viernes, 31 de enero de 2020

Mitologías desde lo microscópico



"Dudo que Hugo Chávez aceptaría lo que Maduro ha traído para Venezuela y la FAN: hambre, violencia, represión y miedo. Maduro ha destruido todo comenzando por la constitución del 99 promovida por Chávez en el 99 y defendida por nosotros en 2007”

Juan Guaidó, 24 de febrero de 2019 [1]

"Con respecto a Cuba (...) queremos que sean parte de la solución (…) creemos que las gestiones que ha tenido Canadá con los diferentes países, incluido Cuba, son muy positivas para encontrar una solución y permitir una rápida transición…"

Juan Guaidó, 27 de enero de 2020 [2]

Si ya lo sé, caí en algo que recomendé no hacer: entretenerse con el títere de títeres, o con el cachorro de un perro pastor de pura raza leopoldista (como prefieran), lo que pasa es que hablar de Guaidó se ha vuelto inevitable, la operación necesita relegitimar hasta debajo de la alfombra a su protagonista, sobre todo porque ahora el país goza del privilegio de tener 3 asambleas.

Mientras tanto, al parecer está ocurriendo una cirugía a corazón abierto, la del corazón del Estado rentista…

“El gobierno venezolano está estudiando la privatización de su industria petrolera. Representantes del presidente Nicolás Maduro se habrían reunido con la rusa Rosneft, la española Repsol o la italiana Eni…”

Reporte de la Deutsche Welle en español:

Enfrentemos el primer mito: la privatización de PDVSA, que es lo de menos porque ha ocurrido algo mucho más importante.

1. La privatización de hecho es la del Estado, donde el petróleo es la base material, aunque ya no es tan "principal".

Minería de materiales estratégicos, tráficos de todo tipo y una economía de legitimización de capitales, por fin han logrado la "diversificación".

2. La transición en acto es la de un Estado privado: del rentismo nacional al rentismo transnacional (reparto depredador apátrida).

La estatización es la de la población reducida a precariado, dependiente como nunca de corporaciones estatales (no distinguibles de las privadas).

3. Población reducida a ganado, insumo, mercancía, con costos de mantenimiento convenientemente reducidos al mínimo vital, incluso transformada en arma social (de nueva generación) contra las naciones receptoras de las migraciones.

4. Libia, Turquía, Siria, países africanos ya la usan, aunque me temo que no es ni una novedad tercermundista ni algo que controlen “soberanamente”, sino otro invento oculto de ciertos imperialismos disfrazados de buenismos varios (“humanitarios” sobre todo).

5. Volviendo al tema “privatización” hay que recordar que viene de tiempo atrás, basta recordar la historia polémica de las “aperturas petroleras”, sabiamente previstas por la ley de nacionalización de 1975, la ley de un estado que, digan lo que digan, no era privado ni colonial.

6. Recordar que en 1975 se discutió públicamente el famoso artículo 5 de la ley de nacionalización petrolera, esta encendida polémica se justificaba plenamente porque contenía el meollo de una posible "contra-reversión" ("Nacionalización chucuta" según Pérez Alfonso).

7. El Estado privado y transnacional chavista superó este problema, al superar el problema de lo nacional y el de la soberanía. Esta es la transición más importante que ha ocurrido. El zamorano Chávez además logro la federación, solo que se trata de una federación de mafias.

8. Frente a esto, la gira de Juan Guaidó es promocional, el país, mejor dicho el territorio, literalmente está en venta, y los partidos como operadores de diversos sistemas de poder mafiosos, andan pendientes del reparto, de la nueva configuración del reparto.

9. Casi todos los países europeos estarían encantados de invertir (mas) en el territorio abierto (no libre) de Venezuela, especialmente si eso permitiera dejar fuera a EE.UU.

Cuando reciben a Guaidó es como si lo hicieran con un "presidente" africano.

El otro mito, el de la “institución armada”

Curiosamente, con respecto a este mito, citaré a Humberto Calderón Berti, protagonista del mundo petrolero, pero así es la micropolítica en Venezuela, y sobre todo así es la difusión mitológica, especialmente en lo concerniente al tema militar, más manipulado que nunca desde que comenzó la operación Guaidó.

La incorporación de la milicia partidisada (sic) como componente de las FAN es un paso más para contaminar lo que queda de institucionalidad. Un paso más hacia su desmantelamiento y entrega a los comunistas cubanos.

Humberto Calderón Berti

Este “tuit” es todo un compendio del mito militar (o de la manipulación opositora sobre el tema militar).

1. La institucionalidad de la Fuerza Armada quedó irremediablemente trastornada por la Constitución de 1999, que abrió las puertas al Estado garantizado por un tutelaje militar.

2. El régimen chavista es un régimen militar: la máxima demostración fue el 11 y 12 de abril de 2002, cuando el país civil no logro resolver el impasse.

No fue un "vacío de poder", fue un vacío de país.

En cambio, los militares todos juntos en su "casa club" si supieron resolver.

3. En la constitución del 99 la Fuerza Armada queda como garante de la fusión Estado-Nación donde la "seguridad de Estado" se convierte en "seguridad nacional".

Nada de "orden público", todo será un asunto de "orden interno", y ese "todo" es todo ámbito de desenvolvimiento civil.

4. La milicia no es partidización militar, es militarización de la sociedad, sobre todo de la parte que deberá encargarse del control civil en la base.

Estado policial y terrorista con base popular en guerra permanente contra el enemigo interno, nada nuevo.

5. No es la Fuerza Armada sino la sociedad la que ha sido desmantelada en su capacidad política y de autodeterminación.

La FA hoy en día no es institución sino sistema de poder, incluyendo el poder económico/administrativo y la base material del rentismo: "Minas e Hidrocarburos".

6. El poder en Cuba es militar y es muy capitalista (muy "comunismo versátil"): el empresariado militar GAESA es un consorcio trasnacional. Este esquema, que no es solamente cubano (Libia, Irán, Siria, etc) se ha reproducido en Venezuela.

7. De hecho, el fusilamiento del Gral. Arnaldo Ochoa fue una reestructuración corporativa para poder acometer la operación internacional castrista -post Perestroika- concentrándola en América en vista de la inminente disolución soviética como bloque geopolítico global.


[2] “Guaidó quiere que Cuba sea parte de la solución a la crisis en Venezuela”: https://www.dw.com/es/guaid%C3%B3-quiere-que-cuba-sea-parte-de-la-soluci%C3%B3n-a-la-crisis-en-venezuela/a-52168702

sábado, 25 de enero de 2020

Los hijos de Santos



En estos días de año nuevo, en las redes sociales he podido observar cierta discusión sobre dos temas persistentes relacionados con Venezuela, lamentablemente, se debe constatar poca evolución en el tratamiento de los mismos, salvo la convicción adquirida por parte de ciertas “luminarias”, de la inutilidad de Juan Guaidó como prócer libertador.

El primer tema se podría definir de esta manera: que mal le ha salido a Donald Trump su apuesta por Guaidó.

El segundo tema aborda las posibles medidas de Trump con respecto a Venezuela, en donde asoma otra vez la hipótesis de una acción de fuerza, insumo indispensable para todo traficante de esperanza.

Con respecto al primer tema, desearía no tener que repetir argumentaciones ya expuestas en artículos anteriores, solo recordaré que no debe existir la menor duda sobre el hecho que la administración Trump sabía muy bien con quien estaba tratando a la hora de respaldar a Juan Guaidó, a la Asamblea Nacional y a la clase política involucrada. Lo digo una vez más: creer que los micropolíticos venezolanos estafaron a Trump significa no haber entendido nada, y también significa que es mejor no seguir gastando tiempo en desahuciados.

Sobre el segundo tema, el de las posibles medidas, se podría discutir, por ejemplo se podría discutir si Trump estaría dispuesto a profundizar las sanciones contra Venezuela: a la vista está la fe y la confianza que Trump siente por este tipo de acción, reforzada por el éxito logrado hasta ahora en el tema de Irán, y es innegable que la amenaza comercial, sin permitir que la sangre llegara al río, también le ha funcionado con China.

Ahora bien, el tema de las sanciones comerciales es un tema de vida o muerte para la oposición venezolana, a la cual hemos visto en los últimos meses implicada en una rebatiña que no es otra cosa que el reparto de la renta. El episodio Calderón Berti sirvió para exponer descarnadamente esta trama, cosa que también expliqué en un artículo anterior.

El reparto de la renta, sobre todo de la renta petrolera, está íntimamente ligado al tema de las sanciones, pues la orientación de estas podría influir dramáticamente sobre una repartición que no solo es material sino una repartición de poder político, y esta a su vez determinar la vida de unos y la muerte de otros, y aquí me refiero más a sistemas de poder que a los partidos asociados con los mismos.

Este es el tema principal de la transición venezolana, de una transición que deberá establecer cuotas de poder económico y político, antes de pasar a discutir sobre modalidades y procedimientos de transición política, hacia un nuevo pacto de consenso rentista “democrático” que deberá lograr la difícil tarea de administrar una confederación de mafias compatible con la alternabilidad, todo sin poder contar con el arbitraje de una instancia superior como la que representaba Hugo Chávez.

Y siendo este el tema principal, no cuesta mucho concluir que para la administración Trump las sanciones representan su “arma principal”, sabiendo perfectamente que todos en Venezuela, temen caer bajo la mira, y cuando me refiero a todos, me refiero tanto a oficialistas como opositores. Perder de vista esto implica perder toda perspectiva a la hora de estudiar y analizar el abordaje de Trump hacia el “Issue Venezuela”.

Volviendo al primer tema, el de la posible decepción de Trump, o el de la posible estafa de la cual fue víctima por parte de la “operación Guaidó”, lo importante aquí sería señalar que si algún descalabro ha sufrido EE.UU. en sus planes con respecto a Latinoamérica, ese descalabro tiene nombre y apellido: Iván Duque.

Lo que ha pasado en estos últimos meses en Colombia, donde frente a la arremetida desestabilizadora del Foro de Sao Paulo, Duque ha mostrado ser un hijo de Santos mas que un hijo de Uribe, lo pone todo en discusión, comenzando por la hipótesis de una “acción de fuerza” contra el régimen chavista en Venezuela, y no es para menos, lo que pasó en Colombia nos mostró dramáticamente que la democracia colombiana deberá defenderse no de una amenaza fronteriza, sino en su propio seno, y la amenaza comienza en la misma Bogotá.

Es aquí donde la administración Trump deberá replantearse muchas cosas, Colombia era crucial para cualquiera de sus planes de acción política y diplomática en la región, y la sospechosa “debilidad” mostrada por Duque no presagia nada bueno.

El “Caso Duque” bien podría definirse como la complicación de una complejidad, que no termina de ser abordada a partir de una problemática mucho más amplia que lejos de quedar resuelta el siglo pasado con un supuesto “fin de la historia”, se ha convertido en una crisis sistémica global de la cual no se salva ni siquiera la superpotencia americana.

(Por cierto, el otro hijo de Santos es Guaidó, y sobre esto no ha dejado de lanzar señales bastantes inequívocas que cierto “embeleso analítico” no ha permitido resaltar. Estamos hablando de un político típicamente “socialdemócrata”, simpatizante en forma inocultable de ese partido demócrata de los EE.UU. en deriva socialista desde hace un tiempo, y que nunca ha puesto en duda lo que es la posición oficial de su partido, expuesta con claridad por la futura primera dama (que no es “Fabianita”): “con Chávez no pasaban estas cosas”).

Esta es la problemática de la cual deberían ocuparse “pensantes” y aspirantes a cualquier tipo de activismo político, lamentablemente, el análisis local sigue concentrándose en las acciones de un títere de títeres, eso es Juan Guaidó, y en el tema de unas elecciones que nunca podrán resolver el problema de fondo del poder en Venezuela. La "hoja de ruta" histriónicamente liderada por Guaidó no resuelve ningún problema de determinación soberana: es una ruta trazada sobre un mapa, y lo que habría que cambiar es el mapa.

Solo que el mapa abarca más allá del subcontinente suramericano.