jueves, 22 de junio de 2017

La Fuerza Armada, el verdadero legado de Chávez (El Minotauro Militar, Parte 2)


Es la fuerza armada bolivariana la obra más acabada de Hugo Chávez, la que sí pudo concluir antes de morir, su verdadero legado, y es la culminación histórica de un largo proceso de convergencia natural del militarismo político venezolano con el comunismo, el sistema político que consagra un estado de guerra permanente. [1]

Y este proceso comenzó antes de Chávez, años y décadas antes de que siquiera concibiera la idea de entrar a la academia militar, de hecho en 1971 cuando ingresó, ya se había recorrido largo trecho en el proceso de infiltración e ideologización del cuerpo militar, proceso conspirativo paciente pero nunca interrumpido, “sin prisa pero sin pausa” como dice el argot popular.

Sobre el proceso de infiltración de las fuerzas armadas, primero por el comunismo y luego por el castrismo, especialmente en lo referente a lo que a la postre sería la vertiente dominante “bolivariana revolucionaria”, no se ha escrito mucho y se ha leído muy poco. Alberto Garrido en su imponente investigación, la sitúa a partir de 1957 [2], otros investigadores la colocan más atrás en el tiempo como una convergencia de varias concepciones históricas “restauradoras y redentoras” que siempre han existido en el militarismo político, hasta empatarla con el “ciclo octubrista” (1945-1948) y más allá con el ciclo andino, un arco que va de 1899 hasta 1982, año de fundación del MBR-200 [3], y esto no debe sorprender al constatarse ciertas claves contemporáneas, como la veneración que tuvo Chávez por Cipriano Castro, y que de hecho encuentra en personajes como el general Jesús María Castro León, nieto precisamente de Cipriano Castro, y otros como el teniente coronel Juan de Dios Moncada Vidal, tejido conectivo sólido.

Realmente, nada impide trazar una “línea genealógica” del militarismo político venezolano que nos remonte hasta el mismo ciclo independentista (1810-1830), pasando antes por Antonio Guzmán Blanco (trasladado al Panteón Nacional por Chávez, en gestión de sobrenatural urgencia en sus primeros días como presidente), pasando por Ezequiel Zamora, faltaría más, y de allí directo a Simón Bolívar y su gesta sagrada. Desde luego esa línea estaba perfectamente trazada en la mente de Chávez por mérito investigativo tanto suyo como de otros, y no es una línea fantasiosa, es un trazado providencial que viene de lejos y permite justificar la función inmanente que lo militar cumple -y debe cumplir- en la historia venezolana, en “el devenir del pueblo”.

Es la necesaria creación de religión militar para poder fundirse con la religión comunista, y en eso consiste el logro del sincretismo chavista: solo lo militar liga historia con pueblo y el pueblo debe vivir en lucha, en guerra permanente, algo que solo puede ocurrir en el comunismo. Este es el verdadero significado del “patria o muerte”.

Esto es el chavismo militar, concebido para consumo del sacerdocio militar para la construcción de una fuerza armada “bolivariana”, que debe ser la expansión sublime de la “Logia del Samán de Güere”, que debe ser el partido militar que constituya la base del poder “por ahora y para siempre”.

Aquí lo importante, es percibir que el chavismo es una doctrina que supo construir un ideario paradigmático perfectamente compatible con el de un militarismo político nunca extinto, que a su vez pudiese confluir en forma natural hacia la ideología política militarista por excelencia: el comunismo.

El chavismo militar -en realidad no hay otro, los otros son “tácticos”- de todos modos refuerza su doctrina con conceptos provenientes del maoísmo y el fascismo: la guerra popular y la unión cívico militar, por ejemplo, y aquí la lista podría ser extensa en cuanto a influencias, claramente detectables, las cuales no constituyen un “batiburrillo” sino un sistema sorprendentemente armónico que está lejos de haber sido improvisado, y que ha funcionado con comprobada eficacia en su aplicación al petroestado rentista venezolano, de hecho, configura un diseño específico gradualista que demuestra conocer muy bien al país, y desde hace tiempo.

Una construcción meditada y cuidadosa que además está diseñada para ser insertada como el chip perfecto, en la ranura del cráneo militar venezolano.

Y que encuentra en el militar Chávez, y en el comunista Chávez, la coexistencia perfecta.

El asalto al poder de Chávez comienza con un intento de golpe militar y concluye con la instalación y consolidación del poder militar actual, pasando por la lección de 2002 que le reafirma su convicción sobre la perenne debilidad civil y la perenne superioridad militar. Esto le confirmó también un diseño inicial, que nunca cambiará y que nunca ha cambiado, en donde lo electoral siempre es solo una “ventana táctica” cuyo aprovechamiento se estrenó, cuando su movimiento la aprueba en 1997 para el inicio de la conquista, pero Chávez en ningún momento abandona la estrategia totalitaria y sobre todo, la tesis principal de la guerra necesaria para llegar a la “ruptura histórica”, a la revolución: “Vengo a destruir lo existente para crear un nuevo sistema…” proclama sin tapujos en el libro “Habla el Comandante” de Agustín Blanco Muñoz, publicado en plena campaña electoral de 1998, la que lo llevaría a la presidencia por primera vez. [4]

Una vez llegado al poder en 1999, queda por preparar lo único necesario para la guerra del fin de los tiempos: un nuevo ejército, institución en donde Chávez ha podido comprobar por años, una predisposición auspiciosa para metabolizar la “buena nueva”, y a eso dedica todo un esfuerzo de restructuración, de purga, de selección desde la misma puerta de ingreso, y mucho lavado cerebral puro y duro, inmoderado y sin clemencia. Proceso con extensión “táctica” hacia el resto del Estado y la sociedad, mediante intrusión de lo militar en lo civil, la militarización de la nación, algo en lo cual el comunismo es maestro.

Y Chávez esto lo comienza rápido, sin pérdida de tiempo, sin esperar ni siquiera por su constitución, de hecho, a los dos días de tomar el poder celebra con un imponente desfile militar, el séptimo aniversario de la intentona de golpe militar del 4 de febrero de 1992.

LA CONSTITUCIÓN MILITARISTA

Desde ese día hasta el presente, es importante señalar que nunca hubo una corrección de ruta porque una vez más, se debe recalcar que el diseño está presente desde el inicio y está presente sobre todo en su instrumento de ejecución más importante: la Constitución de 1999, cuya convocatoria es su primer acto de gobierno y es el texto fundamental que consagra el principio clave que se usará para ir a la guerra, contra toda la construcción republicana y democrática, contra la separación no de los poderes “burgueses”, sino contra la separación del país civil del país militar que impide la unión “caudillo-ejército-pueblo”, y este principio clave, muy bien “envaselinado” en la constitución, es el principio de la “corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad” expuesto en el capítulo II de los principios de SEGURIDAD DE LA NACIÓN:

Artículo 326:

“La seguridad de la Nación se fundamenta en la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil, para dar cumplimiento a los principios de independencia, democracia, igualdad, paz, libertad, justicia, solidaridad, promoción y conservación ambiental y afirmación de los derechos humanos, así como en la satisfacción progresiva de las necesidades individuales y colectivas de los venezolanos y venezolanas, sobre las bases de un desarrollo sustentable y productivo de plena cobertura para la comunidad nacional. El principio de la corresponsabilidad se ejerce sobre los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar”.

Este articulo más que un principio de “seguridad de la nación” constituye el eje principista de una nueva doctrina de “seguridad nacional”, y no se trata de un juego de palabras: se trata de llevar a la nación a un permanente estado de amenaza (como debe ser todo país comunista). La “corresponsabilidad” debe constituir la base de la unión cívico militar y es la tela con la cual se confeccionarán conceptos como “defensa integral” y “guerra popular”. Finalmente, su aplicación justificará la “ruptura histórica” derrotando al enemigo interno. En otras palabras, ésta es la base del Estado totalitario chavista.

“Corresponsabilidad” y “defensa integral” a su vez no son solo fundamentos de la actual doctrina militar bolivariana, son el verdadero programa político, el cual dentro del gradualismo programático del “injerto socialista”, decreta tempranamente el fin de la separación de lo civil y militar en los cargos del Estado, y planificadamente “sin prisa” debería rematar en el fin de la separación entre Estado militar y sociedad civil, tal como se desprende de lo que fue realmente el Estado militar soviético, y lo que es el Estado militar chino, y el de Vietnam, y sobre todo el ESTADO MILITAR CUBANO.

Pero esto no es todo, no se trata solo de la ponzoña bien disimulada del artículo 326, que al convertir todos los ámbitos de desenvolvimiento y desarrollo de la nación en asuntos que conciernen la seguridad del Estado, proporciona la base constitucional del tutelaje militar sobre todos los poderes, en otras palabras, la militarización del Estado.

La constitución de 1999 ahonda la concepción militar al eliminar la autorización civil para los ascensos de los oficiales superiores y otorgarles el privilegio del antejuicio de mérito, elimina también la prohibición del ejercicio simultáneo de la autoridad militar y civil, y muy pero muy importante, acaba con el carácter apolítico y no deliberante de los militares y les concede el derecho al sufragio.

LA CONSTITUCIÓN SOCIALISTOIDE

Los que aducen que las palabras “revolución”, “socialismo” y “comunismo” no están en la constitución, no han entendido que eso está reservado para otra etapa, mientras tanto, todo lo necesario para preparar el “Estado Social” está contenido en la “transversalidad” calculadamente no frontal, de virtud aparentemente inobjetable, que impregna a toda la constitución de 1999.

Hay quienes argumentan que el “Estado Social” de la constitución del 99 realmente es para llevarnos al corporativismo fascista, esta tesis sin duda la comparto hasta cierto punto, pero no le veo su acierto total porque no será el socialismo fascista la meta, y no porque no “les funcione”, la meta será el comunismo porque ya existe un comunismo “actualizado” que es perfecto: es el “comunismo versátil” tal como lo enseñan los chinos deslumbrando al mundo con “un país, dos sistemas”, algo que al Estado rentista venezolano le calza primorosamente, pues en el fondo, eso es lo que ha sido desde hace décadas.

Conciudadanos, ésta es la constitución que toda la oposición al “gobierno de Maduro”, no solo la agrupada en la “mesa de la unidad democrática” (MUD), nos pide defender.

Pero volvamos a lo militar.

Mientras tanto, puesto ya el “seguro” y cerrado el cerrojo de seguridad nacional que representa la fuerza armada bolivariana, todo se reduce a administrar el “caos civil” destructivo y autodestructivo del país, caos propiciado por el mismo régimen para avanzar en sus planes, y que oficialmente es descrito como una rebatiña entre “meros civiles” por el reparto y el mantenimiento de sus estatus viejo-burgueses y neo burgueses (los civiles con sus cosas como siempre).

Una situación coyuntural que confirma el general Vladimir Padrino, Ministro de la Defensa y Comandante Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (el verdadero jefe del Estado militar venezolano), en entrevista reciente [5]:

“Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa, expresó que los problemas de los venezolanos deben resolverlos los políticos. Considera que no habrá una solución por la vía militar.

“Este es un problema que lo van a resolver los políticos. No es por la vía militar que se va a resolver, no es en la Conferencia Episcopal Venezolana, no son los empresarios”, dijo Padrino López en una entrevista a Televen.

A juicio del militar, los políticos venezolanos deben reconocerse, respetarse, dialogar y negociar para llegar a un acuerdo de convivencia”.

Esto no debe significar otra cosa que, el chavismo “sin Chávez, pero con legado”, el “chavismo democrático” en otras palabras, podría llegar perfectamente a un consenso con su oposición oficial, un pacto de reconocimiento mutuo, cohabitación pacifica e impunidad, que también deberá funcionar para acceder (muy importante) a una mayor pluralización del reparto, dentro de una lógica mutualista/comensalista de preservación del ecosistema rentista y de preservación de “oposiciones” que realimenten al sistema de dominación cultural.

Y esto podría contar con apoyo nacional, con apoyo interno, desde la MUD y el “chavismo crítico”, y algo crucial, contará seguramente con apoyo externo desde la izquierda internacional, en otras palabras, desde la progresía y la corrección política globalizadas, sistemas altamente interesados en evitar cualquier caída en desprestigio del “Legado de Chávez” y eventuales “gorilismos militares fascistas” (un golpe militar aguafiesta).

Y desde “la derecha”, o sea desde el establecimiento estadounidense bipartidista, también se podría encontrar apoyo, sobre todo en los promotores de una actualizada tesis “patio-traserista” que dictamina que la prioridad para Venezuela (y la región) debe ser la estabilidad política, la “PAZ”, tesis cuya novedad consiste en que puede darse con o sin un our son of a bitch. Pragmatismo que obedecería sobre todo a la necesidad de evitar enojosos flujos de inmigración, pero también para evitar un revoltijo de prioridades geopolíticas cuya compleja explicación, trasciende el propósito de este artículo.

Aquí lo importante es que se decida lo que se decida, nadie podría tocar lo militar, o sea nadie podría tocar al verdadero poder, so pena de echarlo todo a perder, una “inmaculada transición” se cuidaría de hacerlo, tan es así que desde ya tanto la MUD como la Asamblea Nacional solo le piden a la fuerza armada “que no se pasen a la oposición, sino a la constitución”,  lo cual no significa otra cosa que “podrán seguir siendo, la fuerza armada chavista”.

Se estaría así repitiendo de alguna forma, la historia (¿o la metodología?) de la “transición democrática” nicaragüense, en donde se permitió una pluralización “libre” durante tres períodos constitucionales, 17 años, un proceso de gatopardiana alternabilidad que al impedir la extirpación de raíz del sandinismo, fatalmente culminó con el retorno de Daniel Ortega.

Estimados lectores, aquí no hay salida posible con la clase política actual “de lado y lado” pues no bastará con cambiar al chivo expiatorio Maduro: aquí hay que acabar con el Estado chavista y el Estado rentista por igual, y con el modelo de sociedad y de hegemonía cultural que deriva de ese ecosistema.

Pero el “chavismo real”, el armado, el verdadero legado, el verdadero poder, el partido militar, “el seguro y reserva” de la patria, ese solo podrá ser vencido y desalojado por los mismos militares, no hay vía civil que valga, ni valdrá.

Aquí lo único que procede es LA EXTINCIÓN DEL CHAVISMO, por su expulsión total del poder, de la vida política y la prohibición de su activismo, y sobre todo, por destrucción de su ecosistema: el Estado rentista, porque si no lo hacemos así a la primera oportunidad volverán a saltar a nuestra yugular.

Alemania así lo hizo con su destructor, el nazismo, con el juicio de Nuremberg, con la “desnazificación” del país, con la prohibición del partido, sus símbolos y la persecución criminal a prófugos y cultores, no estoy pidiendo algo inédito.

Ni algo imposible.

[1] El comunismo es esencialmente militarista, y lo explico en un artículo anterior titulado “El Gran Trapo Rojo (El Comunismo Versátil)”.

[2] “La guerra de Hugo Chávez”, Libertad Digital, 3.2.2003: https://www.libertaddigital.com/opinion/alberto-garrido/la-guerra-de-hugo-chavez-12637/

[3] MBR-200: el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 fue la organización cívico-militar, clandestina y subversiva, fundada por Hugo Chávez Frías, Raúl Isaías Baduel y otros militares comunistas (Logia del Samán de Güere) en 1982.

[4] “Habla el Comandante Hugo Chávez Frías”, Agustín Blanco Muñoz, Fundación Cátedra Pío Tamayo de la UCV, Caracas, 1998.

[5] “Padrino López: Los políticos deben resolver los problemas, no los militares”, Diario El Nacional, 28.5.2017:


Contra la Babel opositora: 10 puntos


1. La única oposición posible es de insurrección contra el régimen y el Estado, contra todo el régimen chavista y todo el Estado rentista.

2. Enfocarse en Maduro es estrategia para crear un supuesto "madurismo", y dejar intacto el "legado de Chávez" para usufructo político.

3. Toda la clase política aspira a heredar el legado de Chávez, el chivo expiatorio de Maduro se usará para lavar ese altar común.

4. El enfoque en Maduro es el puente hacia un régimen chavista más negociador, que comparta la hegemonía y pacte un consenso de asociación y alternabilidad.

5. Enfocarse en Maduro y su salida, cumple también el deseo de dejar intacto el Estado rentista, ecosistema indispensable para el populismo.

6. Quien no apunte a la insurrección contra todo el régimen y el Estado rentista, no desea una transición real a la libertad y la democracia.

7. Quien no apunte a una transición verdadera hacia la república, la democracia y el mercado, no desea la libertad, solo un cambio cosmético.

8. Lo positivo de estos días ha sido la activación de la lucha por la libertad y el retroceso de los gatopardos: tratarán de voltear esto.

9. A la distracción del enfoque sobre Maduro, se suma la de refrescar el prestigio de la "unidad" de la “oposición”, caer en ambas trampas sería nuestra perdición.

10. La oposición ya existe, solo debe organizarse y no caer en la trampa del "falta poco" que la condenaría al desorden que favorece a otros.


Artículo publicado originalmente el 25 de mayo de 2017 en la antigua página de “La Cabilla” (lacabilla.com).

Sobre fábulas militares, y de guerra


Con respecto a los militares hemos sido víctimas de una permanente falsificación fabulada, sobre todo después de la crisis militar de 2002.

De los hechos de 2002, Chávez recabó una lección militar, la lección de los “civiles” fue de impotencia, esto no se entendió, y se sigue sin entender.

Cuidado con el descontento en los militares, puede ser por falta de radicalización. Como siempre, la cuestión se remite al conteo de cañones.

El descontento en los militares puede ir en una dirección u otra, sin conspiración podría ir justo hacia el recrudecimiento de la opresión.

El descontento interno en los militares no implica “pasarse al enemigo”, y menos que menos si se aprecia inconsistencia y debilidad en los civiles.

Si los militares aprecian una "oposición" capaz de contentarse con concesiones electorales dialogadas, jamás darán ningún paso de ruptura.

Por cierto, los militares son los primeros en no engañarse con ese "No al diálogo", saben que la cosa vendrá determinada desde afuera.

Nada sustituye al trabajo de conspiración, hecho con inteligencia, visión y la correcta ambición, militares no entregan su fusil a pendejos.

Este es un régimen militar donde lo civil cumple la función mimética que todo comunismo necesita, para perfeccionar su estado de guerra permanente.

El comunismo es militarista, transforma al estado en un cuartel y a la sociedad en ejército, todos en guerra permanente contra lo invisible.

A propósito, la guerra "civil" del Estado contra la sociedad puede ser asimétrica, el requerimiento de dos ejércitos es otra fábula beata.

"Militares constitucionalistas o institucionalistas", para la conspiración se necesita que sean políticos: esto es guerra, o sea, es política.

Los militares políticos son algo indeseable, pero ante la descomposición son indispensables, no estamos para darnos el lujo de la pureza.

Y si estos militares no sirven, pues habrá que "crear" (o criar) unos nuevos, tal como hizo el castrismo, y se puede hacer en menos tiempo.

El fantasma de militares políticos puede acechar a cualquier nación en crisis, que por corrupción terminal se vuelva tolerante a la sedición.

Todo el resto es teatro, tragedia para los muertos, drama para los noveleros, épica para los calculadores.