miércoles, 18 de septiembre de 2019

De Trump a Bolton: I Am The Walrus



(Breviario para comprender a Trump)

El pasado 10 de septiembre Donald Trump anunció la salida de John Bolton de su cargo como Consejero de Seguridad Nacional, agradeciendo sus servicios pero también admitiendo públicamente que estuvo en “fuerte desacuerdo con muchas de sus sugerencias”.

En realidad, se trata de la caída más telegrafiada de la historia, de hecho, la acumulación de “desacuerdos” con Bolton fue asombrosa, casi rozando el sabotaje todo el tiempo, algo que fue notorio en casos como el de la cumbre de Hanoi y en el supuesto encuentro que Trump debería haber sostenido con los talibanes en Camp David.

Con respecto al caso venezolano, lo primero que se debe señalar es que la principal fuente de contradicciones, confusión y ruido proviene de ese balde de cangrejos que es la mismísima “oposición” venezolana, “unida” en torno a no menos de 40 aspirantes a la sucesión de Maduro, tal como lo señaló el Secretario de Estado Mike Pompeo, el pasado 7 de junio [1]

Si se logra aislar lo episódico, en la línea que los EE.UU. sostienen con respecto a Maduro se puede percibir que Trump siempre mantuvo un derrotero de aplicación progresiva y acumulativa de sanciones hasta llegar al eventual bloqueo o embargo [2], algo que ha caracterizado claramente su “approach” no solo con respecto a Venezuela, porque también esa ha sido la línea de su administración en casos como el de Norcorea, Irán, Turquía, etc.

En cambio, la línea Bolton que se podría denominar “todas las opciones están sobre la mesa”, tuvo como expresión, aparte de la travesura naíf de las “5.000 troops to Colombia”, la farsa monumental del fallido “regime change” escenificada el 30 de abril [3], algo que ahora se sabe que enfureció a Trump.

(y este servidor no descarta la posibilidad que, ante el riesgo de hacer el ridículo internacional, fuese Vladímir Putin el que le ofreció a Trump la oportunidad de salvar la cara: “Donald, diles que fui yo el que saboteó la salida de Maduro”)

De todos modos, solo puedo sentir conmiseración para cualquier país que trate de solucionar la tragedia venezolana, sin entender que la supuesta oposición venezolana “unida”, no tiene la menor intención de alterar el ecosistema rentista venezolano y solo busca un nuevo pacto de consenso, repartición y alternabilidad con el chavismo-sin-Maduro.

¿Por qué Bolton?

La verdadera pregunta es: ¿por qué Trump termina rodeado por personajes como Bolton y Pompeo, que sostienen una posición diametralmente opuesta a su política exterior, un hecho que se ha manifestado con claridad en varios episodios?

La respuesta podría ser que nos encontramos ante la aplicación metódica de una modalidad “estilística”, la evidencia nos dice que la diplomacia de Trump es “bifásica” y solo en apariencia es contradictoria: agrede de entrada para descolocar a su interlocutor, es su forma de medir al contrincante, pero siempre apunta a la negociación, y cuando llega a esa fase desea aparecer solo (y con alguien como Rex Tillerson, otro negociador-emprendedor, tenía que compartir el mérito).

Bolton y Pompeo "corean" a Trump en la fase inicial de su aproximación agresiva. Son buenos ladrando, incluso más que el jefe.

Luego Trump se separa, mejor dicho se adelanta, e inicia como solista su fase de galanteo y negociación, el problema es que Bolton al final no se paraba y seguía ladrando y hasta tirando a morder.

Esto se vio una y otra vez.

Me temo que uno de los descubrimientos de Trump, es el "agua tibia" de que el establecimiento político no es como antes, es desechable, y lo vea como algo ventajoso, algo que se puede aprovechar siempre y cuando pueda mantener cierto nivel de agitación, de “mareo” en el statu quo.

Trump, un caos intencional y coherente

La coherencia de Trump es muy distinta de la del político estándar que al llegar al poder se “centra” y busca cierto consenso “pro-gobernabilidad”, las razones de esta actitud pueden ser múltiples, comenzando por la más obvia: Trump no es político de carrera mucho menos un diplomático, es un hacedor, un emprendedor, ducho en las artes del riesgo y la pelea frontal y en aquello que el filósofo y matemático Nassim Taleb denomina “skin in the game”.

De hecho, no existe un Trump empresario y un Trump presidente como entidades separadas o "agónicas". Trump nunca ha sido ni nunca será un "funcionario", en el sentido de "dependiente" o "subalterno" de cierto establishment (menudo dolor de cabeza para el ecosistema de poder en Washington) y solo en este sentido se puede clasificar como un gobernante “antisistema”, aunque se trate más bien de un conservador que desea restablecer ciertos valores, cierta tradición “americana”, esa que muchos republicanos corporativos comenzaron a perder hace mucho tiempo.

Trump no llega al poder sobre una plataforma sólida, porque lo hace aterrizando a la fuerza sobre la cubierta del portaviones republicano, ante la perplejidad de tripulantes y oficiales, muchos de los cuales nunca lo aceptarán por una razón: le temen a la activación de un proceso de circulación de las élites que los lance por la borda sin miramientos, un proceso “wild” cuyo desarrollo no pueda ser controlado por el Deep State o el sistema bipartisan, y sobre todo, uno que se instaura en un ambiente de caos provocado por el mismo intruso, el cual muestra destreza antifrágil al crearlo, agitarlo, y “surfear el oleaje”.

Siguiendo con esta lógica irritante, el irrespeto de Trump por la estabilidad de su equipo de gobierno se podría deber a que está obligado a pescar sus colaboradores dentro de las peceras del “sistema”, el cual solo puede ofrecer ciertos perfiles funcionariales normalizados, ninguno de los cuales es compatible con las exigencias pragmáticas de Trump, de eficacia ejecutiva medible en dividendos concretos, Trump no desea virtuosismos políticos, necesita productividad tangible que no puede valorarse según parámetros “institucionales”.

Trump, guerrero pero solo en sus guerras

Trump entre sus promesas electorales, anunció poner fin a las “endless wars” como han resultado ser las de Afganistán y oriente medio, costosísimos fracasos históricos cuyas consecuencias pesarán mucho en el futuro, y la perspectiva de una confrontación con Irán, contraria a cierta “lógica Netanyahu” hace presuponer que esta podría ser “la madre de todas las guerras sin fin”, pues no se trataría de enfrentar solamente a los persas, y al llamado a la lucha podría responder una extensa red de milicias chiítas que se extiende por Siria, Irak, Líbano, hasta llegar a los rebeldes Houthi en Yemen.

Trump ha demostrado con persistencia no ser un “Neocon” como Bolton, al cual supuestamente le interesa imponer “la paz y la democracia” mediante acciones de policía internacional y protectorado, y mucho menos se encuentra bajo los efectos de la seducción globalista liberal, más bien, ha manifestado su total contrariedad a este esquema al promover una “guerra comercial” con el resto del mundo pidiendo “acuerdos justos” en contraposición al libre comercio no borders. El único aspecto donde se podría apreciar cierta coincidencia entre Trump y los “neocon”, es en el poco respeto que sienten por organizaciones y tratados multilaterales.

John Bolton hasta cierto punto resultó ser muy funcional para la diplomacia “bifásica” de Trump, pero en vista de la campaña 2020, y para poder enfrentar lo que será una verdadera guerra política nacional, seguramente no exenta de suciedades y situaciones altamente tensas, necesitará un equipo de mayor consenso y compromiso, y preservar una línea de estricto cumplimiento programático. En este contexto, ceder ante los halconismos incontrolables de Bolton hubiese sido más que contraproducente, no solo ante el frente interno sino ante su mismo entorno y su electorado de base.

En otras palabras, la campaña presidencial de 2020 necesita realinearse con la triunfal de 2016, para ello será necesario mantener la cuadratura en ciertos asuntos que han sido fundamentales en el discurso y ejecutoria de Donald Trump, el cual hasta ahora ha mostrado una admirable coherencia entre sus facetas como candidato 2016 y como presidente, y esta conexión no se trata solamente de un caso de gestión en plan de candidatura presidencial permanente, pues la misma se corresponde con la existencia de un claro hilo conductor que se ha vuelto consustancial con su mandato, y ese hilo conductor se sustenta en la visión política y geopolítica de su exasesor y estratega Stephen K. Bannon, una visión que se centra en un escenario de necesaria e ineludible confrontación nacional de las clases trabajadoras y medias contra el establishment, contra ciertas élites políticas, financieras, empresariales, y en el plano internacional, en una confrontación de occidente (las clases trabajadoras y medias de occidente) contra China, “el peligro número 1”, “the greatest existential danger". [4]

Volviendo a la cuestión del despido de Bolton y de lo que esto podría significar, más allá del supuesto problema de su reemplazo, no está de más recordar que la figura del “National Security Advisor” (el cargo que ostentaba Bolton) así como la del “National Security Council”, son instituciones de burocracia imperial nacidas en los albores de la guerra fría, verdaderos armatostes que no compaginan mucho con la tendencia no intervencionista y antiglobalista de Trump y su doctrina “America First” (en el fondo doctrina Bannon) que en política exterior pone igual énfasis en los intereses de EE.UU. como nación y como bloque o polo de poder global, una política que por primera vez en mucho tiempo, pone en particular relieve la cuestión de las amenazas internas, y en fin, una política que intenta replantear la cuestión capital vs. trabajo para recuperar la fe de la clase trabajadora en el sistema, y recomponer su adhesión/cohesión política frente a lo que a nivel popular, se percibe como el secuestro de la nación por parte de una oligarquía elitesca y globalizada.

Y este último punto que podría no parecer un punto de política exterior, en realidad si tiene relación al tratarse de un problema que tiene ver con las empresas estadounidenses que han establecido sus fábricas en otros países como China o México, dejando a un amplio sector proletario sin fuentes de empleo, un problema que enfrenta directamente a la administración Trump con la globalización y sus prácticas de abaratamiento competitivo de la mano de obra, exactamente, el “modo chino” que amenaza con empobrecer, no solo económicamente, a todas las clases trabajadoras y medias de EE.UU. y en general de occidente, algo que coincide totalmente con uno de los principales postulados de la “doctrina Bannon”.

(disculpen el excursus, pero lo consideraba necesario para mostrar que en la doctrina de Steve Bannon, y por lo tanto en Donald Trump, política y geopolítica se encuentran profundamente entrelazadas)

Notas finales

¿Quién sustituirá a Bolton? dejo a los “informados” la cuestión, sin duda, deberá ser alguien que sin ser necesariamente un personaje de “bajo perfil”, por lo menos no repita las situaciones de discordancia pública que se crearon con este peculiar personaje, y su inclinación al exhibicionismo y a revoltosas “filtraciones” a la prensa.

Ahora bien, con respecto a posibles vuelcos de Trump en cuanto a su propensión a la no intervención, solo quedará esperar por el lanzamiento de su versión 2.0 solo posible si gana la reelección, y de ocurrir este cambio, la única posibilidad a la cual se le podría otorgar cierta factibilidad es que se movilice de alguna forma en contra de Irán, nación que junto con China y Turquía, al decir de Bannon podrían conformar el verdadero “eje del mal contra la civilización judeo-cristiana”.

[1] "Nuestro problema, que es mantener a la oposición unida, ha resultado ser endemoniadamente difícil […] en el momento que Maduro se vaya, todos levantarán sus manos y [dirán] 'aquí estoy, soy el próximo presidente de Venezuela'. Serían más de cuarenta los que se creen el legítimo heredero de Maduro".

Al respecto sugiero consultar en mi blog el artículo: “En Venezuela nunca hay tiempo (La Farsa, Episodio 4)” del 8 de junio de 2019.

[2] La estrategia de Trump con respecto a Venezuela, una estrategia ligada a la eventual conformación de un bloque con Colombia y Brasil, la expliqué en mi blog en el artículo: “Trump y Guaidó ¿cada uno por su lado?”, del 8 de agosto de 2019.

[3] Al respecto sugiero consultar en mi blog el artículo: “El insoportable teatrino de la crisis venezolana (La Farsa, Episodio 3)” del 16 de mayo de 2019. 

[4] Prometo en un próximo artículo, tratar el tema de la visión política y geopolítica de Steve Bannon, clave en Donald Trump y clave también en ciertos acontecimientos que se están dando en Europa, y hasta en el Vaticano.