jueves, 22 de junio de 2017

Sobre fábulas militares, y de guerra


Con respecto a los militares hemos sido víctimas de una permanente falsificación fabulada, sobre todo después de la crisis militar de 2002.

De los hechos de 2002, Chávez recabó una lección militar, la lección de los “civiles” fue de impotencia, esto no se entendió, y se sigue sin entender.

Cuidado con el descontento en los militares, puede ser por falta de radicalización. Como siempre, la cuestión se remite al conteo de cañones.

El descontento en los militares puede ir en una dirección u otra, sin conspiración podría ir justo hacia el recrudecimiento de la opresión.

El descontento interno en los militares no implica “pasarse al enemigo”, y menos que menos si se aprecia inconsistencia y debilidad en los civiles.

Si los militares aprecian una "oposición" capaz de contentarse con concesiones electorales dialogadas, jamás darán ningún paso de ruptura.

Por cierto, los militares son los primeros en no engañarse con ese "No al diálogo", saben que la cosa vendrá determinada desde afuera.

Nada sustituye al trabajo de conspiración, hecho con inteligencia, visión y la correcta ambición, militares no entregan su fusil a pendejos.

Este es un régimen militar donde lo civil cumple la función mimética que todo comunismo necesita, para perfeccionar su estado de guerra permanente.

El comunismo es militarista, transforma al estado en un cuartel y a la sociedad en ejército, todos en guerra permanente contra lo invisible.

A propósito, la guerra "civil" del Estado contra la sociedad puede ser asimétrica, el requerimiento de dos ejércitos es otra fábula beata.

"Militares constitucionalistas o institucionalistas", para la conspiración se necesita que sean políticos: esto es guerra, o sea, es política.

Los militares políticos son algo indeseable, pero ante la descomposición son indispensables, no estamos para darnos el lujo de la pureza.

Y si estos militares no sirven, pues habrá que "crear" (o criar) unos nuevos, tal como hizo el castrismo, y se puede hacer en menos tiempo.

El fantasma de militares políticos puede acechar a cualquier nación en crisis, que por corrupción terminal se vuelva tolerante a la sedición.

Todo el resto es teatro, tragedia para los muertos, drama para los noveleros, épica para los calculadores.



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