jueves, 27 de diciembre de 2018

Y Así Nos Va Especial del 26 de diciembre de 2018 con Federico Boccanera

El cabillero Daniel Lara Farías conversa con Federico Boccanera sobre el lamentable estado de la libertad en el mundo, no solo en Venezuela.
¡No se lo pierdan!

lunes, 5 de noviembre de 2018

La cocción de los Estados Unidos a término medio



“Midterm” o elecciones a término medio

Comencemos informando a los lectores que las elecciones a medio período o midterm no solo escogen a miembros del congreso, se trata de unas elecciones de rango general en donde se eligen 34 gobernadores de estado, en muchos casos con sus respectivas asambleas, y también algunas alcaldías.

En un país realmente federal como lo son los EE.UU., desde luego que la elección de gobernadores es muy importante, y el esfuerzo de campaña puesto en ellos lo comprueba, pero es en la elección de miembros del congreso donde se concentra el interés de los analistas políticos, por su influencia directa sobre el gobierno central. En este tipo de elección la totalidad de la cámara de representantes y un tercio de la de senadores es renovada. Lo que explica también, porque es más probable que los vuelcos políticos del partido opositor de turno ocurran en la cámara baja.

Encendiendo la brasa

Estas elecciones ocurren en un momento especial, entendiendo por especial, su alejamiento de la “normalidad” vivida en los EEUU al menos en los últimos 40 años, y que solo los atentados del 11 de septiembre de 2001 tuvieron el suficiente impacto para alterarla.

Cuando hablamos de períodos de normalidad o de paz en los EE.UU. debemos estar atentos porque no siempre la situación ha sido así, en el siglo XIX el país tuvo que enfrentar la carnicería de la guerra de secesión, cuya impronta aún sigue viva en muchos estados, digan lo que digan, y en el siglo XX ni hablar: apartando las guerras mundiales, se debe reseñar la gran depresión de los años 30 a raíz del crack bursátil de 1929, y desde luego, lo que les tocó vivir en los años sesenta, y en ese período vamos a hacer hincapié porque de algún modo podría repetirse, esta vez como resultado de una dinámica controlada por ciertos factores, que tanto este servidor como Aura Palermo hemos estado estudiando desde hace tiempo, lo cual nos lleva a concluir que podría estar en desarrollo una situación de conflicto interno creciente en donde pareciera que se está haciendo de todo, de lado y lado, para ir hacia una escalation como la de los años sesenta.

¿Recuerdan los años sesenta en los Estados Unidos? si por alguna razón no los recuerdan, los sesenta fueron la década de los asesinatos de John Fitzgerald Kennedy, Malcolm X, Martin Luther King y Robert Kennedy, la década de Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles y Vietnam, la de los disturbios raciales no solo en el “Deep South” sino en grandes ciudades como Los Angeles, New York, Chicago, Detroit, Washington, fue la época de las “panteras negras” y del black power en todas sus salsas retando al sistema, época de “fresas de la amargura” con rebelión estudiantil y universidades en operativo policial, de liberación femenina y revolución sexual, de contracultura, psicodelia y alucinógenos. En un estado como California “convivían” Charles Manson, pacifistas, hippies, Ku-Klux-Klan y Black Panthers. En los años sesenta el ejército de los EE.UU. no solo intervino en Vietnam sino en muchas calles de muchas ciudades americanas, y pasó trabajo.

Los años sesenta para muchos “ciudadanos normales”, representaron una “época de fin de mundo” donde todos los valores se iban perdiendo y todo cambiaría para peor, sin embargo, el país aparentemente superó el apocalipsis y ya en la década de los ochenta con Reagan todo parecía un lejano recuerdo. En realidad, las cosas siguieron igual, porque nunca hubo una resolución convincente, definitiva, capaz de superar cierto estado de cosas, solo hubo una tregua, un armisticio, el “American Dream” seguiría siendo una cuenta pendiente en muchos sectores y niveles de la sociedad, que se podían anestesiar aumentando la dosis de consumo y crédito fácil en la ecuación del “American Way of Life”.

Los que creen que los Estados Unidos andan mal, no tienen idea de cuán mal se podría poner la cosa -en términos más que palpables- de seguir la exacerbación de los ánimos en plan de caos políticamente aprovechable, y existe un precedente ominoso en esos años sesenta, y en el país de la guerra de secesión cien años antes, el país de las tensiones internas permanentes (no solo raciales) que forman parte de su historia, que han moldeado su historia.

Por eso cuando en los EE.UU. se habla de instituciones y de su solidez y estabilidad se habla muy en serio, y la preocupación es grande, porque su historia no es la de una nación de perenne paz interior, se trata de una nación que ha sido embestida internamente hasta por su bolsa de valores en 1929, generando crisis, desempleo, pobreza y hambre, hasta un punto que fue aprovechado para la aplicación de cierto "socialismo" en receta “New Deal”.

La situación actual donde nos encontramos con tiroteos a cada rato, francotiradores, lobos solitarios, linchamientos morales, una dramatización mediática de agitación y propaganda desbocada y asfixiante, y la función teatral de la caravana-cruzada para recuperar tierra santa al norte de la frontera, escénicamente balanceada por la movilización del ejército para levantar el muro en versión militar.

Se podría decir que estos son los ingredientes, algunos en farsa, otros en drama, de una cocción que todavía se encuentra a término medio, en el país occidental donde el terrorismo de matriz interna hace más víctimas que en ningún otro, el país donde el Estado renunció al monopolio de la fuerza permitiendo que millones de ciudadanos conviertan sus hogares en arsenales, el país donde al fin y al cabo, el warfare predomina sobre el welfare.

Desarmar la bomba de tiempo

Hay algo que debería ser tratado con sumo cuidado, y es la cuestión de la guerra que se ha desatado desde toda trinchera contra Donald Trump y las posibles consecuencias que esto podría traer. Sacarlo del poder a como dé lugar, podría desatar demonios que no sabemos si han sido debidamente identificados y ponderados, sobre todo porque la hipótesis de conflicto civil en la sociedad estadounidense no puede ni debe descartarse nunca, menos aún si observamos lo que ha pasado en los últimos años, especialmente a partir de la administración Obama en donde comenzó a hacerse visible una descarada obra de manipulación y polarización.

A esto súmenle la reacción que ha aflorado en otro sector de la población, ese que algunos denominan el “proletariado blanco” (aunque mucha burguesía, no solo pequeña, entra en él), sector mayoritario que tiene a Trump como su mesías. Sumen todo esto y sabrán que se ha instaurado una “dialéctica” que de no ser detenida, o por lo menos atenuada, podría llevar a la confrontación y la fractura, y es obvio que pareciera que ambas partes actúan como si guerra quisieran, como sabiendo que la mecha ha sido recortada y la carga bélica reforzada, de hecho, la caída de Trump ya podría contar con una narrativa lista para ser usada: “no lo dejaron gobernar, lo sabotearon sin piedad, pero la guerra contra Trump, es realmente contra nosotros” ¡cuidado! porque este relato coincide con la tipología de la “puñalada en la espalda”.

Por otro lado y lejos de las trincheras en donde siempre se ubican los radicales de todos los bandos, el ciudadano común, ese que conforma la gran “mayoría silenciosa” a la cual se refería Nixon, tiene como sana tendencia histórica “repartir el poder” entre ejecutivo y legislativo, y la ocasión siempre se ha presentado en las elecciones a medio período. Es así como en más de una ocasión, la oposición ha reconquistado el congreso a mitad de camino, es algo que colectivamente se percibe como “bueno para la democracia” porque implica el cumplimiento del sistema de “pesos y contrapesos” sabiamente diseñado por los padres fundadores.

Esta posibilidad está planteada, en el pasado la oposición ha sido capaz de remontar los escaños necesarios para acceder al control de alguna, o ambas cámaras del congreso, incluso con desventajas superiores a las actuales. En esta oportunidad, los expertos comentan que es posible que Trump conserve su mayoría republicana en el senado pero podría perder la cámara de representantes en pos de los demócratas.

He aquí el punto más interesante que plantean estas elecciones, y no es otro que el de la “gobernabilidad en Washington”, pero en su vertiente actual, de gestión entrabada por una dinámica extremizada de batalla política por la “hegemonía sobre el imaginario”.

Una derrota del partido republicano, por ejemplo en la cámara de representantes, podría ser una catástrofe para Trump en el sentido de los obstáculos inamovibles que podrían ponerle a su accionar, aunque también, y con cierta dosis de cinismo, podría verse como una buena noticia para quienes refuerzan la narrativa del saboteo contra su gestión, algo que dada la habilidad comunicacional de Trump hacia su electorado no debe subestimarse. Obviamente si esto llegase a plantearse así y el “Trump víctima” cobrase aún más popularidad, algo nada descartable dado el clima político, las posibilidades de impeachment para impedir que llegue al 2020 podrían aumentar, para “cortar por lo sano” e impedir una repetición de la sorpresa de 2016, aunque semejante operación podría encontrar un obstáculo insuperable si Trump conserva su mayoría en el senado.

El primer reto de Trump hacia el 2020

Los mercados realmente no andan tan bien como se pregona, han ocurrido "baños de sangre" que no trascienden a la opinión pública, solo se cuela como información al pueblo la crecida de la economía y del empleo, y en cuanto a la “guerra comercial” mientras dure lo suficiente para provocar alguna emergencia oportuna que justifique, no las debidas rectificaciones, sino tomar “medidas de rescate” que permitan seguir con el trend global de emitir deuda como si no hubiese un mañana, esto podría hasta contar con el soterrado apoyo de esas mismas élites que se supone deberían estar sufriendo por los embates de Trump.

Esto es así, y explica por qué nunca se han tomado las medidas de desahucio e higiénicas que deberían haberse aplicado desde la crisis de 2008, y la razón es simple: no se puede cambiar nada porque el sistema económico basado en emisión, deuda y alcahuetería bancaria global se ha cristalizado, intente usted hacer algo sensato y la estatua hueca de cristal finísimo estallaría, y las astillas dañarían a todos, incluso a quienes provocan los ciclos económicos adrede para prolongar la prosperidad de Estados, corporaciones, especuladores y bancos.

Y como la economía china también se encuentra en (notables) dificultades, Donald Trump y Xi Jinping ya se dieron un telefonazo para prometerse un encuentro y conversar, a pesar de que se diga que “el aprecio no es el mismo de antes”, en realidad, ni China ni los EE.UU. pueden prescindir el uno del otro, podrían hasta prescindir de Europa, pero hasta allí, y de hecho, el daño que la guerra arancelaria le podría causar a la Unión Europea, es algo que beneficiaría a los dos grandes contendientes (y unos cuantos más) y cuidado y esa sea la justificación real, al fin y al cabo, no se sorprendan nunca de nada.

Los antitrumpistas que se cuiden

¿Estarían los antitrumpistas dispuestos a seguir con su obra de demolición, pase lo que pase en las midterm? Bueno, aquí la pregunta no se le debería hacer a ellos, sino a los lobbies, grupos y capitales que sustentan sus agendas, porque para nadie es un secreto que hay sectores del partido demócrata que no están tan interesados en ahondar la conflictividad, sino más bien volver a prácticas de oposición más sensatas (y responsables), estos sectores desde luego no cuentan con el apoyo de la fracción elitista-globalista de Clinton-Obama, ni con la tendencia abiertamente socialista de Sanders, sectores que esperan lograr un gran avance en estas elecciones, en este sentido, las midterm podrían decidir el futuro del partido demócrata, un futuro seguramente conflictivo.

Desde luego, la vuelta de un partido demócrata no dispuesto a la diatriba, al insulto, al dogfight escénico y a la polarización estridente, es algo que en modo alguno podría beneficiar a un Trump que necesita como el oxígeno, alguien con el cual caerse a trompadas mediáticas sin las cuales, el personaje se podría desinflar entre sus hinchas, creemos que no hace falta explicar mucho esta parte.

¿Para cuándo el Trump 2.0?

El Trump 2.0, o sea, un Trump más “presidencial” y menos “personaje” podría no llegar nunca, sobre todo si su “naturalidad” le sigue dando tan buenos resultados ¿usted desecharía el método exitoso que le permitió llegar a la presidencia y reelegirse?

Sin embargo, algunas decisiones de cierta envergadura sobre todo en política exterior podrían representar la evolución a un Trump en versión 1.1 por los menos, especialmente si lograse retener un congreso que no fuese tan desfavorable, y eso sí, sin abandonar nunca su estilo gruñón e irritante de “primero romper y luego negociar”.

(Por cierto, la aplicación machacona de ese método es una de las pocas cosas realmente predecibles del personaje, y lleva siempre a que mucha gente se equivoque de lo lindo de buenas a primeras, como ha pasado todas las veces que lanza algún ladrido contra Maduro).

El énfasis en contra de Irán seguirá aumentando, porque pareciera que se ha convertido en el meollo de su política exterior, posiblemente por influencia de Arabia Saudita e Israel más que por convicción interna, dada su naturaleza tendiente al no intervencionismo. Otras cuestiones, como las tensiones con China y con Rusia dependen de demasiados factores que ameritarían un trabajo especial bastante extenso, en otra ocasión.

Con respecto a Venezuela, en trabajos y artículos anteriores hemos apuntado que esto dependerá sin duda alguna de su reelección, por tratarse de una materia de ámbito “latino” que en los EE.UU. es sensible y tiene su importancia (aunque no tanta como la sobrevaloración sistemática que se hace de ella en los medios hispanos). Una intervención en Venezuela nunca podría ser unilateral, y por lo tanto depende de “cuadres” que llevarán su tiempo y deberían insertarse en una nueva política de seguridad hemisférica, que requerirá de todo menos precipitación, sobre todo porque factores cruciales como Duque en Colombia y Bolsonaro en Brasil todos se encuentran o se encontrarán por un tiempo, enfrentando prioridades internas de cierta gravedad, y Trump se encontrará fajado en su campaña electoral permanente, interesado más en ser un “Trump 2020” que no “2.0”.

[1] Artículo publicado originalmente, el 5 de noviembre 2018 en la antigua página de “La Cabilla” (lacabilla.com).

Alerta sobre Brasil: ¡Fascistas en Copacabana!



Ante la inminencia de las elecciones en segunda vuelta para elegir al próximo presidente de Brasil, el equipo editorial de La Cabilla presenta un trabajo especial tal como ya hizo en los casos de las recientes elecciones presidenciales en Colombia y México.

Bolsonaro, el “facho brasileño”

¿Es Jair Messias Bolsonaro un “fascista de ultraderecha”? la calificación de entrada es risible porque para ser fascista antes que nada hay que ser socialista, sobre todo ferozmente antiliberal, que es exactamente lo que Bolsonaro no es. Sin duda, es nacionalista y buena parte de su discurso moralista-cristiano cuadra perfectamente con la categoría de conservador, pero al no ser un “antiliberal” convicto, tampoco puede ser considerado de derecha, si fuese un candidato de derecha pediría “mercado justo” no pediría “mercado libre”, que es algo muy pero muy distinto (y que lo haría semejante a Donald Trump).

Bolsonaro es nacionalista, es cristiano, y al parecer, es liberal (algo que está por verse) cualidades que no son excluyentes, a pesar de lo que pudiese alegar un “europeísta” de esos que malignamente afirman que nacionalismos y mercados libres son incompatibles. De todos modos y de no llegar a comprobarse el liberalismo de Bolsonaro (más bien de su equipo de gobierno) tanto la acusación de fascismo como de extrema derecha seguirían siendo insustentables, porque lo más probable es que todo termine en un gobierno más bien socialcristiano, con acento conservador sin duda, pero nada parecido al fascismo con el cual se pretende aterrorizar a los ignorantes.

Llegados a este punto, vamos a aclarar que el discurso personal de Bolsonaro (más allá del que desaprueba en bloque y con obvias manipulaciones, la agenda progresista de la izquierda internacional) no puede agradar sino a fanáticos de cierto discurso, ese si ultra-radicalizado y de por si ínfimamente minoritario, hasta en Brasil. No estamos hablando de un candidato ideal (¿existe?) de hecho, en otras circunstancias, en circunstancias normales, este discurso sería inaceptable, y en una elección “normal” en un país “normal” Jair Bolsonaro no habría pasado de ser un candidato excéntrico derrotado en primera vuelta, y con votación entre los colistas.

Para ponerlo de otra forma, el discurso homofóbico y machista de Bolsonaro no fue el discurso que “prendió” entre el electorado brasileño (todo lo contrario), en cambio el discurso de lucha, incluso de lucha violenta y sin cuartel contra el hampa, ese sí obtuvo máxima receptividad, una entusiasta receptividad. El pretendido discurso racista, tan amplificado por la prensa local y mundial, en un país como Brasil y de haber sido cierto, o de haber sido asimilado así por la población, ha debido ser su condena irremediable, pero no fue así, y basta ver el mapa de votación en la primera vuelta para saber que la distribución no fue exclusivamente la de un “país blanco” votando por Bolsonaro.

Llegado a este punto es importante recordar que a pesar de una aplastante hegemonía cultural de izquierda, en Brasil siempre ha existido un sustrato conservador que no es minoritario (con la excepción del nordeste, sector que no por “negro” si no por ser ya un coto tradicional izquierdista, muestra una tendencia distinta).

Sin embargo, la histeria “antifascista” contra Bolsonaro ha sido muy fuerte, y medios de cierto prestigio en particular medios “mainstream” en Europa, se han zambullido en ella sin el menor pudor y en cierta forma han logrado su objetivo en la opinión pública, hasta el punto de enganchar por igual, a personas de comprobado cacumen como a los infaltables bobos universales que presumen de sensatez y equidistancia, sobre todo cuando no entienden algo. Menos mal que el “brasileño de a pie” si ha sabido diferenciar y establecer prioridades, que una vez más el primer mundo tardará en captar, quizás “por exotismo indescifrable”.

Los militares, un punto clave

Jair Bolsonaro es recordado en la fuerza armada brasileña como el que defendió el sueldo de los militares, en 1985 cesó la dictadura militar después de 21 años de dominio del poder político, y la democracia recién estrenada, o reestrenada, comete el error de castigar a los uniformados por donde más duele: por los salarios, en aquella época el entonces capitán Bolsonaro denuncia esta política en la prensa, y llega hasta el punto de planificar “atentados de protesta” contra el mismo ejército (lo cual da una idea del apoyo interno y el liderazgo que había logrado).

A raíz de una denuncia, Bolsonaro es puesto preso, dado de baja con degradación y con un expediente psiquiátrico, sin embargo, en instancia superior saldrá airoso hasta el punto de ser absuelto y ser reintegrado con el mismo grado de capitán, de todos modos y a partir de ese momento Bolsonaro no volverá a la vida militar y emprenderá en cuestión de poco tiempo, una ajetreada carrera política cuya descripción no es el objetivo de este reporte, pero que ya sabemos hasta donde lo ha llevado.

Aquí lo que queremos resaltar, es que el episodio da cuenta de un personaje, mejor dicho de una personalidad bien particular, que sin duda dejó una huella en la fuerza armada, huella de principios y determinación fuera de lo común más allá de toda sumisión y conformismo, algo que por lo visto los años no han logrado borrar, porque si hay algo de lo que no se debe dudar, es que si los militares desconfiaran de Bolsonaro, o lo hubiesen encontrado “inconveniente”, hace tiempo que hubiesen saboteado su trayectoria (desde luego en acuerdo con los políticos) especialmente durante esta fase “estelar” que ha protagonizado en los últimos tiempos.

Mientras tanto ¿qué ha pasado en todos estos años con los militares en Brasil? pues lo primero que se debe apuntar es que se han convertido en la institución más popular del país: según una encuesta de la empresa Datafolha de junio de este año, la fuerza armada cuenta con 78% de aprobación en cuanto a “confianza”, dato que contrasta con cifras en poco superiores al 30% para instituciones como los partidos políticos, el congreso nacional, la presidencia de la república y la prensa.

Pasa también que desde hace un tiempo muchos brasileños, hartos de la corrupción de su clase política y aterrados por el deterioro de su calidad de vida y en especial por la inseguridad, están pidiendo la intervención de las fuerzas armadas para limpiar al país de “políticos corruptos” y enfrentar a pandillas de narcotraficantes armadas hasta los dientes, clamor que se ha visto reflejado en sondeos de opinión donde se informa que más del 60% de la población, respaldaría que los militares “se expresen sobre la situación política”.

Ante esta situación, los militares no actuaron como la gente pedía pero si se pronunciaron: el comandante del ejército brasileño, general Eduardo Villas Bôas, afirmó en mayo de este año que “no existe la posibilidad de una intervención militar en la misma modalidad del período de la dictadura militar […] pero de todas formas, las fuerzas armadas, y el ejército, por el cual yo respondo, si eventualmente tendría que intervenir, será para hacer cumplir la Constitución, mantener la democracia y proteger a las instituciones…”

Pero antes, en abril, el mismo general Bôas en forma francamente insólita, había mandado un comunicado ¡por Twitter! que fue interpretado como una advertencia para el Supremo Tribunal Federal, ¿y qué era lo que decía el tuit? que “el ejército brasileño, comparte el anhelo de todos los ciudadanos de bien” y “repudia la impunidad”, en referencia más directa que indirecta, a la posibilidad de que el expresidente Luis Ignacio Lula da Silva quedase en libertad mientras cursaba su apelación por la condena que recibió por corrupción, decisión crucial para impedir que pudiese postularse nuevamente a la presidencia.

“Coincidencialmente” y a los dos días de este anuncio, el tribunal en decisión cerrada 6 a 5 confirmó que Lula debía seguir preso (y no podría ser candidato).

Pero ¿cuál podría ser el grado de conciencia del estamento militar -más allá de su comandante- como poder decisivo en esta hora? aquí los hechos hablan y los militares incluso antes de hablar ellos, tuvieron antes que salir a la calle, no a dar un golpe de Estado sino a combatir la delincuencia, y es que si de verdad existiese en la fuerza armada una “clase militar”, hace tiempo ha debido entender que si se debe actuar se debe hacer siguiendo el principio de “cuanto antes mejor”, y la lección ejemplar que han recibido es contundente, aún está viva, y consistió en la tardía respuesta que una democracia plagada de corrupción e incapacidad y en el súmmum del desprestigio, le dio a la situación de inseguridad que se vive en una ciudad inmensa y compleja como lo es Rio de Janeiro, en donde una criminalidad desbordada hasta el punto de protagonizar hasta 22 tiroteos diarios, obligó al gobierno central a militarizar la ciudad en forma indefinida y crear el Ministerio de Seguridad Pública en febrero de este año.

No cabe la menor duda de que Bolsonaro de llegar al poder, llegará con el apoyo y la muy posible participación “activa” de la fuerza armada, y por lo tanto llegará al poder con un suprapoder al que solo le faltará la cuadratura legislativa (que deberá resolver su equipo de gobierno) y llegará más que listo (porque así lo ha anunciado) para enfrentar las fuerzas del caos y la desestabilización que la izquierda, en sociedad con la criminalidad organizada, tratará de desplegar en algún momento. Se podría tratar de una situación inversa a la vivida en Venezuela donde el militar comunista Hugo Chávez llegó al poder para asaltarlo con el apoyo de “sus” militares, a los cuales potenció sin límite al otorgarles un radio de acción sin precedentes en el mundo moderno occidental, con la constitución militarista de 1999.

En este sentido se podría afirmar que el excéntrico, el egocéntrico, el deslenguado, el militar capitalista Bolsonaro, podría resultar el “anti-Chávez” por excelencia, y que la izquierda esta vez “se encontró con la horma de su zapato” (mejor dicho de su bota).

(Y los EE.UU. podrían tomar nota, si es que alguna vez se despiertan de su letargo geopolítico hacia Suramérica, algo que seguramente ocurrirá “por las malas”, pero no estaría de más mostrar alguna capacidad de anticipación real, y no solo de escandalización retórica para contentar a las comitivas de turno por Washington).

No es polarización, es radicalización

Esta no ha sido una campaña electoral normal, ni podría ser de otro modo, es una campaña en donde una porción importante de la sociedad desea con fervor digno de un mesías, que un preso por corrupción vuelva a ser presidente-redentor, y en el otro extremo, porque de extremos se trata todo esto, tenemos a un militar que amenaza con las armas a diestra y siniestra y que no conoce de la contención a la hora de expresarse, superando no solo la noción de “corrección política”, sino la más elemental sensatez.

Esto es como si Hugo Chávez estuviese compitiendo desde la cárcel de Yare con Donald Trump atrincherado en El Pentágono ¿locura? sí, definitivamente es locura y sus efectos son reales, en Brasil hemos podido observar un duelo de tribunales por liberar a Lula, y a Bolsonaro le propinaron una puñalada en pleno acto político, y tenemos a un Fernando Haddad al que solo le falta hacerse una cirugía plástica para ponerse la cara de su amo, acompañado en su fórmula para la vicepresidencia por una comunista militante, en cambio el vicepresidente de Bolsonaro, es un general de la reserva del ejército que defendió públicamente la necesidad de dar un golpe contra el gobierno.

Esto no es polarización, es radicalización, y por lo tanto se trata de un fenómeno más profundo, más irracional y por lo tanto más duradero, en otras palabras, algo que trasciende la contienda electoral, ergo, las elecciones no constituirán acto conclusivo sino episodio, posiblemente un preliminar.

En este contexto, el porcentaje que obtenga Fernando Haddad del PT (Partido dos Trabalhadores más toda la izquierda unida) será igual de radicalizado, y se trata de un porcentaje que en modo alguno debe ser subestimado, primero, porque podría tratarse de un porcentaje importante (en torno al 45% según sondeos) que celebraría desvergonzadamente que un hampón como Lula pudiese salir de cárcel y volver a tomar las riendas del país, y segundo porque esto significa que, incluso la izquierda moderada, tanto la laborista como la socialdemócrata, prefieren sumarse a un programa de caotización y desestabilización del país (y eventual reseducción de las masas) que enfrentarse a una cruda realidad: que a pesar de que no fueron engullidos totalmente por el PT de todos modos perdieron vigencia.

En Brasil, la escena está servida para el clásico péndulo, ante la perenne imposibilidad de unión o alianza de las fuerzas vivas de la sociedad civil, para enfrentar una situación que es de crisis y apunta directamente al estado de conmoción interna y al estado de necesidad.

En una democracia medianamente funcional lo deseable es la deliberación ordenada ante la ventilación pública de los conflictos en la sociedad, pero cuando se pierde la forma democrática porque su fundamento, la república, se ha convertido en una madriguera de oligarcas que secuestra la institucionalidad, en una “cosa privada” moralmente debilitada que es blanco permanente del desprecio público, el intento de rescate por la vía puramente democrática puede fracasar estruendosamente, es como tratar de pintar la fachada a punto de desplomarse.

Lo que se debe rescatar es la república, la ley, el orden, sus instituciones y sobre todo sus monopolios, el tratamiento del mal solo puede ser por cirugía, terapia e higiene, no se valen tratamientos tópicos.

Quienes desean impedir el desarrollo de una crisis que puede ser deseable en el sentido de “sanadora”, son los que siempre por aprensión, debilidad, arrogancia u oportunismo, fragilizan a una sociedad y comprometen seriamente tanto su metabolismo como su sistema inmune, y aquí los peores de todos, los verdaderamente malditos, son los que ante la necesidad de una cirugía, se quedan en la anestesia.

Esta crisis no es solo de Brasil, el auge de los populistas (de todo signo) es una reacción ante la cual analisiados incurablemente zoquetes, solo atinan a señalar una exasperación (precisamente el populismo) sin entender la causa, o peor aún, sin querer hacer el menor esfuerzo real por comprenderla, cayendo en meros rituales de virtue signalling (ostentación de virtud). Las situaciones de radicalización son de auge de los extremos y este auge siempre ocurre por desconexión y colapso de un centro político que cuando no se corrompe, o se estanca, se ensimisma tercamente en un narcisismo idealista y a la vez arrogante en donde “todos están equivocados” menos ellos por supuesto.

¡Es el comunismo estúpido!

Esto lleva una vez más, al manido discurso de la equidistancia, de la neutralidad, que es una variante presuntuosa de la corrección política, ergo, una forma más de censura, que la mayoría de las veces solo sirve para erigir altares individuales de pureza, la forma de evasión más cara a muchos supuestos intelectuales, pero que no sirve cuando lo que está en juego no es un torneo electoral sino una nación llevada al extremo por directa inoperancia o degradación de su clase política, más aun si se entiende que el juego tiene serias implicaciones no solo a escala local sino continental, y más aún si se comprende que en este juego, la “comunidad internacional” cuando no alcahuetea, no hace nada -o casi nada- para evitar la deriva final, o sea, la llegada al estado de necesidad que obliga a plantear el conflicto como única salida posible.

El actor Bolsonaro

La palabra “actor” significa “participante en una acción o suceso”, pero también puede significar “persona que interpreta un papel en una obra…” y el DRAE nos apunta otra acepción interesante: “persona que exagera o finge”.

¿Cuál de estas acepciones podría cuadrar con Bolsonaro? solo el tiempo lo dirá, porque lo electoral que es un arte escénica, obliga a la interpretación de un papel mejor aún si es exagerado o fingido, pero el poder exige más, y el poder debiendo actuar necesita tanto actores que ejecuten como actores que interpreten, en este caso, pueden ser actores tanto el titiritero como el títere, especialmente si el teatro es uno de operaciones.

Bolsonaro deberá enfrentar de entrada, un primer teatro de operaciones representado por un congreso más fragmentado que nunca, de cara a una exacerbación de la tensión social que requerirá la urgente construcción de un piso político, que a su vez permita apuntalar un nada fácil equilibrio entre confrontación y gobernabilidad.

Superado el acto siempre falso y teatral de las elecciones, muchas fuerzas “vivas” de la sociedad deberán moverse y ver bien hacia dónde lo harán, porque el no saber moverse en esta “bipolaridad” podría implicar la desaparición, especialmente para cualquiera que pretenda dárselas de “centrado”: cuando lo que está planteado es un péndulo, quien se quede en el centro podría ser derribado si no se aparta.

Y sobre todo porque el actual partido de Bolsonaro (el Partido Social Liberal, PSL, al cual se adhirió en enero) realmente no existe (como partido de masas), es un movimiento con tejido, incluso con tejidos claramente diferenciados: militar, religioso, conservador, pero sin órganos, necesita vertebración y necesita interfases, esto es algo que ocurre con frecuencia en la (casi) siempre difusa derecha, a diferencia de la izquierda y sus compartimientos fuertemente estructuralizados, comprometidos y militantes, muy claros, definidos y preparados en su “vocación hegemónica”.

Pero Bolsonaro y las fuerzas civiles y militares que lo apoyan en algo si están claros: van a dar la guerra, sobre todo porque saben que la izquierda la va a dar, hagan lo que hagan, no importa lo que hagan, y si dan signos de debilidad o de vacilación la ofensiva será aún mayor. No nos engañemos, aquí se trata de enfrentar al comunismo versátil del PT, del Foro de Sao Paulo y sus cómplices oportunistas, que siempre son los socialistas especialmente los “globalistas-progresistas”. No estamos tratando con un rival civilista, en una dialéctica por la definición y evolución de una nación, sino confrontando a enemigos de la nación, que desean cambiarla destruyéndola primero, y aplanándola después.


Artículo publicado originalmente como trabajo especial del equipo editorial de “La Cabilla”, el 27 de octubre de 2018 en su antigua página web (lacabilla.com).


martes, 23 de octubre de 2018

Bitcoin puede fallar, pero ahora sabemos cómo hacerlo



Prólogo de Nassim Nicholas Taleb al libro “El Patrón Bitcoin” de Saifedean Ammous.

Sigamos la lógica de las cosas desde el principio. O más bien, desde el final: los tiempos modernos. 

Mientras escribo estas líneas, estamos presenciando una completa revuelta contra cierta clase de expertos, en dominios que nos son demasiado difíciles de entender, como la realidad macroeconómica, y en los cuales el experto no solo no es experto, sino que no lo sabe.

Que los anteriores jefes de la Reserva Federal de EE.UU., Greenspan y Bernanke, tuviesen poco conocimiento de la realidad empírica, es algo que solo descubrimos un poco tarde: uno puede sostener macroBS (macro Bullshit, macro tonterías) por más tiempo que las microBS, por lo que deberíamos tener cuidado sobre a quién le concedemos las macro decisiones centralizadas.

Para empeorar las cosas, todos los bancos centrales operan bajo un mismo modelo, haciendo de ellos la “monocultura” perfecta.

En un dominio complejo, la experiencia no se concentra: bajo la realidad orgánica las cosas funcionan de una manera distribuida, como ha demostrado convincentemente Hayek, con su noción del “conocimiento distribuido”.

Bueno, al parecer, ni siquiera necesitamos esa cosa llamada conocimiento para hacer que las cosas funcionen bien. Tampoco necesitamos racionalidad individual. Todo lo que necesitamos es estructura.
Esto no significa que los participantes de esa estructura compartan decisiones de manera democrática. 

Un participante motivado puede inclinar la balanza de manera desproporcionada (algo que he estudiado como la asimetría de la regla de las minorías). Pero cada participante tiene la opción de ser ese jugador.

De alguna manera, bajo transformación a escala, emerge un efecto milagroso: los mercados racionales no requieren que ningún comerciante individual a su vez sea racional, de hecho, trabajan mejor con inteligencia cero: una multitud de inteligencia cero, con el diseño correcto, funciona mejor que una gerencia de estilo soviético compuesta por humanos de máxima inteligencia.

Por eso Bitcoin es una excelente idea. Satisface las necesidades del sistema complejo, no porque sea una criptomoneda, sino precisamente porque no tiene dueño, ni autoridad que pueda decidir su destino. Es propiedad de una multitud, sus usuarios. Y ahora acumula un historial de varios años, suficiente para que sea considerada “un animal por derecho propio”.

Para que otras criptomonedas compitan, necesitan cumplir esta propiedad hayekiana.

Bitcoin es una moneda sin Estado. Pero, uno puede preguntarse ¿acaso no teníamos oro, plata y otros metales, otra clase de monedas sin Estado? No exactamente. Cuando comercias oro, intercambias con "Loco” en Hong Kong* y terminas recibiendo una solicitud por un stock de allí, que es posible que tenga que trasladarse a Nueva Jersey.

Los bancos controlan el juego de la custodia y los estados controlan los bancos (o, más bien, banqueros y funcionarios de gobierno son -para decirlo educadamente- una junta). Por lo tanto, 

Bitcoin tiene una gran ventaja sobre el oro en las transacciones: la liquidación no requiere un custodio específico. Ningún gobierno puede controlar el código que custodias en tu cabeza.

Finalmente, Bitcoin pasará por problemas (hipos). Puede fallar, pero luego será fácilmente reinventado ya que ahora sabemos cómo funciona. En su estado actual, puede que no sea conveniente para las transacciones, no lo suficientemente bueno para comprar un macchiato expresso descafeinado, en su cadena local de cafeterías de señalización (ostentación) de virtudes. Pudiese resultar demasiado volátil para ser una moneda, por ahora. Pero es la primera moneda orgánica.

Pero su mera existencia es una póliza de seguro que le recordará a los Estados, que el último objeto que el establecimiento podría controlar, a saber, la moneda, ya no podrá seguir siendo su monopolio. 
Esto nos da a nosotros, la multitud, una póliza de seguro contra un futuro orwelliano.

*Loco Hong Kong Holdings Limited es un holding de inversiones con sede en Hong Kong, que se dedica principalmente al comercio de metales y contratos a plazo de productos básicos (mercancías, commodities): https://www.reuters.com/finance/stocks/company-profile/8162.HK

Publicado originalmente en Medium https://medium.com/opacity/bitcoin-1537e616a074

Un Nuevo Totalitarismo Feliz



Por Aura Palermo y Federico Boccanera

1. El control del Estado sobre la población busca tanto la anulación de la ciudadanía como la anulación del individuo, lo social y lo individual como un continuum sin independencia.

2. La transformación de la ciudadanía en población sin capacidad alguna de independencia, en donde los valores son sustituidos por necesidades básicas, donde todos los incentivos apuntan a la perversión.

3. La única movilidad social posible para el poblador irreversiblemente sometido por necesidades básicas, y permanentemente estimulado a la perversión, la constituirá su ascenso jerárquico a tropa, espía o esbirro. El “patriota cooperante” será un triunfador.

4. Pero el individuo despojado de todo valor y poder, y la población controlando a la misma población no son suficientes, el Estado debe ser capaz de saberlo todo y solo puede lograrlo si es capaz de ver, escuchar y seguir a todos.

5. El lavado cerebral, el lavado de la realidad, la hegemonía cultural para dominar sin represión no bastan, debe haber vigilancia a todo nivel. La pérdida total de la iniciativa debe acompañarse de la pérdida total de la privacidad, no es suficiente el triunfo de la sumisión.

6. El miedo no es suficiente ni es lo más eficiente, si a la población se le convence de que vive en paz y seguridad se puede lograr la dominación total y perenne, incluso disfrazada de felicidad, incluso de libertad, incluso de democracia.

7. Gracias a la tecnología cualquier Estado, aunque no sea totalitario, puede alcanzar ese nivel de control absoluto y venderse como el "guardián del bien", y convencer a la población de colaborar, esto se logra fácilmente con miedo, pero también con un mercadeo sonriente.

8. A medida que la tecnología obtenga información total sobre la población, en esa medida distinguir entre Estados totalitarios y "libres" será cada vez más difícil. Cuidado, el totalitarismo podría ser no otra cosa que esa información total, o sea, nuestra transparencia.

9. Que nosotros seamos totalmente transparentes y el poder totalmente opaco, la tecnología informática podría lograr este totalitarismo perfecto, uno que podría ser imperceptible para la población e indistinguible del bien: el poder omnisciente y omnímodo.

10. "El Estado es bueno y vigilará que todos los ciudadanos sean igual de buenos, y habrá ciudadanos más buenos que otros: los que colaboran". Este podría ser el tinglado perfecto para "un nuevo totalitarismo feliz" de base tecnológica, y próximamente, de inteligencia artificial.

Los mensajes (cuentos chinos) del “nuevo totalitarismo feliz”

“Lograr una vida con orden, comodidad y felicidad, teniendo a la seguridad como basamento, es la visión de quienes trabajan por la vigilancia total, sin perderse una sola esquina de cada ciudad.

Con vigilancia total y seguimiento preciso, podemos unir el pasado con el presente y el futuro, podemos descubrir y predecir cualquier riesgo a la seguridad, y con máxima participación de la comunidad, extender esta protección a cada rincón de cada ciudad.

La plataforma pública de seguridad hará posible la comunicación bidireccional entre el gobierno y la comunidad, permitiendo que los ciudadanos puedan jugar un papel activo en su construcción.

Con monitoreo “multi-aspecto” y también con una profunda recolección y análisis de datos masivos, podemos hacer que todo funcione en forma inteligente y eficiente. Adonde vaya cualquier ciudadano, seremos vuestros guías.

Trabajaremos incansablemente para cumplir totalmente nuestra misión: esforzarnos en forma permanente por la seguridad y la felicidad de la gente”. [1]

Estos mensajes son cortesía de:

Chinos
Erigiendo
Incansables
El
Comunismo (versátil)

CEIEC, muy pronto en sus bolsillos, y sobre sus cabezas.

[1] Mensajes contenidos en un video promocional-institucional de la empresa estatal “China National Electronics Import & Export Corporation” (CEIEC) que se puede ver en su página web: http://www.ceiec.com/


lunes, 1 de octubre de 2018

¿Trump construirá el muro en Venezuela? Propuesta de Seguridad Democrática Hemisférica




Una propuesta panamericana de Seguridad Democrática Hemisférica y Alianza por la Libertad.

Este artículo no se propone ni de lejos, ser un ensayo ni una tesis sobre un tema que ha sido tratado extensamente a todo lo largo de los más de dos siglos de existencia de naciones libres en América, su única intención es exponer algunos apuntes para luego sugerir una propuesta de seguridad democrática hemisférica, que debería involucrar a todos los americanos realmente comprometidos con la libertad, y si es posible, a sus naciones.

LA VUELTA (IMPOSIBLE) AL AISLACIONISMO

El discurso pronunciado hace pocos días por el presidente de los EE.UU. Donald Trump ante la Asamblea General de la ONU, ha puesto a debatir a los analistas especializados, según el ex director de asuntos europeos en el consejo de seguridad nacional de los Estados Unidos, Charles A. Kupchan, su discurso representa “una ruptura definitiva con el consenso internacionalista que ha guiado la gran estrategia de los Estados Unidos desde la segunda guerra mundial” [1]

Según este experto “desde la segunda guerra mundial, la misión excepcional del país se ha centrado en la idea de una Pax Americana respaldada a través de la vigorosa exportación del poder y los valores estadounidenses…

Kupchan prosigue: “El enfoque de America First en la política del presidente Donald Trump está descartando los principios clave de la política exterior de EE.UU. desde la segunda guerra mundial a favor de una […] versión anterior del excepcionalismo estadounidense […] que significaba aislar el experimento estadounidense de amenazas extranjeras, evitar los enredos internacionales, difundir la democracia a través del ejemplo en lugar de la intrusión, abrazar el proteccionismo y el comercio justo (no libre) y preservar una ciudadanía relativamente homogénea a través de políticas racistas y antiinmigrantes”.

No es la primera vez que se discute sobre las antipatías de Trump hacia la globalización, el multilateralismo, la inmigración y las obligaciones internacionales (trátese de pactos, tratados o instituciones) y su supuesta inclinación hacia el aislacionismo, el proteccionismo, el bilateralismo y el racismo, en otras palabras, su tendencia hacia el excepcionalismo pero “a la vieja manera” (según Kupchan).

Siempre se ha hecho mención del excepcionalismo de los Estados Unidos, pero solo de esa nación, perdiéndose así, una y otra vez, una oportunidad histórica de integración para todo el continente americano. El verdadero excepcionalismo que ha debido considerarse desde el principio es un excepcionalismo conjunto que reside en el hecho de que las naciones americanas, en su gran mayoría lograron la independencia -de la primera a la última- en un lapso no mayor de 50 años, algo que en términos históricos es un lapso breve, y todas la obtuvieron a partir del mismo estatus de colonias sometidas por naciones europeas, y la inspiración de todas esas revoluciones tuvo mucho que ver con la revolución americana original.

Lamentablemente ese proceso de gestación casi en paralelo no concluyó en parentela, sino en una historia de vecinos en desconfianza y hasta en desprecio mutuo cuando no hostil, también porque al parecer, y en virtud de ese excepcionalismo, los EE.UU. para proteger su experimento democrático, no querían meterse “en conflictos complicados y distantes” y además eran racistas y xenófobos (todo esto lo afirma de una u otra forma Kupchan) aunque la historia de este proceso de distanciamiento mutuo norte-sur quedó mejor servida por Carlos Rangel en su obra magna: “Del Buen Salvaje Al Buen Revolucionario”. [2]

Kupchan en sus comentarios apunta a una cuestión crucial, seguramente urgente: “Trump ha abierto un importante debate sobre el papel de Estados Unidos en el mundo” y también hace un llamado trascendental: “lo que Estados Unidos necesita es una versión actualizada del excepcionalismo para los nuevos tiempos y una gran estrategia para hacerlo coincidir” y al menos con esta parte, no me podría mostrar más de acuerdo.

El debate sobre el excepcionalismo debe ser reabierto por la sencillísima razón de que no ha perdido vigencia, y se debería debatir sobre el excepcionalismo de los EE.UU. pero también sobre el excepcionalismo de toda América, porque para las naciones no existen ni pueden existir puntos de llegada, solo puntos de evolución, especialmente en el caso de un continente cuya historia de independencia y autodeterminación no ha llegado siquiera a los dos siglos y medio: desde el punto de vista de la historia aún somos jóvenes, y muy posiblemente, adolescentes (y muchos de nuestros “comportamientos americanos” parecieran demostrarlo).

En cuanto al aislacionismo de los EE.UU. se debe señalar que este tiene un claro límite: 11 portaviones nucleares y 4 en camino, y los bombarderos estratégicos B-2 y los B-21 que vienen, entre otros “productos” de altísima sofisticación y costo, ninguno de ellos defensivo, de los cuales depende su industria militar y por lo tanto las empresas que constituyen sus punta de lanza tecnológicas, de las cuales depende a su vez el liderazgo en innovación, que es el liderazgo más importante e indiscutible de los Estados Unidos en el mundo. Todo esto está interconectado, y esa interconexión que pasa por el Estado hasta casi conformar su espinazo, no tiene un retorno posible hacia el aislacionismo y ni siquiera hacia el no intervencionismo.

Pero volvamos por un momento atrás en el tiempo para apuntar ciertas cosas.

LA DOCTRINA DE SEGURIDAD HEMISFÉRICA EN LA GUERRA FRÍA

Como nunca apareció redactada como tal en ninguna parte, se debería hablar más bien de una concepción de política exterior hacia Latinoamérica en el marco de la guerra fría, y realmente es una concepción militar mediante la cual los Estados Unidos promoverían, respaldarían y colaborarían con las fuerzas armadas de los países latinoamericanos para que en caso de necesidad, tomaran el poder en sus países y se dedicaran a mantener el orden interno y combatir al comunismo.

(y esto incluía respaldar a los son of a bitch preseleccionados, o que emergieran triunfadores de semejantes procesos)

Esta concepción que usaba los golpes militares como proxy war contra el comunismo, alcanzó su grado máximo de vigencia a partir de la irrupción de la revolución cubana en 1959, y fue la que respaldó a los vástagos de Somoza García en Nicaragua, a Alfredo Stroessner en Paraguay, a las dictaduras militares brasileñas, a Hugo Banzer en Bolivia y a Bordaberry y su secuela de dictaduras “cívico-militares” en Uruguay, a Augusto Pinochet en Chile y a las juntas militares de Videla, Viola y Galtieri en Argentina. Estamos hablando de un período que grosso modo abarca cuatro décadas, desde la posguerra hasta mediados de los años ochenta.

Con su puesta en práctica los EE.UU. dejan de enfatizar el principio nominal de promoción y protección “a las democracias” para emprender acciones prácticas que debían ser concretas y eficaces -golpes militares y dictaduras- precisamente en su lucha contra el máximo enemigo de la libertad y la democracia: el comunismo, contradicción que en realidad es muy poco discutible si se toma en cuenta el estado real de guerra bipolar, muy global, que se estableció después de la segunda guerra mundial, en donde no hubo un solo continente que se salvó, incluyendo Europa (pregunten a húngaros, checoeslovacos y griegos) y los mismos Estados Unidos (revueltas civiles en diversas ciudades en los años sesenta), una guerra que de “fría” no tuvo NADA.

Desde luego, Latinoamérica no escapó a este verdadera guerra global y para demostrar esto basta con estudiar lo que le pasó a su izquierda, sobre todo a partir de la revolución cubana, a esa izquierda envalentonada (y financiada internacionalmente) y sus proyectos de insurrección, sus personajes, su discurso y sus acciones, su retórica machacante en pos de tomas del poder por la violencia o traicionando arteramente al mismo sistema democrático (Allende), y revisemos también lo que es hoy en día, su relato histórico de aquella época, sin ningún arrepentimiento ni propósito de enmienda, con muchísima amplificación victimista, y esto está a la vista, y significa, y sigue significando, guerra contra la libertad en todas sus formas, porque eso es lo que significaba y sigue significando “crear uno, dos, tres Vietnam…” como exactamente lo afirmara el Che Guevara en su famosa consigna tricontinental (global).

LA DOCTRINA BETANCOURT: LA ALIANZA DEMOCRÁTICA CONTRA EL TOTALITARISMO

En medio de esa situación de conflicto permanente y conmoción a las puertas que se vivió en Latinoamérica sobre todo a partir de los años sesenta, y que solo tuvo un paréntesis demasiado corto en las décadas perdidas de los ochenta y noventa, se debe recordar la “Doctrina Betancourt” propuesta por Rómulo Betancourt durante su toma de posesión como presidente de Venezuela, el 13 de febrero de 1959:

“Regímenes que no respeten los derechos humanos, que conculquen las libertades de sus ciudadanos y los tiranice con respaldo de las políticas totalitarias, deben ser sometidos a riguroso cordón sanitario y erradicados mediante la acción pacífica colectiva de la comunidad jurídica internacional”.

Esta doctrina ampliaba el estándar de lo que debía ser una política exterior impecablemente democrática, al pedir un “cordón sanitario” pacífico, colectivo y jurídico, contra toda forma de dictadura o tiranía, sea de izquierda o de derecha. Esta visión, tan virtuosa como irrealizable en tiempos oscuros (y también en los no tan oscuros que es como siempre son el resto del tiempo) desde luego entró en predecible colisión con el apoyo que EE.UU. prestaba a dictaduras como la de Somoza y entraría pronto en colisión (nada pacífica) con la tiranía comunista de Fidel Castro y sus cachorros venezolanos, pero esta doctrina, lo que en realidad conlleva es una exigencia para que EE.UU. verdaderamente tome y comparta las riendas del liderazgo por la libertad, pero asimilando como máxima muestra de fracaso lo que ha pasado en Cuba, no a partir de 1959 sino de 1898 (un fracaso caribeño-mesoamericano que quedaría remachado en Nicaragua en 1979).

LA ALIANZA PARA EL PROGRESO

La respuesta político-institucional de los EE.UU. a una situación persistente de alarmante subdesarrollo (e incapacidad política) en Latinoamérica, la cual podría convertirla en “el vientre blando de occidente” frente a una eventual ofensiva del bloque soviético, consistente no solo en una expansión de sus relaciones comerciales con la región, sino en atizar el malestar social y la inestabilidad, vendría con la “Alianza para el Progreso”, que era realmente la extensión de una operación ya emprendida durante la administración Eisenhower con la fundación del Banco Interamericano de Desarrollo en 1959.

La Alianza para el Progreso fue un programa, tan ambicioso como efímero, de asistencia continental para fomentar el desarrollo material y democrático en todos los países de América, propuesto por John F. Kennedy en 1961, el cual y según algunas almas ingenuas supuestamente comenzó a naufragar a partir de su asesinato en 1963, pero en realidad la propuesta se comienza a disolver en la nada, exactamente al año, en marzo de 1962, con el golpe contra Arturo Frondizi en Argentina y luego con el golpe contra Juan Bosch en República Dominicana en 1963 -ambos con Kennedy aún en vida- y se esfuma del todo con el golpe contra João Goulart en Brasil en 1964, acciones que cuentan con el respaldo de EE.UU. y que marcan el triunfo definitivo del pragmatismo de guerra fría de la doctrina de seguridad hemisférica ya descrita. [3]

En otras palabras, los EE.UU. aupaban la libertad, la democracia y los derechos humanos y nadie les puede negar eso, pero ellos a su vez no pueden negar que en la guerra sin pausa contra el comunismo en su patio trasero (más bien en sus narices en muchos casos, con o sin misiles), el aliado más seguro y más eficaz (y más rápido) con el que podían contar son las fuerzas armadas latinoamericanas, y en realidad se trató de seleccionar una opción que era única, pues cualquier otra vía por falta de cultivo no representaba oportunidad, una prioridad pragmática que tiene un antecedente eficaz e igual de extremo, en la alianza de los EE.UU. con la mismísima Unión Soviética para combatir al fascismo-nazismo y al imperialismo japonés.

LAS ÚLTIMAS ACCIONES

Dejando de lado las últimas operaciones militares de EE.UU. en la región, ya en las postrimerías de la guerra fría, contra Grenada en 1983, contra Nicaragua (Contras a partir de 1981 y Golden Pheasant en Honduras, en 1988) y la acción contra Noriega en Panamá, a poco más de un mes de la caída del muro de Berlín en 1989, la última acción política-institucional digna de tal nombre fue la que se conoció como “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA) una propuesta tardía y tan mal concebida y gestada, que solo levantó un consenso: que había nacido muerta.

(En este recuento no tomo en cuenta la operación Uphold Democracy de 1994 en Haití, que fue una operación multinacional liderada por los EE.UU. con plena aprobación por parte de la ONU, a diferencia de la operación en Grenada que desató un verdadero furor de desaprobación por parte de ese organismo)

LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD PERDIDA

Después de un siglo de intervencionismo en donde los EE.UU. determinaron el devenir de muchas naciones latinoamericanas, y sobre todo, una vez superada la guerra fría (en su fase bipolar autodestructiva), se puede afirmar que los EE.UU. han ido perdiendo interés en el continente.

La última acción de los EE.UU., dictada por una política que enfatizaba más la lucha al narcotráfico como amenaza directa contra su sociedad, más que a la seguridad hemisférica como tal, fue con el “Plan Colombia” que al final concluyó en un fracaso: pues la política de “seguridad democrática” de Álvaro Uribe será traicionada por Juan Manuel Santos al este negociar la paz con el enemigo, nada más y nada menos que en La Habana, para así lograr el verdadero plan Colombia, el plan nacional “drogas en paz” o “drogas sin sangre” que ha terminado por convertir al país en un emporio mundial de la producción de drogas, y que podría terminar por convertirlo en narconación por efecto distorsionador y degenerador de una imparable potenciación económica de la actividades relacionadas con el cultivo, procesamiento, tráfico y lavado, hasta el día que el actual presidente Iván Duque muestre alguna determinación real por acabar con esta situación.

Cosa que nunca podrá emprender sin el apoyo indispensable, insustituible, esencial de los EE.UU.

OBAMA EN CUBA, LA ESTOCADA FINAL

Lo que hizo Barack Hussein Obama en Cuba indica además, no la persistencia de un error sino embocar una nueva vía que es la más equivocada posible, cuyo desacierto no está en haber levantado el bloqueo y restablecido relaciones, sino el de haberlo hecho a cambio de nada, suerte de rendición que convirtió a la operación en un triunfo histórico de la tiranía cubana, y lo que es peor aún: en un triunfo del enemigo justo cuando más lo necesitaba.

Obama cede ante Cuba sin haber ni siquiera hecho lo mínimo que se debía hacer, que era haber levantado por lo menos, un arreglo coral de presión hemisférica contra el régimen de los Castro, más bien se suma al coro del otro lado y poco faltó para que pidiese perdón a nombre de los EE.UU., una nación que si fuese por Cuba, hubiese sido rociada de misiles nucleares en 1962.

EL FIN DE TODA “SEGURIDAD DEMOCRÁTICA”

Sobre el intervencionismo de los EE.UU. en la región, no se debe dudar que tuvo sus aspectos positivos y negativos. En lo particular, sus aspectos positivos hoy saltan a la vista en lo que respecta a los venezolanos: la complicidad de los EE.UU. en el derrocamiento de Allende en Chile o la acción directa que emprendieron contra Noriega en Panamá o contra Fidel Castro en Grenada, solo pueden verse como acciones verdaderamente salvadoras y providenciales, una vez comprobada la magnitud aterradora de la tragedia venezolana.

Pero no es solo la magnitud de la tragedia venezolana, es la magnitud de la amenaza a la estabilidad y seguridad de todo el vecindario americano, la cual en vista de lo que ha pasado en México con la elección de López Obrador o lo que podría pasar en Brasil con un nuevo triunfo del Partido de los Trabajadores, está a punto de plantear nuevos retos, a pesar de que muchos digan que la amenaza de la izquierda “ha disminuido” (sin comprender su fortaleza sistémica y sistemática, implantada en las sociedades latinoamericanas).

Por cierto, la amenaza no es solo castro-comunista, es sobre todo chino-comunista con su modalidad exportable de capitalismo chino, suerte de “comunismo versátil” como lo he descrito en artículos pasados, que podría terminar -con sus adaptaciones indispensables en cada país- por ser la forma predominante de capitalismo para países subdesarrollados y emergentes, especialmente en Latinoamérica y África.

La amenaza es la de encontrarse con Estados convertidos en entidades públicas solo en apariencia, pero en realidad dominados por poderes en asociación por un lado, con un dipolo chino-globalista de influencia y dominación (un tren planetario al cual podrían anclarse vagones rusos, iraníes, turcos, españoles, mexicanos, brasileños, africanos e indios) y por el otro, y como aporte de inventiva e iniciativa regional, a cárteles de tráficos ilícitos de todo tipo, y sus tentaculares actividades económicas asociadas al lavado y reciclaje de sus capitales.

Y detrás, o debajo de todo esto, se podría desarrollar toda una plataforma que podría amparar, financiar y promover todo tipo de actividad conspirativa, subversiva, terrorista y de infiltración cultural y política contra quienes se atrevan a oponerse a esta forma arrolladora de “capitalismo del siglo XXI”, y me refiero específicamente a la potenciación del actual Foro de Sao Paulo, lo cual terminaría de transformar la amenaza, no en una dirigida solamente a Latinoamérica sino a toda América, incluyendo los Estados Unidos.

TRUMP CONSTRUIRÁ EL MURO EN VENEZUELA

A Trump habría que proponerle que si de verdad quiere un muro para proteger a su nación que venga a construirlo en Venezuela, aunque en realidad debería tratar de construir una nueva política de Estado de seguridad democrática hemisférica, que podría conectarse en forma admirable con las doctrinas y concepciones históricas que hicieron de los Estados Unidos una gran nación, esto sería algo más eficaz y duradero que cualquier muro.

Construir esta nueva política de seguridad, es el trabajo que toca hacer y deberá ser emprendido por toda organización civil, política y militar, realmente preocupada por la libertad y la democracia y por impedir su incautación y secuestro por parte de falsificadores y manipuladores, con intenciones hegemónicas totalmente antagónicas a los Estados Unidos y lo que representan para el mundo, y este esfuerzo de clarificación estratégica perdurable debe ser emprendido al mismo tiempo y en forma convergente en los Estados Unidos, en Venezuela, en Colombia y Brasil, y si es posible en todas las naciones americanas.

Y el primer error que no se debe cometer es el de circunscribir todo este trabajo a la esfera de la administración Trump, este trabajo hay que hacerlo en el partido demócrata, en el partido republicano, debe hacerse en el sistema bipartidista para que permee hasta eso que llaman el Deep State, es un trabajo que también deberá hacerse en lobbies, fundaciones y think thanks, es un trabajo que deberá hacerse en las corporaciones, en las finanzas, en el complejo tecnológico, en el complejo industrial militar, y es un trabajo enorme pero perfectamente factible, en el cual debemos buscar la mayor cantidad posible de aliados en las naciones de nuestro continente, porque no se trata solamente de salvar a Venezuela, se trata de salvar a todo un continente dentro del cual los Estados Unidos no deben verse a sí mismos como una entidad aislada (y a salvo).

Las intervenciones no pueden ser las unilaterales de Estados Unidos, eso solo nos garantizaría una inestabilidad en el tiempo, dependiente de cambios y alternancias políticas, algo así provocaría además una reacción muy inconveniente no solo en Latinoamérica sino a nivel global, y esto es algo que se debe evitar, no creo que se necesite mucha explicación al respecto.

El problema es enfrentar una ofensiva que es política, económica y sobre todo cultural, estamos viendo como en nuestros países gana Macri, gana Piñera, gana Duque, y no pasa nada en cuanto a unión común contra el enemigo común ¿Acaso Mauricio Macri puede enfrentar lo que tiene que enfrentar estando solo? ¿Por qué Macri no puede contar con el respaldo de una verdadera alianza continental y lo vemos íngrimo y solo negociando con el FMI? ¿Por qué los EE.UU. no aparecen como aliados decisivos en lo realmente decisivo? La recaída de Argentina sería un hecho gravísimo, y angustia ver como esto podría ocurrir sin que nadie mueva un dedo, como si no fuese un hecho que atañe a la seguridad y al futuro de toda América.

Mientras tanto, quien avanza realmente en Latinoamérica, son mafias traficantes de todo tipo y calibre, mafias de tráfico y lavado no solo narco, mientras tanto, Brasil y Argentina no pueden hacer nada ante ataques a mansalva contra sus monedas, su exposición sigue siendo la de países aislados, cada uno por su lado, mientras tanto, el expansionismo chino armado con un modelo de comunismo versátil perfectamente exportable, avanza de bajo perfil estableciendo precisamente las bases de su futuro dominio en un área que EE.UU. abandonó, o dejó perder, aunque para decirlo mejor, China está haciendo lo que EE.UU. ha debido hacer muchas décadas atrás.

EL PATIO TRASERO AL NORTE DE LA FRONTERA

A EE.UU. habría que recordarle que el patio trasero ya se les metió adentro, y que deberán elegir si quedarse con su mejor o peor versión, la mejor versión la podría constituir todo ciudadano o comunidad latinoamericana a la cual le ha tocado sufrir en carne propia los rigores de la ofensiva socialista del siglo XXI, con ellos, y con sus países, se debería construir una alianza que defienda a toda la región desde Alaska hasta la Patagonia, el verdadero muro.

Pero podría también optar por quedarse con la peor versión del patio trasero metido en casa: la de una minoría de izquierda radicalizada que puede colarse, no solo por el partido demócrata sino establecerse en grupos anárquicos de todos los colores, cada vez más fuertes porque están respaldados por poderes globales y estos grupos podrían crecer y llevar a los Estados Unidos, a una situación de conflicto civil peor que la que tuvo que vivir en los años sesenta. Hay quien dice que Obama es una conquista de esta peor versión, en lo particular creo que ese solo fue un comienzo, y estoy seguro de que en el mismo partido demócrata, debajo del ruido, hay facciones en desacuerdo con el derrotero elitista por un lado, y de radicalización izquierdista por el otro, que esa organización ha emprendido.

Con esa peor versión del patio trasero también podría quedarse sin quererlo, cierto sector conservador al cual se le acusa de “supremacismo blanco” y que en realidad más que “blanco”, es excepcionalista-aislacionista y no entiende que “hacer grande a América otra vez” es una operación que debería tener como primeros aliados a amigos de la libertad en toda América, de norte a sur.

Lo que pasa es que se ha caído en una perversión propia del electoralismo, donde la batalla conservadora contra la subversión política liberal necesita un enemigo, varios enemigos, y han elegido entre otros a los latinos, y estos a su vez como era de esperarse no se han quedado callados ante lo que perciben como una ofensiva racista-xenófoba, lo peor, es en que sus respectivas retóricas se necesitan mutuamente. Lamentablemente, un Trump dejándose atrapar por esta dialéctica, es tan necesario para la ofensiva izquierdista como los recursos que reciben de todos los países y organizaciones globales interesadas en debilitar “al imperio”.

Contra estas amenazas, no hay muro que valga, es más, el muro en la frontera mexicana podría quedar como la muestra de un repliegue que implica recogimiento y encogimiento, que es lo que precisamente buscan los enemigos de la libertad, y además resultar contrario a la idea del “Destino Manifiesto”, concepto que al igual que el del excepcionalismo, al igual que la Doctrina Monroe, pueden actualizarse y replantearse en clave realmente democrática y panamericana, ampliando y reforzando el sentido del Make America Great Again sobre todo porque la geopolítica multipolar, agresivamente multipolar que se está desarrollando, lo requiere, y ojalá que no sea a la fuerza, ojalá que no sea “por las malas” que esto llegue a entenderse.

CON VENEZUELA NO PODEMOS EQUIVOCARNOS

Con respecto a Venezuela, el indispensable trabajo de destrucción del actual Estado chavista y su basamento rentista, y de construcción de un nuevo Estado venezolano-americano desde su base cultural, ideológica y política, inserto en una escala que debe ir más allá de la nacional adquiriendo una dimensión de resolución y determinación hemisférica, es un trabajo no contingente ni circunstancial que llevará años, no es un trabajo de exhibicionismo, de pasarelas, soflamas al voleo, videos patéticos y selfies panorámicas para promocionar a determinados candidatos para una transición que nunca podrá ser realmente democrática, ni podrá establecerse en paz ni podrá durar, sino ocurre dentro de un cambio en la visión y en la acción política de todo el continente, o al menos de esa porción que se resiste a perder la libertad, comenzando por los Estados Unidos.

Planteado en términos médicos, toda operación de extirpación tumoral como la que podría aplicarse en Venezuela debería ser también de terapia contra una metástasis que está lejos de entrar en remisión y debería generar en algún momento en el futuro, prácticas higiénicas y preventivas, sobre todo de refuerzo del sistema inmune contra nuevas infecciones oportunistas.

Ejemplo práctico: la intervención por la fuerza en Venezuela no debería ser solo para solucionar una emergencia humanitaria, sacar a Nicolás Maduro y reponer a una extensa clase política, toda de izquierda, y dispuesta a seguir manteniendo el Estado rentista, aunque en apariencia se declare “opositora”.

La intervención debe acabar con Maduro, con el chavismo de Estado, de gobierno y de oposición, con el Estado rentista y con su ecosistema civil-militar de poderes económicos, y estar debidamente preparada para combatir, a plazo difícil de anticipar, una situación de caotización, desestabilización y conflicto regional, que podría presentarse como la verdadera respuesta del enemigo, como la verdadera confrontación a prolongarse en el tiempo.

Mientras escribía este artículo, el jefe del comando estratégico operacional de la “fuerza armada nacional bolivariana”, almirante Remigio Ceballos, confirmó que el despliegue de las fuerzas armadas en la frontera con Colombia es una operación militar conjunta con Cuba, Rusia y China. Esta declaración no puede subestimarse de ninguna manera y en su evaluación debe considerarse lo que algunos han llamado “el escenario Siria” en Venezuela, en donde la guerra convencional la pierde el régimen chavista, incluso sin ofrecer mayor resistencia, para dar paso a un conflicto no convencional en donde fuerzas irregulares venezolanas y colombianas, con apoyo internacional y del crimen organizado, desarrollarían otro tipo de guerra, para la cual hay varios nombres: “asimétrica”, “de cuarta generación”, “popular prolongada”, todas hipótesis de “guerra irrestricta” (por cierto desarrollada por chinos [4]) para las cuales el Estado chavista (más allá de su fuerza armada) lleva años preparándose con el apoyo de sus múltiples aliados, y esto es perfectamente demostrable (en realidad, es al contrario y son “los aliados” los que llevan décadas preparando a Venezuela para convertirla en el foco patógeno de un conflicto regional-hemisférico).

Esta es la razón por la cual me he manifestado en total desacuerdo con una intervención de fuerza en Venezuela más o menos inmediata, que además debería coordinarse con acciones internas de verdadera oposición (desobediencia, disidencia, resistencia y conspiración), que no pueden aplicarse en este momento, que deberán esperar por la superación de la fase de caotización inducida desde el Estado, algo que ya he descrito en otros artículos, y que no pienso desarrollar aquí.

Lo he pensado muchas veces, y el conflicto “irrestricto” que podría llegar a desarrollarse en Venezuela, podría tener algunas “características sirias” aunque al buscar paralelismos se pueden encontrar otros igual de factibles: si en Colombia la ofensiva de Pablo Escobar, los demás carteles y la de las guerrillas hubiese podido coordinarse, ese tipo de conflicto, más acorde con la “idiosincrasia latina”, también podría parecerse a lo que podría desatarse si nos descuidamos y nos dejamos llevar por la sobreestimación de nuestras capacidades (la subestimación perenne de la amenaza chavista es ya una tendencia que se ha cristalizado con persistencia “geológica” desde hace décadas, gracias al trabajo incansable y tozudo de TODA la “oposición” venezolana).

Recuerden los “uno, dos, tres Vietnam” de Guevara, esa no fue una “ocurrencia” del personaje, algún día la historia clasificará correctamente a la etapa de subversión de la izquierda de los años sesenta hasta los noventa, como una etapa “embrional” (y no de aborto).

CONCLUSIONES

EE.UU. debe relanzar una política de seguridad democrática hemisférica ante una amenaza que es mayor que la que pueden representar episodios de terrorismo, o la devastación social por narcotráfico y consumo de drogas, pues se trata de una amenaza diversificada de infiltración, corrupción y caotización de los sistemas culturales, económicos y políticos (incluyendo los de los EE.UU.).

Una amenaza que es multipolar y multicapa, en donde China juega más duro que nadie (a pesar de sus modos “soft”) pero a la cual hay que sumarle otros “países amigos”, crimen organizado determinando desde el control social hasta los más altos niveles de poder, paraísos de legitimación de capitales, agendas globalistas financieras, ambientalistas y hasta religiosas (teologías de la liberación), el Foro de Sao Paulo, y el apoyo del Papa en el Vaticano, convertido en actor político favorable a casi todos los factores mencionados.

(En este mix, pueden poner a Irán y a cualquier otro país u organización indeseable donde más les plazca, y no dejen de hacerlo porque esta es una sociedad abierta de capitales, medios, drogas, crimen, violencia, radicalismo, terrorismo y también de activismo de derechos humanos, activismo ecológico y teológico, dispuesto a usar cualquier sector, grupo o “minoría social oprimida”, como una gran palanca subversiva)

La política deberá ser a su vez de seguridad hemisférica integral y de alianza por la libertad, de forma que el intervencionismo no sea el de una nación aislada actuando en solitario sino un movimiento conjunto y permanente, un movimiento panamericano, que deberá orientarse contra un enemigo mucho más complicado e insidioso de lo que fue el antiguo enemigo soviético y su satélite castrista, pues en la actual coyuntura histórica se trata de un enemigo polifacético, polimorfo, multidimensional, hipertecnológico, creador de nuevas formas de influencia y dominación cultural-política-económica, constituido por un eje de actores globalizados dispuestos a dar la guerra en más de un plano, una guerra no convencional que se está ejecutando en todos los ámbitos, y en todos los países americanos incluyendo los EE.UU.

Esta política de seguridad debe ser el resultado de un pacto de alianza entre libres que no debe conllevar la creación de burocracias globalistas como la ONU o la OEA. Esta política con el tiempo debería cimentar una base material sólidamente construida en torno a acuerdos comerciales funcionales, y con la misma filosofía pragmática de eficiencia política, deberá crear nuevas instancias de coordinación policial y militar (y una verdadera agencia panamericana de investigación, inteligencia y contrainteligencia).

Para los EE.UU., la búsqueda de lo que debería ser un equilibrio virtuoso entre potencia mundial y nación que quiere ser grande de nuevo para su propia gente, el único camino natural, no contradictorio ni disociado de su génesis e historia, pasa por volverse una nación americana en un sentido continental, panamericano.

Y para Latinoamérica, este sería el único camino que le impediría recaer en la condición sumisa de ser una nueva colección de colonias.

En el fondo la solución es simple: Estados Unidos de América.


[2] “Del buen salvaje al buen revolucionario”. Carlos Rangel. Monte Ávila Editores, Caracas, 1976.

[3] El mismo Rómulo Betancourt, gran amigo y compañero político de Juan Bosch, expresaría sus dudas sobre la capacidad estadista y la determinación anticomunista del dominicano, y estas dudas llegarían más allá de su círculo íntimo al expresarlas en su visita a Washington en febrero de 1963, desde luego su preocupación no implicaba acabar con su presidencia sino todo lo contrario: que debía hacerse todo el esfuerzo posible para que ese gobierno (amenazado por un golpe incluso desde antes de la toma de posesión) durara lo más posible. De hecho, luego del derrocamiento de Bosch, Venezuela rompió relaciones diplomáticas con el régimen golpista de República Dominicana.

 [4] "La Guerra Irrestricta", Qiao Liang y Wang Xiangsui (1999): https://en.wikipedia.org/wiki/Unrestricted_Warfare