácticamente, un sector clientelar del sistema
político de izquierda, con el cual se fue asimilando, incluso ideológicamente.
Ahora bien, al parecer existe un problema aun mayor, y es
que desde que Lula llegó al poder, comenzó a ocurrir una infiltración profunda
en las fuerzas armadas, por parte del comunismo versátil, la agenda comunista
para América latina, administrada y coordinada por el Foro de Sao Paulo, pero
cuyo eje es China. El profesor Osvaldo Bastos, pensador y estudioso brasileño
que lleva años estudiando el sistema de poder de la izquierda en Brasil, ha
llegado a afirmar que es posible que sectores extensos de la fuerzas armadas,
sobre todo sectores medios y también fuerzas de policía, fuerzas del orden, han
sido captadas por el plan “patria grande”, y en su afirmación aporta no solo
argumentación bien sustentada, sino que aporta su propia experiencia en el
mundo militar.
Por lo tanto, existe la posibilidad de encontrarnos con unas
fuerzas armadas divididas también en Brasil, situación que ya describí en el
video anterior sobre “Ruido de sables en los EE.UU.”, donde les expliqué que una
fractura en la fuerzas armadas no significa automáticamente fractura expuesta,
o sea un conflicto abierto, sino que esto puede llevar a lo contrario, o sea, a
la inmovilidad militar, donde los militares viven vigilándose, controlándose y
neutralizándose entre ellos, con sectores de mediación para impedir lo que ningún
militar en el mundo desea que ocurra, que es una confrontación a sangre y fuego
entre ellos.
Ahora bien ¿con esto de los militares qué estoy insinuando? ¿que
al final la solución a la crisis institucional contra Bolsonaro, podría pasar
por una negociación o pacto entre militares? la verdad, es que no dispongo de
los elementos para poder afirmar esto, pero no me sorprendería, sobre todo
porque debe haber conciencia entre los militares que se debe evitar el caos, y
sobre todo un conflicto civil, o una situación de inestabilidad a tiempo
indeterminado provocada por ciertos poderes, mediante aplicación por ejemplo, de
una estrategia de la tensión, basada en atentados, terrorismo, subversión, alteraciones
sin fin del orden público y la paz ciudadana, en donde no me cabe la menor duda
que los chinos podrían meter sus manos, siendo los autores de la teoría de la
guerra irrestricta, una teoría bastante más avanzada que las modalidades de
guerra asimétrica, aplicadas hasta ahora por la subversión americana.
Y esto nos permite aterrizar, en la tercera debilidad del
gobierno de Bolsonaro, y estamos hablando de China, el neoimperialismo
expansionista de China, que tiene entre sus objetivos principales a
Latinoamérica.
Y de los países de Latinoamérica ninguno tan atractivo como
Brasil por sus inmensas riquezas naturales, y no creo que haga falta que me
extienda mucho en esto, recuerden que miembros del gobierno tuvieron que
moderar a Bolsonaro en su discurso sobre China, que no era precisamente un
discurso complaciente y edulcorado.
Bueno, están son las debilidades de Bolsonaro, y creo que
todas son graves y decisivas, ¿y cuál es la fortaleza de Bolsonaro? Su apoyo
popular, pero ese apoyo debe ser organizado y canalizado para que pueda surgir algún
efecto, que sea positivo para nosotros y negativo para el enemigo, y ese es un
arte, y parte de ese arte consiste en saber si conviene o no aplicarlo en determinado
momento, y hasta ahora lo que he visto en cuanto a manifestaciones populares de
apoyo a Bolsonaro, deja mucho que desear, sobre todo porque tal como afirma el
profesor Bastos, habría que andar con mucho cuidado a la hora de lanzar gente a
la calle: antes debe lograrse un mínimo grado de conciencia y dirección para
evitar errores, y aquí agregaría algo, porque una cosa es promover agitación a
favor nuestro, y otra, activar o realimentar el caos que tu enemigo pudiese
estar necesitando, desde el punto de vista del poder, el caos es un provecho
para el que puede, no para el que quiere.
Jair Bolsonaro a mi modo de ver, ilustra mejor que nadie la casi
imposibilidad de derrotar a la izquierda mediante la vía electoral y democrática,
cuando esta logra estructurar un sistema establecido y consolidado de poderes
inmorales. Si a la izquierda se le da la oportunidad, ésta por preparación y
claridad, es capaz incluso en tiempos relativamente breves, de constituir un
sistema de poder profundamente corrupto, un cáncer que hace metástasis e infiltra
a toda la nación, construyendo un andamiaje clientelar que es capilar, asociándose
con toda mafia y todo empresariado depredador, comprando a las elites que para
eso es que están, para ser compradas. en otras palabras, la izquierda cuando
llega a la dominación, siempre termina privatizando al Estado y por lo tanto se
convierte en una tiranía de emperador invisible, donde la democracia es solo
una apariencia, una apariencia de corrección política.
Y para poder derrotar todo esto, para derrotar a la
inmoralidad llevada a un extremo despiadado e inhumano, solo se puede recurrir
a la fuerza, no hay otro modo, lamento mucho tener que decirlo.
Y ya para concluir, a Bolsonaro se le nota incapaz de
reaccionar como debe y puede hacerlo, la verdad es que esta pasividad está
llegando a un punto difícil de entender y justificar ¿será que Bolsonaro está haciendo
como el general Zukov, que dejó avanzar al ejército nazi hasta las puertas de
Moscú? ¿será que tiene un” as bajo la manga”? posiblemente apuntando a la
primera ficha de dominó de una larga fila? y está esperando el momento? o
simple y llanamente, y es lo más probable, llego al límite de su pericia para
manejar la situación, o al límite de las fuerzas que dispone, al menos espero
que si ha de morir, que lo haga peleando, posiblemente junto al pueblo, que al
parecer es lo único que le queda, que Dios nos agarre confesados...
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