Las redes sociales en Venezuela desde hace días hierven en
polémica con respecto a la pertinencia ¿política? ¿moral? de sacarse o no “el
carnet de la patria”, decisión personal o individual que no puede ser impuesta
como decisión política, dada la absoluta carencia de fuerza de todos los bandos
involucrados, tanto el de la oposición oficial como el de la oposición radical,
o resistente, o como se le quiera llamar.
Lo que salta a la vista es el torneo digital aislado del
país, frente a un acto, el de sacarse el carnet de la patria, que dada las
condiciones absolutamente desesperadas en las cuales se encuentra gran parte de
la población, por necesidad de procurarse alimento, medicinas o acceso a
cualquier servicio, siempre será una decisión PERSONAL, y aquí lo que parece
increíble es que la discusión no parte de este hecho, sino parte de posiciones
supuestamente oportunistas (la oposición oficial) o de posiciones principistas,
incluso heroicas (la oposición radical).
¿Se habrá dado cuenta la oposición oficialista que quien
NECESITA sacarse el carnet de la patria, no lo hará nunca para incorporarse a
una supuesta “estrategia de saturación” para hacer colapsar al Estado, sino que
lo hará, por ejemplo, obedeciendo a la urgencia estrictamente individual de
obtener un medicamento para su hijo? ¿Y que la mayoría de estos carnetizados se
soñaran de reclamar o protestar por temor a quedar fuera, definitivamente excluidos
de todo soporte?
Y menos que menos se irán a protestar “carnet en alto” por
instrucciones de una clase micropolítica que no representa a nadie, y que más
bien sólo podrá pescar votantes incautos, en la medida que ofrezca alguna
promesa demagógica que jamás llegará a contradecir al carnet de la patria y
esto pueden apostarlo: estamos hablando de la misma porquería de “oposición”
que ofreció “la tarjeta mi negra” como la gran promesa electoral en 2006.
¿Se dará cuenta la oposición radical que por las mismas
razones, quien se saca el carnet de la patria no está renunciando a ninguna
“dignidad”, en nombre de ningún “valor patriótico”, sino que lo hace por mero
acto de supervivencia y que llegado a este punto decirle a esta persona que lo
suyo es un acto de “sumisión”, es al fin y al cabo la más monumental de las
hipocresías, una hipocresía del tamaño de un país que de impotencia pura, se
dejó llevar a esta situación sin nunca haber logrado nada para hacer retroceder
al poder, ni por un milímetro?
¿Qué le están pidiendo a la sociedad estos dos grupos?
¿actos de astucia? ¿actos de heroísmo? ¿una certificación de “viveza” (saca tu
carnet para poder exigir tus derechos)? ¿o una certificación de patriotismo
(cédula si, carnet no)? Cuándo ninguno de los dos ha mostrado la menor eficacia,
salvo para crear un país de derrotados en mil batallas ficticias, de elecciones
y calle, en donde a la gente se les arrojó directo al fraude, como fue el
plebiscito del 16 de julio de 2017 (el peor fraude posible), o a la muerte,
como ocurrió en las “gestas desde el asfalto” de 2014 y 2017, sin que nunca
pero ni por un segundo, asomara la menor posibilidad de crear una crisis, un
impasse, un “contra-caos” políticamente aprovechable (salvo para micropolíticos
de todo pelaje).
¿Con qué cara nos llaman una vez más a la “obligación de
exigir derechos” o al sacrificio de privaciones al borde del abismo, esta
cuerda monumental de inútiles, incapaces de paso, tanto los oficialistas como
los radicales, de asumir la menor responsabilidad por el fracaso colosal,
estrepitoso y también sangriento de todas, absolutamente todas sus acciones?
Dos sectores de oposición uno falso, el otro torpe,
empecinados en la máxima idiotez política, la de pretender que la población,
sumergida hasta el cuello en el tremedal venezolano, sea la que se amolde a sus
visiones gloriosas, planes invencibles y consignas de pacotilla, porque si no
(y ahí viene la amenaza, la sentencia fatídica): “el venezolano no sirve para
nada, no pide libertad, protesta con el estómago, perdió los valores y se
merece lo que le está pasando”. Sentencia que siempre es la máxima demostración
de esterilidad, de incapacidad, de distancia de la realidad.
Esta infatuación imperdonable, que se sublima en un
supremacismo moral inflamado e hipersensible por parte de quienes deberían
bajarse de todo pedestal y orientar EN LA REALIDAD, y hacerlo siempre en
dirección hacia la preservación y no la inmolación, respetando la esperanza en
cuanto sentimiento vital irrenunciable, y no mercadería inagotable con la cual
traficar, este extravío inmaculado ante dramas que son de vida o muerte, este
impecable aislamiento “de conciencia” y creencia en una “perfección ciudadana”
en medio de la destrucción, el salvajismo y la anomia, déjenme decirles que todo
esto se parece mucho a un comportamiento de casta privilegiada de un régimen
totalitario, que en el caso de la oposición oficial, de más está decirlo, es la
ambición que anima a esa clase micropolítica y sus cortesanos y vestales.
Pero cuidado, porque en estos días, y ante la incomprensión
casi general que se observa en todas partes ante lo que es un problema
INMEDIATO de supervivencia, como lo es el del carnet de la patria, pareciera
que ciertas pulsiones de pureza e iluminación, aspirantes todas a una futura
nomenklatura, están surgiendo también en quienes deberían constituir la porción
pensante de la oposición radical, la cual, el día que deje de ser vulgarmente
realista para convertirse al canto épico, se habrá convertido en otra expresión
de decadencia irremediable.
En vez de concientizar en la dirección correcta se opta por
la fuga onírica, porque lo primero que se le debería explicar a la gente, es que
el carnet de la patria no es un mera tarjeta de uso múltiple: estará conectada
a un sistema de identificación, control y “tracking” el cual YA EXISTE para
todos y cada uno de nosotros, un sistema de vigilancia del cual no se puede ni
se podrá escapar viviendo adentro, y solo parcialmente viviendo afuera
(servicios consulares, bancarios, de envíos y remesas por ejemplo), y que ese
sistema al desarrollarse controlará nuestras vidas cotidianas, nos entreguen o
no el carnet, lo aceptemos o no, y de nada servirá que lo quememos en una pira
heroica de reafirmación nacionalista, todos elevando sus inútiles cédulas al
cielo, en acto que no reafirmará nada, salvo el despiste, para no decir el
descarrilamiento de la realidad.
Desde luego, ¿qué más se puede esperar de una sociedad de
poetas muertos que cree que el anonimato en las redes sociales ¡LOS PROTEGE! y “es
indispensable para orientar y dar anuncios cruciales sobre próximas acciones” ¡¿pero
bueno señores qué es esto?! ¿Idiotez en estado puro? ¿Infantilismo?
¿Masturbación colectiva?
Para el tipo de acciones que una verdadera oposición de
conspiración y resistencia al Estado chavista debería emprender, sean estas
acciones pacíficas, de fuerza o violentas, a la escala que sea, que la gente se
saque el carnet de la patria NO INFLUYE NADA, las precauciones a tomar por
parte de la insurrección deben ser otras, donde la discreción, el sigilo, la
clandestinidad deben aplicarse según un diseño, una planificación, una
estratificación que al enemigo le resulte difícil de descifrar y descodificar
¿será tan difícil de entender algo tan elemental?
Más bien negarse al carnet de la patria lleva al
debilitamiento, al aislamiento, a la auto-guetización, al auto-asedio, al
auto-desgaste, y a una fácil identificación y localización de “los sospechosos”,
más aún en un campo de batalla donde el enemigo domina todas las fuentes de
abastecimiento, todas las líneas de sustento vital ¿será posible que esto no
les dice nada? ¿será posible que esto no les dice que la línea de acción por
mucho tiempo no podrá ser la de la confrontación abierta, frontal, a cielo
abierto? ¿Que para materializar actos masivos de desobediencia (necesarios
llegado el momento) no basta con mensajitos épicos desde las redes sociales,
que en la mayoría de los casos, son enviados no por “guerreros o guerreras de
la luz” sino desde el mismo enemigo, con el fin de monitorear reacciones,
movimientos, identificar conexiones, relaciones, nodos, delimitar zonas, medir
niveles de organización, para “perfilar y mapear”?
NOTAS:
Para los que piden propuestas, aquí repetiré las mías una
vez más, y son propuestas no planes, el que tenga un “plan” de todos modos no
debe mostrarlo, el que tenga un plan y lo muestra, o anda en algún ejercicio
ególatra, o anda en una campaña subrepticia, o es un idiota (puro y duro), o es
el enemigo aprovechándose de los idiotas (y de los ególatras).
Las agendas de una oposición de resistencia, conspirativa e
insurreccional, deben ser dos, una pública y la otra debe ser estrictamente
secreta.
La agenda pública debe ser exclusivamente civil, y consiste
en organizar y capitalizar todas las operaciones políticas, diplomáticas,
legales, mediáticas, sociales y culturales, que puedan materializarse en
acciones de denuncia, repudio, desprestigio, desconocimiento, aislamiento,
sanción, persecución, disidencia y desobediencia, todas operaciones que deben
ser pacíficas y NO EXPONER VIDAS.
La agenda secreta es civil y militar, y debe ser de
infiltración, inteligencia, saboteo, conspiración y guerra, debe materializarse
en acciones de guerra asimétrica (resistencia propiamente dicha) en lo
preparatorio, y proceder a una intervención y golpe en su fase final, es una
agenda que no puede ser pacífica, y por lo tanto, tampoco debe ser difundida.
No hace falta explicarlo.
Hará falta un ente central, una clásica junta capaz de
coordinar y dirigir todo eso, y esa junta podría tener una fachada pública,
incluso institucional, algo que se deberá plantear y discutir con sumo cuidado,
tomando en cuenta este mundo de comunicación y conectividad universal al
alcance de buenos, malos, y tontos, sobre todo porque lo importante será la actividad
secreta.
La lucha que deberemos emprender NO DEBE ser
“representativa”, no tiene por qué ser “unitaria”, porque no será un asunto de
representación ni de “legitimidad de origen”, sino de determinación y
reconocimiento ante los que deberán hacer la guerra.