“Midterm” o elecciones a término medio
Comencemos informando a los lectores que las elecciones a
medio período o midterm no solo escogen a miembros del congreso, se
trata de unas elecciones de rango general en donde se eligen 34 gobernadores de
estado, en muchos casos con sus respectivas asambleas, y también algunas
alcaldías.
En un país realmente federal como lo son los EE.UU., desde
luego que la elección de gobernadores es muy importante, y el esfuerzo de
campaña puesto en ellos lo comprueba, pero es en la elección de miembros del
congreso donde se concentra el interés de los analistas políticos, por su
influencia directa sobre el gobierno central. En este tipo de elección la
totalidad de la cámara de representantes y un tercio de la de senadores es
renovada. Lo que explica también, porque es más probable que los vuelcos
políticos del partido opositor de turno ocurran en la cámara baja.
Encendiendo la brasa
Estas elecciones ocurren en un momento especial, entendiendo
por especial, su alejamiento de la “normalidad” vivida en los EEUU al menos en
los últimos 40 años, y que solo los atentados del 11 de septiembre de 2001 tuvieron
el suficiente impacto para alterarla.
Cuando hablamos de períodos de normalidad o de paz en los
EE.UU. debemos estar atentos porque no siempre la situación ha sido así, en el
siglo XIX el país tuvo que enfrentar la carnicería de la guerra de secesión,
cuya impronta aún sigue viva en muchos estados, digan lo que digan, y en
el siglo XX ni hablar: apartando las guerras mundiales, se debe reseñar la gran
depresión de los años 30 a raíz del crack bursátil de 1929, y desde luego, lo
que les tocó vivir en los años sesenta, y en ese período vamos a hacer hincapié
porque de algún modo podría repetirse, esta vez como resultado de una dinámica
controlada por ciertos factores, que tanto este servidor como Aura Palermo hemos estado estudiando
desde hace tiempo, lo cual nos lleva a concluir que podría estar en desarrollo
una situación de conflicto interno creciente en donde pareciera que se está
haciendo de todo, de lado y lado, para ir hacia una escalation como
la de los años sesenta.
¿Recuerdan los años sesenta en los Estados Unidos? si por
alguna razón no los recuerdan, los sesenta fueron la década de los asesinatos
de John Fitzgerald Kennedy, Malcolm X, Martin Luther King y Robert Kennedy, la
década de Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles y Vietnam, la de los
disturbios raciales no solo en el “Deep South” sino en grandes ciudades como
Los Angeles, New York, Chicago, Detroit, Washington, fue la época de las “panteras negras”
y del black power en todas sus salsas retando al sistema, época de “fresas
de la amargura” con rebelión estudiantil y universidades en operativo policial,
de liberación femenina y revolución sexual, de contracultura, psicodelia y
alucinógenos. En un estado como California “convivían” Charles Manson,
pacifistas, hippies, Ku-Klux-Klan y Black Panthers. En los años sesenta
el ejército de los EE.UU. no solo intervino en Vietnam sino en muchas calles de
muchas ciudades americanas, y pasó trabajo.
Los años sesenta para muchos “ciudadanos normales”,
representaron una “época de fin de mundo” donde todos los valores se iban
perdiendo y todo cambiaría para peor, sin embargo, el país aparentemente superó
el apocalipsis y ya en la década de los ochenta con Reagan todo parecía un
lejano recuerdo. En realidad, las cosas siguieron igual, porque nunca hubo una
resolución convincente, definitiva, capaz de superar cierto estado de cosas,
solo hubo una tregua, un armisticio, el “American Dream” seguiría siendo una
cuenta pendiente en muchos sectores y niveles de la sociedad, que se podían
anestesiar aumentando la dosis de consumo y crédito fácil en la ecuación del
“American Way of Life”.
Los que creen que los Estados Unidos andan mal, no tienen
idea de cuán mal se podría poner la cosa -en términos más que palpables- de
seguir la exacerbación de los ánimos en plan de caos políticamente
aprovechable, y existe un precedente ominoso en esos años sesenta, y en el país
de la guerra de secesión cien años antes, el país de las tensiones internas
permanentes (no solo raciales) que forman parte de su historia, que han
moldeado su historia.
Por eso cuando en los EE.UU. se habla de instituciones y de
su solidez y estabilidad se habla muy en serio, y la preocupación es grande,
porque su historia no es la de una nación de perenne paz interior, se trata de
una nación que ha sido embestida internamente hasta por su bolsa de valores en
1929, generando crisis, desempleo, pobreza y hambre, hasta un punto que fue
aprovechado para la aplicación de cierto "socialismo" (keynesianismo) en receta “New Deal”.
La situación actual donde nos encontramos con tiroteos a
cada rato, francotiradores, lobos solitarios, linchamientos morales, una
dramatización mediática de agitación y propaganda desbocada y asfixiante, y la
función teatral de la caravana-cruzada para recuperar tierra santa al norte de
la frontera, escénicamente balanceada por la movilización del ejército para
levantar "el muro" en versión militar.
Se podría decir que estos son los ingredientes, algunos en
farsa, otros en drama, de una cocción que todavía se encuentra a término medio,
en el país occidental donde el terrorismo de matriz interna hace más víctimas
que en ningún otro, el país donde el Estado renunció al monopolio de la fuerza permitiendo que millones de ciudadanos conviertan sus hogares en
arsenales, el país donde al fin y al cabo, el warfare (Estado de preparación continua para la guerra) predomina
sobre el welfare (Estado social de bienestar).
Desarmar la bomba de tiempo
Hay algo que debería ser tratado con sumo cuidado, y es la
cuestión de la guerra que se ha desatado desde toda trinchera contra Donald
Trump y las posibles consecuencias que esto podría traer. Sacarlo del poder a
como dé lugar, podría desatar demonios que no sabemos si han sido debidamente
identificados y ponderados, sobre todo porque la hipótesis de conflicto civil
en la sociedad estadounidense no puede ni debe descartarse nunca, menos aún si
observamos lo que ha pasado en los últimos años, especialmente a partir de la
administración Obama en donde comenzó a hacerse visible una descarada obra de
manipulación y polarización (que Trump lamentablemente no desactivó, todo lo contrario, al nunca volverse políticamente transversal).
A esto súmenle la reacción que ha aflorado en otro sector de
la población, ese que algunos denominan el “proletariado blanco” (aunque mucha
burguesía, no solo pequeña, entra en él), sector mayoritario que tiene a Trump como
su mesías. Sumen todo esto y sabrán que se ha instaurado una “dialéctica” que
de no ser detenida, o por lo menos atenuada, podría llevar a la confrontación y
la fractura, y es obvio que pareciera que ambas partes actúan como si guerra
quisieran, como sabiendo que la mecha ha sido recortada y la carga bélica
reforzada, de hecho, la caída de Trump ya podría contar con una narrativa lista
para ser usada: “no lo dejaron gobernar, lo sabotearon sin piedad, la guerra
contra Trump, es realmente contra nosotros” ¡cuidado! porque este relato coincide
con la tipología de la “puñalada en la espalda”.
Por otro lado y lejos de las trincheras en donde siempre se
ubican los radicales de todos los bandos, el ciudadano común, ese que conforma
la gran “mayoría silenciosa” a la cual se refería Nixon, tiene como sana
tendencia histórica “repartir el poder” entre ejecutivo y legislativo, y la
ocasión siempre se ha presentado en las elecciones a medio período. Es así como
en más de una ocasión, la oposición ha reconquistado el congreso a mitad de
camino, es algo que colectivamente se percibe como “bueno para la democracia”
porque implica el cumplimiento del sistema de “pesos y contrapesos” diseñado por los padres fundadores (inspirándose en los ingleses).
Esta posibilidad está planteada, en el pasado la oposición
ha sido capaz de remontar los escaños necesarios para acceder al control de
alguna, o ambas cámaras del congreso, incluso con desventajas superiores a las
actuales. En esta oportunidad, los expertos comentan que es posible que Trump
conserve su mayoría republicana en el senado pero podría perder la cámara de
representantes en pos de los demócratas.
He aquí el punto más interesante que plantean estas
elecciones, y no es otro que el de la “gobernabilidad en Washington”, pero en
su vertiente actual, de gestión entrabada por una dinámica extremizada de
batalla política por la “hegemonía sobre el imaginario”.
Una derrota del partido republicano, por ejemplo en la
cámara de representantes, podría ser una catástrofe para Trump en el sentido de
los obstáculos inamovibles que podrían ponerle a su accionar, aunque también, y
con cierta dosis de cinismo, podría verse como una buena noticia para quienes
refuerzan la narrativa del saboteo contra su gestión, algo que dada la
habilidad comunicacional de Trump hacia su electorado no debe subestimarse.
Obviamente si esto llegase a plantearse así y el “Trump víctima” cobrase aún
más popularidad, algo nada descartable dado el clima político, las
posibilidades de impeachment para impedir que llegue al 2020
podrían aumentar, para “cortar por lo sano” e impedir una repetición de la
sorpresa de 2016, aunque semejante operación podría encontrar un obstáculo
insuperable si Trump conserva su mayoría en el senado.
El primer reto de Trump hacia el 2020
Los mercados realmente no andan tan bien como se pregona,
han ocurrido "baños de sangre" que no trascienden a la opinión pública, solo se
cuela como información al pueblo la crecida de la economía y del empleo (pero sin ningún cambio estructural en el aparato productivo, por lo tanto, hablamos de una prosperidad inestable a medio-largo plazo), y en
cuanto a la “guerra comercial”, mientras dure lo suficiente para provocar alguna
emergencia oportuna que justifique, no las debidas rectificaciones, sino tomar
“medidas de rescate” que permitan seguir con el trend global de emitir
deuda como si no hubiese un mañana, esto podría hasta contar con el soterrado
apoyo de esas mismas élites (dominantes) que se supone deberían estar sufriendo por los
embates de Trump (podría apostar por esto a ojos cerrados).
Esto es así, y explica por qué nunca se han tomado las
medidas de desahucio e higiénicas que deberían haberse aplicado desde la crisis
de 2008, y la razón es simple: no se puede cambiar nada porque el sistema
económico basado en emisión, deuda y alcahuetería bancaria global se ha
cristalizado, intente usted hacer algo sensato y la estatua hueca de cristal
finísimo estallaría, y las astillas dañarían a todos, incluso a quienes
provocan los ciclos económicos adrede para prolongar la prosperidad de "deep states",
corporaciones, especuladores y bancos.
Los antitrumpistas que se cuiden
¿Estarían los antitrumpistas dispuestos a seguir con su obra
de demolición, pase lo que pase en las midterm? Bueno, aquí la
pregunta no se le debería hacer a ellos, sino a los lobbies, grupos y capitales
que dictaminan y sustentan sus agendas, porque para nadie es un secreto que hay sectores del
partido demócrata que no están tan interesados en ahondar la conflictividad,
sino más bien volver a prácticas de oposición más sensatas (y responsables),
estos sectores desde luego no cuentan con el apoyo de la fracción
elitista-globalista de Clinton-Obama, ni con la tendencia abiertamente
socialista de Sanders, sectores que esperan lograr un gran avance en estas
elecciones, en este sentido, las midterm podrían decidir el futuro del
partido demócrata, un futuro seguramente conflictivo.
Desde luego, la vuelta de un partido demócrata no dispuesto
a la diatriba, al insulto, al dogfight escénico y a la polarización
estridente, es algo que en modo alguno podría beneficiar a un Trump que
necesita como el oxígeno, alguien con el cual caerse a ladridos mediáticos sin
los cuales, el personaje se podría desinflar entre sus hinchas, creemos que no
hace falta explicar mucho esta parte.
¿Para cuándo el Trump 2.0?
El Trump 2.0, o sea, un Trump más “presidencial” y menos
“personaje” podría no llegar nunca, sobre todo si su “naturalidad” le sigue
dando tan buenos resultados ¿usted desecharía el método exitoso que le permitió
llegar a la presidencia y reelegirse?
Sin embargo, algunas decisiones de cierta envergadura sobre
todo en política exterior podrían representar la evolución a un Trump en
versión 1.1 por los menos, especialmente si lograse retener un congreso que no
fuese tan desfavorable, y eso sí, sin abandonar nunca su estilo gruñón e
irritante de “primero asustar y luego negociar”.
(Por cierto, la aplicación machacona de ese método es una de
las pocas cosas realmente predecibles del personaje, y lleva siempre a que
mucha gente se equivoque de lo lindo de buenas a primeras, como ha pasado todas
las veces que lanza algún ladrido contra Maduro).
El énfasis en contra de Irán seguirá aumentando, porque
pareciera que se ha convertido en el meollo de su política exterior, indudablemente por obra de la poderosa influencia de Arabia Saudita e Israel (Wahabismo-Sionismo, invariable desde los tiempos de Clinton). Otras cuestiones,
como las tensiones con China y con Rusia dependen de demasiados factores que
ameritarían un trabajo especial bastante extenso, en otra ocasión.
Con respecto a Venezuela, en trabajos y artículos anteriores
hemos apuntado que esto dependerá sin duda alguna de su reelección, por
tratarse de una materia de ámbito “latino” que en los EE.UU. es sensible y
tiene su importancia (aunque no tanta como la sobrevaloración sistemática que
se hace de ella en los medios hispanos). Una intervención en Venezuela nunca
podría ser unilateral, y por lo tanto depende de “cuadres” que llevarán su
tiempo y deberían insertarse en una nueva política de seguridad hemisférica,
que requerirá de todo menos precipitación, sobre todo porque factores cruciales
como Duque en Colombia y Bolsonaro en Brasil todos se encuentran o se
encontrarán por un tiempo, enfrentando prioridades internas de cierta gravedad,
y Trump se encontrará fajado en su campaña electoral permanente, interesado más
en ser un “Trump 2020” que no “2.0”.
[1] Artículo publicado originalmente, el 5 de noviembre 2018 en la antigua página de “La
Cabilla” (lacabilla.com).
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