Es la fuerza armada bolivariana la obra más acabada de Hugo
Chávez, la que sí pudo concluir antes de morir, su verdadero legado, y es la
culminación histórica de un largo proceso de convergencia natural del
militarismo político venezolano con el comunismo, el sistema político que
consagra un estado de guerra permanente. [1]
Y este proceso comenzó antes de Chávez, años y décadas antes
de que siquiera concibiera la idea de entrar a la academia militar, de hecho en
1971 cuando ingresó, ya se había recorrido largo trecho en el proceso de
infiltración e ideologización del cuerpo militar, proceso conspirativo paciente
pero nunca interrumpido, “sin prisa pero sin pausa” como dice el argot popular.
Sobre el proceso de infiltración de las fuerzas armadas,
primero por el comunismo y luego por el castrismo, especialmente en lo
referente a lo que a la postre sería la vertiente dominante “bolivariana
revolucionaria”, no se ha escrito mucho y se ha leído muy poco. Alberto Garrido
en su imponente investigación, la sitúa a partir de 1957 [2], otros
investigadores la colocan más atrás en el tiempo como una convergencia de
varias concepciones históricas “restauradoras y redentoras” que siempre han
existido en el militarismo político, hasta empatarla con el “ciclo octubrista”
(1945-1948) y más allá con el ciclo andino, un arco que va de 1899 hasta 1982,
año de fundación del MBR-200 [3], y esto no debe sorprender al constatarse
ciertas claves contemporáneas, como la veneración que tuvo Chávez por Cipriano
Castro, y que de hecho encuentra en personajes como el general Jesús María
Castro León, nieto precisamente de Cipriano Castro, y otros como el teniente
coronel Juan de Dios Moncada Vidal, tejido conectivo sólido.
Realmente, nada impide trazar una “línea genealógica” del
militarismo político venezolano que nos remonte hasta el mismo ciclo
independentista (1810-1830), pasando antes por Antonio Guzmán Blanco
(trasladado al Panteón Nacional por Chávez, en gestión de sobrenatural urgencia
en sus primeros días como presidente), pasando por Ezequiel Zamora, faltaría
más, y de allí directo a Simón Bolívar y su gesta sagrada. Desde luego esa
línea estaba perfectamente trazada en la mente de Chávez por mérito
investigativo tanto suyo como de otros, y no es una línea fantasiosa, es un
trazado providencial que viene de lejos y permite justificar la función
inmanente que lo militar cumple -y debe cumplir- en la historia venezolana, en
“el devenir del pueblo”.
Es la necesaria creación de religión militar para poder
fundirse con la religión comunista, y en eso consiste el logro del sincretismo
chavista: solo lo militar liga historia con pueblo y el pueblo debe vivir en
lucha, en guerra permanente, algo que solo puede ocurrir en el comunismo. Este
es el verdadero significado del “patria o muerte”.
Esto es el chavismo militar, concebido para consumo del
sacerdocio militar para la construcción de una fuerza armada “bolivariana”, que
debe ser la expansión sublime de la “Logia del Samán de Güere”, que debe ser el
partido militar que constituya la base del poder “por ahora y para siempre”.
Aquí lo importante, es percibir que el chavismo es una
doctrina que supo construir un ideario paradigmático perfectamente compatible
con el de un militarismo político nunca extinto, que a su vez pudiese confluir
en forma natural hacia la ideología política militarista por excelencia: el
comunismo.
El chavismo militar -en realidad no hay otro, los otros son “tácticos”-
de todos modos refuerza su doctrina con conceptos provenientes del maoísmo y el
fascismo: la guerra popular y la unión cívico militar, por ejemplo, y aquí la
lista podría ser extensa en cuanto a influencias, claramente detectables, las
cuales no constituyen un “batiburrillo” sino un sistema sorprendentemente armónico
que está lejos de haber sido improvisado, y que ha funcionado con comprobada
eficacia en su aplicación al petroestado rentista venezolano, de hecho,
configura un diseño específico gradualista que demuestra conocer muy bien al
país, y desde hace tiempo.
Una construcción meditada y cuidadosa que además está
diseñada para ser insertada como el chip perfecto, en la ranura del
cráneo militar venezolano.
Y que encuentra en el militar Chávez, y en el comunista
Chávez, la coexistencia perfecta.
El asalto al poder de Chávez comienza con un intento de golpe
militar y concluye con la instalación y consolidación del poder militar actual,
pasando por la lección de 2002 que le reafirma su convicción sobre la perenne
debilidad civil y la perenne superioridad militar. Esto le confirmó también un
diseño inicial, que nunca cambiará y que nunca ha cambiado, en donde lo
electoral siempre es solo una “ventana táctica” cuyo aprovechamiento se estrenó,
cuando su movimiento la aprueba en 1997 para el inicio de la conquista, pero
Chávez en ningún momento abandona la estrategia totalitaria y sobre todo, la
tesis principal de la guerra necesaria para llegar a la “ruptura histórica”, a
la revolución: “Vengo a destruir lo existente para crear un nuevo sistema…”
proclama sin tapujos en el libro “Habla el Comandante” de Agustín Blanco Muñoz,
publicado en plena campaña electoral de 1998, la que lo llevaría a la
presidencia por primera vez. [4]
Una vez llegado al poder en 1999, queda por preparar lo
único necesario para la guerra del fin de los tiempos: un nuevo ejército,
institución en donde Chávez ha podido comprobar por años, una predisposición
auspiciosa para metabolizar la “buena nueva”, y a eso dedica todo un esfuerzo
de restructuración, de purga, de selección desde la misma puerta de ingreso, y
mucho lavado cerebral puro y duro, inmoderado y sin clemencia. Proceso con
extensión “táctica” hacia el resto del Estado y la sociedad, mediante intrusión
de lo militar en lo civil, la militarización de la nación, algo en lo cual el
comunismo es maestro.
Y Chávez esto lo comienza rápido, sin pérdida de tiempo, sin
esperar ni siquiera por su constitución, de hecho, a los dos días de tomar el
poder celebra con un imponente desfile militar, el séptimo aniversario de la
intentona de golpe militar del 4 de febrero de 1992.
LA CONSTITUCIÓN MILITARISTA
Desde ese día hasta el presente, es
importante señalar que nunca hubo una corrección de ruta porque una vez más, se
debe recalcar que el diseño está presente desde el inicio y está presente sobre
todo en su instrumento de ejecución más importante: la Constitución de 1999,
cuya convocatoria es su primer acto de gobierno y es el texto fundamental que
consagra el principio clave que se usará para ir a la guerra, contra toda la
construcción republicana y democrática, contra la separación no de los poderes
“burgueses”, sino contra la separación del país civil del país militar que
impide la unión “caudillo-ejército-pueblo”, y este principio clave, muy bien “envaselinado”
en la constitución, es el principio de la “corresponsabilidad entre el Estado y
la sociedad” expuesto en el capítulo II de los principios de SEGURIDAD DE LA
NACIÓN:
Artículo 326:
“La seguridad de la Nación se fundamenta en la
corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil, para dar cumplimiento a
los principios de independencia, democracia, igualdad, paz, libertad, justicia,
solidaridad, promoción y conservación ambiental y afirmación de los derechos
humanos, así como en la satisfacción progresiva de las necesidades individuales
y colectivas de los venezolanos y venezolanas, sobre las bases de un desarrollo
sustentable y productivo de plena cobertura para la comunidad nacional. El
principio de la corresponsabilidad se ejerce sobre los ámbitos económico,
social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar”.
Este articulo más que un principio de “seguridad de la
nación” constituye el eje principista de una nueva doctrina de “seguridad
nacional”, y no se trata de un juego de palabras: se trata de llevar a la
nación a un permanente estado de amenaza (como debe ser todo país comunista).
La “corresponsabilidad” debe constituir la base de la unión cívico militar y es
la tela con la cual se confeccionarán conceptos como “defensa integral” y
“guerra popular”. Finalmente, su aplicación justificará la “ruptura histórica”
derrotando al enemigo interno. En otras palabras, ésta es la base del Estado
totalitario chavista.
“Corresponsabilidad” y “defensa integral” a su vez no son
solo fundamentos de la actual doctrina militar bolivariana, son el verdadero
programa político, el cual dentro del gradualismo programático del “injerto
socialista”, decreta tempranamente el fin de la separación de lo civil y
militar en los cargos del Estado, y planificadamente “sin prisa” debería
rematar en el fin de la separación entre Estado militar y sociedad civil, tal
como se desprende de lo que fue realmente el Estado militar soviético, y lo que
es el Estado militar chino, y el de Vietnam, y sobre todo el ESTADO MILITAR
CUBANO.
Pero esto no es todo, no se trata solo de la ponzoña bien
disimulada del artículo 326, que al convertir todos los ámbitos de
desenvolvimiento y desarrollo de la nación en asuntos que conciernen la
seguridad del Estado, proporciona la base constitucional del tutelaje militar sobre
todos los poderes, en otras palabras, la militarización del Estado.
La constitución de 1999 ahonda la concepción militar al eliminar
la autorización civil para los ascensos de los oficiales superiores y
otorgarles el privilegio del antejuicio de mérito, elimina también la
prohibición del ejercicio simultáneo de la autoridad militar y civil, y muy pero
muy importante, acaba con el carácter apolítico y no deliberante de los
militares y les concede el derecho al sufragio.
LA CONSTITUCIÓN SOCIALISTOIDE
Los que aducen que las palabras “revolución”, “socialismo” y
“comunismo” no están en la constitución, no han entendido que eso está reservado
para otra etapa, mientras tanto, todo lo necesario para preparar el “Estado Social”
está contenido en la “transversalidad” calculadamente no frontal, de virtud
aparentemente inobjetable, que impregna a toda la constitución de 1999.
Hay quienes argumentan que el “Estado Social” de la
constitución del 99 realmente es para llevarnos al corporativismo fascista,
esta tesis sin duda la comparto hasta cierto punto, pero no le veo su acierto total
porque no será el socialismo fascista la meta, y no porque no “les funcione”, la
meta será el comunismo porque ya existe un comunismo “actualizado” que es
perfecto: es el “comunismo versátil” tal como lo enseñan los chinos deslumbrando
al mundo con “un país, dos sistemas”, algo que al Estado rentista venezolano le
calza primorosamente, pues en el fondo, eso es lo que ha sido desde hace
décadas.
Conciudadanos, ésta es la
constitución que toda la oposición al “gobierno de Maduro”, no solo la agrupada
en la “mesa de la unidad democrática” (MUD), nos pide defender.
Pero volvamos a lo militar.
Mientras tanto, puesto ya el “seguro” y cerrado el cerrojo
de seguridad nacional que representa la fuerza armada bolivariana, todo se
reduce a administrar el “caos civil” destructivo y autodestructivo del país, caos
propiciado por el mismo régimen para avanzar en sus planes, y que oficialmente
es descrito como una rebatiña entre “meros civiles” por el reparto y el
mantenimiento de sus estatus viejo-burgueses y neo burgueses (los civiles con
sus cosas como siempre).
Una situación coyuntural que confirma el general Vladimir
Padrino, Ministro de la Defensa y Comandante Estratégico Operacional de la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana (el verdadero jefe del Estado militar
venezolano), en entrevista reciente [5]:
“Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa, expresó
que los problemas de los venezolanos deben resolverlos los políticos. Considera
que no habrá una solución por la vía militar.
“Este es un problema que lo van a resolver los políticos.
No es por la vía militar que se va a resolver, no es en la Conferencia
Episcopal Venezolana, no son los empresarios”, dijo Padrino López en una
entrevista a Televen.
A juicio del militar, los políticos venezolanos deben
reconocerse, respetarse, dialogar y negociar para llegar a un acuerdo de
convivencia”.
Esto no debe significar otra cosa que, el chavismo “sin
Chávez, pero con legado”, el “chavismo democrático” en otras palabras, podría
llegar perfectamente a un consenso con su oposición oficial, un pacto de
reconocimiento mutuo, cohabitación pacifica e impunidad, que también deberá
funcionar para acceder (muy importante) a una mayor pluralización del reparto,
dentro de una lógica mutualista/comensalista de preservación del ecosistema
rentista y de preservación de “oposiciones” que realimenten al sistema de
dominación cultural.
Y esto podría contar con apoyo nacional, con apoyo interno,
desde la MUD y el “chavismo crítico”, y algo crucial, contará seguramente con
apoyo externo desde la izquierda internacional, en otras palabras, desde la
progresía y la corrección política globalizadas, sistemas altamente interesados
en evitar cualquier caída en desprestigio del “Legado de Chávez” y eventuales
“gorilismos militares fascistas” (un golpe militar aguafiesta).
Y desde “la derecha”, o sea desde el establecimiento
estadounidense bipartidista, también se podría encontrar apoyo, sobre todo en
los promotores de una actualizada tesis “patio-traserista” que dictamina que la
prioridad para Venezuela (y la región) debe ser la estabilidad política, la
“PAZ”, tesis cuya novedad consiste en que puede darse con o sin un our son
of a bitch. Pragmatismo que obedecería sobre todo a la necesidad de evitar
enojosos flujos de inmigración, pero también para evitar un revoltijo de
prioridades geopolíticas cuya compleja explicación, trasciende el propósito de
este artículo.
Aquí lo importante es que se decida lo que se decida, nadie
podría tocar lo militar, o sea nadie podría tocar al verdadero poder, so pena
de echarlo todo a perder, una “inmaculada transición” se cuidaría de hacerlo,
tan es así que desde ya tanto la MUD como la Asamblea Nacional solo le piden a
la fuerza armada “que no se pasen a la oposición, sino a la constitución”, lo cual no significa otra cosa que “podrán
seguir siendo, la fuerza armada chavista”.
Se estaría así repitiendo de alguna forma, la historia (¿o
la metodología?) de la “transición democrática” nicaragüense, en donde se
permitió una pluralización “libre” durante tres períodos constitucionales, 17
años, un proceso de gatopardiana alternabilidad que al impedir la extirpación
de raíz del sandinismo, fatalmente culminó con el retorno de Daniel Ortega.
Estimados lectores, aquí no hay salida posible con la clase
política actual “de lado y lado” pues no bastará con cambiar al chivo
expiatorio Maduro: aquí hay que acabar con el Estado chavista y el Estado
rentista por igual, y con el modelo de sociedad y de hegemonía cultural que
deriva de ese ecosistema.
Pero el “chavismo real”, el armado, el verdadero legado, el
verdadero poder, el partido militar, “el seguro y reserva” de la patria, ese
solo podrá ser vencido y desalojado por los mismos militares, no hay vía civil
que valga, ni valdrá.
Aquí lo único que procede es LA EXTINCIÓN DEL CHAVISMO, por su
expulsión total del poder, de la vida política y la prohibición de su
activismo, y sobre todo, por destrucción de su ecosistema: el Estado rentista,
porque si no lo hacemos así a la primera oportunidad volverán a saltar a
nuestra yugular.
Alemania así lo hizo con su destructor, el nazismo, con el
juicio de Nuremberg, con la “desnazificación” del país, con la prohibición del
partido, sus símbolos y la persecución criminal a prófugos y cultores, no estoy
pidiendo algo inédito.
Ni algo imposible.
[3] MBR-200: el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 fue la
organización cívico-militar, clandestina y subversiva, fundada por Hugo Chávez Frías, Raúl Isaías Baduel y otros militares comunistas (Logia del Samán de Güere) en 1982.
[4] “Habla el Comandante
Hugo Chávez Frías”, Agustín Blanco Muñoz, Fundación Cátedra Pío Tamayo de la
UCV, Caracas, 1998.
[5] “Padrino López: Los
políticos deben resolver los problemas, no los militares”, Diario El Nacional,
28.5.2017: