lunes, 7 de diciembre de 2020

6 de diciembre de 2020, el día cuando se detuvo el tiempo

Se repite el evento de las elecciones parlamentarias de 2005, aquella vez, todo el ecosistema del poder y su instrumento, la clase política única, ante el primer acto masivo de desobediencia civil en la historia de Venezuela, presurosamente optó por “re-electoralizar” la política.

Por lo tanto esta decisión fue tomada tanto por el Estado chavista como por su oposición “oficial”, y si existiese conocimiento real de la condición colonial de Venezuela, se entendería que esta no fue “una decisión soberana”, pero hoy no vine para hablar de esto.

La impresionante abstención que ayer se volvió a presentar, como campanazo mudo, es el triunfo del desierto, de uno que nos mostró que el tiempo se detuvo.

La verdad, es que el tiempo se detuvo en Venezuela hace años, en el país que tiene un problema no resuelto, con el tiempo.

La abstención ¿es acción o inacción? ¿es activa o es pasiva? Esta discusión me tiene sin cuidado, porque lo importante es la constatación del desierto, de un desierto que abarca todos los parajes de la política.

Desde hace un tiempo vengo diciendo que la única posibilidad de existencia para una verdadera oposición en Venezuela, es que ésta aprenda a volar debajo del alcance del radar, del radar de lo supuestamente “público”.

Y el “radar de lo público” no es solamente el radar del Estado, es el radar del sistema, del ecosistema de poderes que incluye a la oposición visible, a la oposición mediática, sea “oficialista”, o supuestamente “rebelde”, “radical”, “disidente”.

Si Usted es detectado por algún “opositor visible”, es lo mismo que hubiese sido detectado por el radar chavista, sepa que debe fingir, debe disimular, debe huir a la primera, porque el opositor visible, es tan enemigo como el otro, ni mas ni menos.

El radar de lo público solo se puede entender si se logra una definición que comprenda que lo público no es “lo mediático”, lo público no es “lo comunicacional”.

La real esencia de lo público es el conflicto en la sociedad, lo que algunos definen como “lo político”.

Y lo político no es la política, sin organización “ordenadora de lo político” no hay política, un acto de abstención masiva no implica la existencia de la política, la abstención no fue un acto organizado, es simplemente la única opción que le quedó al pueblo.

Ayer, el radar de lo mediático, de lo comunicacional, no pudo detectar lo que estaba buscando, ojalá que quienes aspiran a la política entendiesen que así debe ser todo el tiempo, que la única acción política posible, por los momentos, es la no detectable.

Los tiempos para actos públicos, grandes y pequeños, de “desobediencia activa” ya llegarán, mientras tanto ¿alguien se prepara y prepara a la gente?

Mi pesadilla, es una donde después de “la caída” veo caras nuevas, si, las nuevas caras de nuevos oportunistas.

En Venezuela la organización política se encuentra siempre con un obstáculo, que no es la presencia de una “falsa oposición”, esa mas bien facilitaría las cosas si hubiese inteligencia, por lo menos la inteligencia para ignorarla y no dedicarle ningún tiempo vital.

El obstáculo sempiterno es la noción del tiempo, una noción en donde “nunca hay tiempo” o "el tiempo ya pasó", es la maldición del “yaísmo”, del “esta vez es distinto, y tú lo sabes”, donde el que dice esto, ni siquiera sabe dónde está parado.

El venezolano no se encuentra peleado con la realidad, si fuese así la astucia sería una rareza, y más bien a la historia del país le ha tocado padecer de un exceso de astucia, de la “viveza” como primera ramificación del gentilicio.

No, la pelea del venezolano siempre es con el tiempo.

Y sin noción del tiempo no es posible tener noción de la oportunidad, del “timing” para preparar y ejecutar, porque solo el tiempo permite la percepción del verdadero pulso de la sociedad, que no es solo el pulso venezolano, es “el pulso de los tiempos”, un pulso universal.

Toda esta reflexión no es nueva, hace año y medio la expuse en un escrito un poco amargo, “En Venezuela nunca hay tiempo (La Farsa, episodio 4)”, si desean profundizar, recomiendo su lectura.

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