jueves, 30 de agosto de 2018

Una discusión desde el abismo: el carnet de la patria



Las redes sociales en Venezuela desde hace días hierven en polémica con respecto a la pertinencia ¿política? ¿moral? de sacarse o no “el carnet de la patria”, decisión personal o individual que no puede ser impuesta como decisión política, dada la absoluta carencia de fuerza de todos los bandos involucrados, tanto el de la oposición oficial como el de la oposición radical, o resistente, o como se le quiera llamar.

Lo que salta a la vista es el torneo digital aislado del país, frente a un acto, el de sacarse el carnet de la patria, que dada las condiciones absolutamente desesperadas en las cuales se encuentra gran parte de la población, por necesidad de procurarse alimento, medicinas o acceso a cualquier servicio, siempre será una decisión PERSONAL, y aquí lo que parece increíble es que la discusión no parte de este hecho, sino parte de posiciones supuestamente oportunistas (la oposición oficial) o de posiciones principistas, incluso heroicas (la oposición radical).

¿Se habrá dado cuenta la oposición oficialista que quien NECESITA sacarse el carnet de la patria, no lo hará nunca para incorporarse a una supuesta “estrategia de saturación” para hacer colapsar al Estado, sino que lo hará, por ejemplo, obedeciendo a la urgencia estrictamente individual de obtener un medicamento para su hijo? ¿Y que la mayoría de estos carnetizados se soñaran de reclamar o protestar por temor a quedar fuera, definitivamente excluidos de todo soporte?

Y menos que menos se irán a protestar “carnet en alto” por instrucciones de una clase micropolítica que no representa a nadie, y que más bien sólo podrá pescar votantes incautos, en la medida que ofrezca alguna promesa demagógica que jamás llegará a contradecir al carnet de la patria y esto pueden apostarlo: estamos hablando de la misma porquería de “oposición” que ofreció “la tarjeta mi negra” como la gran promesa electoral en 2006.

¿Se dará cuenta la oposición radical que por las mismas razones, quien se saca el carnet de la patria no está renunciando a ninguna “dignidad”, en nombre de ningún “valor patriótico”, sino que lo hace por mero acto de supervivencia y que llegado a este punto decirle a esta persona que lo suyo es un acto de “sumisión”, es al fin y al cabo la más monumental de las hipocresías, una hipocresía del tamaño de un país que de impotencia pura, se dejó llevar a esta situación sin nunca haber logrado nada para hacer retroceder al poder, ni por un milímetro?

¿Qué le están pidiendo a la sociedad estos dos grupos? ¿actos de astucia? ¿actos de heroísmo? ¿una certificación de “viveza” (saca tu carnet para poder exigir tus derechos)? ¿o una certificación de patriotismo (cédula si, carnet no)? Cuándo ninguno de los dos ha mostrado la menor eficacia, salvo para crear un país de derrotados en mil batallas ficticias, de elecciones y calle, en donde a la gente se les arrojó directo al fraude, como fue el plebiscito del 16 de julio de 2017 (el peor fraude posible), o a la muerte, como ocurrió en las “gestas desde el asfalto” de 2014 y 2017, sin que nunca pero ni por un segundo, asomara la menor posibilidad de crear una crisis, un impasse, un “contra-caos” políticamente aprovechable (salvo para micropolíticos de todo pelaje).

¿Con qué cara nos llaman una vez más a la “obligación de exigir derechos” o al sacrificio de privaciones al borde del abismo, esta cuerda monumental de inútiles, incapaces de paso, tanto los oficialistas como los radicales, de asumir la menor responsabilidad por el fracaso colosal, estrepitoso y también sangriento de todas, absolutamente todas sus acciones?

Dos sectores de oposición uno falso, el otro torpe, empecinados en la máxima idiotez política, la de pretender que la población, sumergida hasta el cuello en el tremedal venezolano, sea la que se amolde a sus visiones gloriosas, planes invencibles y consignas de pacotilla, porque si no (y ahí viene la amenaza, la sentencia fatídica): “el venezolano no sirve para nada, no pide libertad, protesta con el estómago, perdió los valores y se merece lo que le está pasando”. Sentencia que siempre es la máxima demostración de esterilidad, de incapacidad, de distancia de la realidad.

Esta infatuación imperdonable, que se sublima en un supremacismo moral inflamado e hipersensible por parte de quienes deberían bajarse de todo pedestal y orientar EN LA REALIDAD, y hacerlo siempre en dirección hacia la preservación y no la inmolación, respetando la esperanza en cuanto sentimiento vital irrenunciable, y no mercadería inagotable con la cual traficar, este extravío inmaculado ante dramas que son de vida o muerte, este impecable aislamiento “de conciencia” y creencia en una “perfección ciudadana” en medio de la destrucción, el salvajismo y la anomia, déjenme decirles que todo esto se parece mucho a un comportamiento de casta privilegiada de un régimen totalitario, que en el caso de la oposición oficial, de más está decirlo, es la ambición que anima a esa clase micropolítica y sus cortesanos y vestales.

Pero cuidado, porque en estos días, y ante la incomprensión casi general que se observa en todas partes ante lo que es un problema INMEDIATO de supervivencia, como lo es el del carnet de la patria, pareciera que ciertas pulsiones de pureza e iluminación, aspirantes todas a una futura nomenklatura, están surgiendo también en quienes deberían constituir la porción pensante de la oposición radical, la cual, el día que deje de ser vulgarmente realista para convertirse al canto épico, se habrá convertido en otra expresión de decadencia irremediable.

En vez de concientizar en la dirección correcta se opta por la fuga onírica, porque lo primero que se le debería explicar a la gente, es que el carnet de la patria no es un mera tarjeta de uso múltiple: estará conectada a un sistema de identificación, control y “tracking” el cual YA EXISTE para todos y cada uno de nosotros, un sistema de vigilancia del cual no se puede ni se podrá escapar viviendo adentro, y solo parcialmente viviendo afuera (servicios consulares, bancarios, de envíos y remesas por ejemplo), y que ese sistema al desarrollarse controlará nuestras vidas cotidianas, nos entreguen o no el carnet, lo aceptemos o no, y de nada servirá que lo quememos en una pira heroica de reafirmación nacionalista, todos elevando sus inútiles cédulas al cielo, en acto que no reafirmará nada, salvo el despiste, para no decir el descarrilamiento de la realidad.

Desde luego, ¿qué más se puede esperar de una sociedad de poetas muertos que cree que el anonimato en las redes sociales ¡LOS PROTEGE! y “es indispensable para orientar y dar anuncios cruciales sobre próximas acciones” ¡¿pero bueno señores qué es esto?! ¿Idiotez en estado puro? ¿Infantilismo? ¿Masturbación colectiva?

Para el tipo de acciones que una verdadera oposición de conspiración y resistencia al Estado chavista debería emprender, sean estas acciones pacíficas, de fuerza o violentas, a la escala que sea, que la gente se saque el carnet de la patria NO INFLUYE NADA, las precauciones a tomar por parte de la insurrección deben ser otras, donde la discreción, el sigilo, la clandestinidad deben aplicarse según un diseño, una planificación, una estratificación que al enemigo le resulte difícil de descifrar y descodificar ¿será tan difícil de entender algo tan elemental?

Más bien negarse al carnet de la patria lleva al debilitamiento, al aislamiento, a la auto-guetización, al auto-asedio, al auto-desgaste, y a una fácil identificación y localización de “los sospechosos”, más aún en un campo de batalla donde el enemigo domina todas las fuentes de abastecimiento, todas las líneas de sustento vital ¿será posible que esto no les dice nada? ¿será posible que esto no les dice que la línea de acción por mucho tiempo no podrá ser la de la confrontación abierta, frontal, a cielo abierto? ¿Que para materializar actos masivos de desobediencia (necesarios llegado el momento) no basta con mensajitos épicos desde las redes sociales, que en la mayoría de los casos, son enviados no por “guerreros o guerreras de la luz” sino desde el mismo enemigo, con el fin de monitorear reacciones, movimientos, identificar conexiones, relaciones, nodos, delimitar zonas, medir niveles de organización, para “perfilar y mapear”?

NOTAS:

Para los que piden propuestas, aquí repetiré las mías una vez más, y son propuestas no planes, el que tenga un “plan” de todos modos no debe mostrarlo, el que tenga un plan y lo muestra, o anda en algún ejercicio ególatra, o anda en una campaña subrepticia, o es un idiota (puro y duro), o es el enemigo aprovechándose de los idiotas (y de los ególatras).

Las agendas de una oposición de resistencia, conspirativa e insurreccional, deben ser dos, una pública y la otra debe ser estrictamente secreta.

La agenda pública debe ser exclusivamente civil, y consiste en organizar y capitalizar todas las operaciones políticas, diplomáticas, legales, mediáticas, sociales y culturales, que puedan materializarse en acciones de denuncia, repudio, desprestigio, desconocimiento, aislamiento, sanción, persecución, disidencia y desobediencia, todas operaciones que deben ser pacíficas y NO EXPONER VIDAS.

La agenda secreta es civil y militar, y debe ser de infiltración, inteligencia, saboteo, conspiración y guerra, debe materializarse en acciones de guerra asimétrica (resistencia propiamente dicha) en lo preparatorio, y proceder a una intervención y golpe en su fase final, es una agenda que no puede ser pacífica, y por lo tanto, tampoco debe ser difundida. No hace falta explicarlo.

Hará falta un ente central, una clásica junta capaz de coordinar y dirigir todo eso, y esa junta podría tener una fachada pública, incluso institucional, algo que se deberá plantear y discutir con sumo cuidado, tomando en cuenta este mundo de comunicación y conectividad universal al alcance de buenos, malos, y tontos, sobre todo porque lo importante será la actividad secreta.

La lucha que deberemos emprender NO DEBE ser “representativa”, no tiene por qué ser “unitaria”, porque no será un asunto de representación ni de “legitimidad de origen”, sino de determinación y reconocimiento ante los que deberán hacer la guerra.

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