domingo, 12 de abril de 2020

El Sacro Imperio Globalista: la nueva evangelización del mal


(A continuación la transcripción del video, que se pone a la disposición para aquellos que no disponen de una conexión a la internet que permita la correcta reproducción de este tipo de contenidos, lamentablemente, esta situación es muy frecuente en Venezuela, desde hace años).

Amigos y seguidores, ante todo deseo dar las gracias a los que me han acompañado en esta travesía por el desierto que aún sigue, pienso que los hechos en desarrollo me obligan hoy domingo de resurrección, por primera vez después de 8 años, compartir con el mundo la punta del Iceberg de mi estudio e investigación aun en desarrollo… me queda mucho camino por recorrer en la caverna para desnudar el corazón de las tinieblas de los Gobiernos del Mal.

¿A que me refiero con los “gobiernos del mal”? son aquellos regímenes que obedecen a poderes que tienen como fin último la destrucción de la creación de Dios, para ellos sustituir la imagen sagrada e imponer su propia religión de dominación, tal y como es el caso en la historia reciente, del Sacro Imperio Globalista y la Nueva Evangelización China, casos que explicaré en futuros videos.

Ambas corrientes vienen transitando un largo camino común. La destrucción de la cultura occidental judeocristiana, la construcción de una filosofía relativista autoritaria para la clase intelectual y una religión global nihilista, panteísta y pagana para las masas, todo esto como consecuencia de la decadencia del sistema de creencias y valores, los fundamentos morales y religiosos, en otras palabras, provocando una crisis espiritual producto del hermetismo de las almas.

Con el pasar de los años las revoluciones fueron transmutando de formas violentas a métodos astutos de persuasión engañosa, ya que, y ahora voy a citar a Antonio Gramsci, el pensador comunista artífice del concepto de “hegemonía cultural”, Gramsci afirmó que: “se obtenían mayores ganancias por estas vías graduales, de lenta pero sostenida transformación de la mentalidad que por la vía de una persecución abierta. Toda una hábil guerra contra la espiritualidad, estratégicamente concebida y ejecutada”.

Esto le permitió al marxismo subsecuente, desarrollar su antifrágil estructura y superestructura y digo que es antifrágil porque acrecienta su poder en el caos y la incertidumbre, decía que ésta estructura y superestructura está siendo impulsada en los nuevos polos de poder para así poder avanzar una transición simultánea en todos los continentes, hacia un nuevo orden global.

Estos polos de poder del sistema constan de 5 ejes de acción: político, económico, territorial, social y espiritual, que se articulan a su vez con “El desarrollo solidario de la humanidad” en sus 5 dimensiones: social, psico-racional, física-biológica, psico-afectiva unidas entre ellas e integradas por la dimensión espiritual, basada en un nuevo sistema de creencias, y en una nueva moral y ética entorno a una casa común: la ecología.

Pero para poder abordar con éxito las dimensiones anteriores, el trabajo arduo lo enfocan sobre la percepción, para así demoler el “sentido común”, es decir la facultad intelectiva concedida al hombre, estimulada y conectada por la percepción a través de los 5 sentidos, que son a su vez el juicio y por tanto el alma de los hombres.

Porque el principal objetivo transversal del mal en todos los tiempos, siempre ha sido el mismo, la destrucción de su enemigo histórico, la creación de Dios, porque ellos no quieren servir a Dios, ellos quieren ser “Dios” y edificar su proyecto de reino, para destruir y construir otro mundo bajo la orientación de este Dios, con una nueva “tierra prometida” y un “nuevo Adán”.

Se trata de dar paso al “hombre nuevo”, obra de creación del mal, el hombre perfectamente sumiso y sin libre albedrío.

Con la pérdida del “sentido común”, el hombre-masa se vuelve una plastilina humana incapaz de desarrollar conocimiento crítico, su concepción del mundo es impuesta de forma externa al estar incluido en grupos sociales que dictan la ley, sin capacidad de conocer y menos escuchar el logos, una sociedad infantilizada, uniformada en un mismo modo de pensar y obrar, donde la cultura, las costumbres, las tradiciones dejan de existir tal como las conocemos, ese es el porvenir del género humano globalizado.

¿Y cuáles son los modelos que se están siguiendo? el primero y principal es el de las teologías de la liberación, así, en plural, y en otro video explicaré porque se debe hablar de diversas teologías de la liberación, ahora bien este modelo esta hecho para ser aplicado sobre todo en países del tercer mundo, y una muestra es todo lo que gira en torno a una nueva deidad panteísta y pagana: la “Pachamama”, que es lo que se expuso en la encíclica “Laudato Si” y en el pasado Sínodo Amazónico, este modelo sobre todo concuerda con la agenda del “comunismo versátil” de la cual Federico Boccanera en algún momento les va a hablar.

El otro modelo es un modelo fundamentalmente ecologista, pero sobre todo es un modelo gnosticista y nihilista de convergencia del catolicismo con el protestantismo, que está muy ligado a la agenda globalista, la otra agenda que Federico Boccanera les va a exponer, y es globalista porque se trata de un modelo ligado a sub-agendas como la del cambio climático, la libre inmigración, el abatimiento de las fronteras, la libre circulación, la sociedad abierta, la precarización de las clases medias y trabajadoras, las falsas agendas antihomofóbica, antiracista, antisemita, antifascista, agendas hipócritas cuyo objetivo real es asociar a la derecha con todo eso, y, muy importante, las agendas contra “la opresión”: la agenda feminista, la ideología de género, la agenda LGTB… que a su vez se encuentran ligadas a una agenda malthusiana de reducción de la población, y aquí hay que insertar por ejemplo, la agenda a favor del aborto, la eutanasia, etc.

Obviamente las agendas pro-aborto y pro-eutanasia, es probable que nunca sean aprobadas por la iglesia católica, pero no porque chocan con el derecho a la vida y su defensa, sino porque hay una repartición del trabajo, una división del trabajo, que asigna estas agendas de opresión a determinados sectores de la sociedad, para que haya un trabajo en paralelo, convergente.

Por eso es que considero importante recordar el “profético” llamado de alerta que elevó el cardenal Joseph Ratzinger, pocos días antes de ser electo Papa, el primero de abril de 2005 en la conferencia impartida en Subiaco, cerca de Roma, en el monasterio de Santa Escolástica, al recibir el premio “San Benito por la promoción de la vida y de la familia en Europa”.

“Vivimos en un momento de grandes peligros y de grandes oportunidades para el hombre y para el mundo; un momento que es también de gran responsabilidad para todos nosotros. Durante el siglo pasado las posibilidades del hombre y su dominio sobre la materia aumentaron de manera verdaderamente impensable. Su poder de disponer del mundo ha permitido que su capacidad de destrucción alcanzase dimensiones que, a veces, nos horrorizan.
Por ello resulta espontáneo pensar en la amenaza del terrorismo, esta nueva guerra sin confines y sin fronteras. El temor que éste pueda apoderarse pronto de armas nucleares o biológicas no es infundado y ha permitido que, dentro de los estados de derecho, se haya debido acudir a sistemas de seguridad semejantes a los que antes existían solamente en las dictaduras; pero permanece de todos modos la sensación de que todas estas precauciones en realidad no pueden bastar, pues no es posible ni deseable un control global.
Menos visibles, pero no por ello menos inquietantes, son las posibilidades que el hombre ha adquirido de manipularse a sí mismo. Él ha medido las profundidades del ser, ha descifrado los componentes del ser humano, y ahora es capaz, por así decir, de construir por sí mismo al hombre, quien ya no viene al mundo como don del Creador, sino como un producto de nuestro actuar, producto que, por tanto, puede incluso ser seleccionado según las exigencias fijadas por nosotros mismos.
 Así, ya no brilla sobre el hombre el esplendor del ser imagen de Dios, que es lo que le confiere su dignidad e inviolabilidad sino solamente el poder de las capacidades humanas. No es más que imagen del hombre, ¿de qué hombre?” …
Y más adelante señala: “Pero de aquí emerge también, y sobre todo, la responsabilidad que nosotros los europeos debemos asumir en este momento histórico: en el debate acerca de la definición de Europa, acerca de su forma política, no se está jugando una batalla nostálgica de retaguardia de la historia, sino más bien una gran responsabilidad para la humanidad de hoy”.

También los invito a pensar sobre estas atemporales reflexiones hechas no por el Cardenal Ratzinger pronto a ser Papa, sino por el sacerdote e intelectual Joseph Ratzinger, en el año 1967 cuando desarrolló sus «Meditaciones sobre la Semana Santa» para una radio bávara, las cuales fueron posteriormente publicadas en 1997.

“¿No comienza nuestro siglo a ser un gran Sábado Santo, día de la ausencia de Dios, en el que hasta los discípulos tienen un vacío helador en el corazón que se hace cada vez más grande, y por este motivo se disponen, llenos de vergüenza y de angustia, a volver a casa y se encaminan a escondidas y destruidos en su desesperación hacia Emaús, no dándose cuenta en absoluto de que aquel que creían muerto estaba en medio de ellos?

                                    Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado…

En nuestro tiempo se oye hablar cada vez con mayor insistencia de la muerte de Dios. Por primera vez, en Jean Paul Sartre, se trata sólo de una muerte de pesadilla:

Jesús muerto anuncia a los muertos, desde el tejado del mundo, que en su viaje al más allá no ha encontrado nada, ni cielo, ni Dios misericordioso, sino sólo la nada infinita, el silencio del vacío abierto de par en par». Se trata todavía de un horrible sueño, el cual, al despertar, el gemido se deja a un lado, aunque no se logrará jamás olvidar la angustia sufrida, que estaba siempre al acecho, oculta, en el fondo del alma.

Un siglo más tarde, en Nietzsche, hay una seriedad mortal que se expresa en un grito penetrante de terror: «¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!». Cincuenta años después, se habla de ello con un distanciamiento académico y se nos prepara a una «teología después de la muerte de Dios», se mira alrededor para ver cómo se puede continuar y se anima a los hombres a prepararse para ocupar el puesto de Dios.

Las iglesias con las ventanas tapadas con trapos negros se convirtieron en el símbolo de la situación de nuestro mundo: hay ventanas, es cierto, pero están cubiertas, no penetra por ellas la luz de fuera y de lo alto, Dios se esconde, pero las cortinas caen.

Sabía que detrás de las cortinas está la luz. Sabía que el silencio del Sábado Santo está lleno del Misterio de la esperanza. Precisamente porque me sabía partícipe de las miserias de nuestra generación, me sentía llamado a dar voz a la esperanza, la cual, en verdad, en la hora del silencio y de la oscuridad está particularmente cercana.

Dirijamos una vez más nuestros ojos hacia el costado abierto de Cristo crucificado, ya que esta mirada constituye el sentido íntimo de la Semana Santa, que quiere desviar nuestros ojos de todas las atracciones del mundo, del espejismo de sus promesas de escaparate, hacia el verdadero punto de dirección, el único que puede garantizarnos el camino en medio del laberinto de callejuelas que giran siempre en torno al mismo lugar.

El misterio terrible del Sábado Santo, su abismo de silencio ha adquirido en nuestro tiempo una realidad aplastante. Ya que esto es el Sábado Santo: día de la ocultación de Dios, día de esa paradoja inaudita que nosotros expresamos en el Credo con las palabras «descendió a los infiernos», descendió dentro del misterio de la muerte”.

Nadie puede medir en última instancia el contenido de estas palabras: «descendió a los infiernos». Pero si alguna vez se nos permite acercarnos a la hora de nuestra soledad última, se nos concederá comprender algo de la gran claridad de este oscuro misterio.

En la certeza cargada de esperanza de que en aquella hora de extremo abandono no estaremos solos, podemos presagiar ahora algo de lo que sucederá. Y en medio de nuestra protesta contra la oscuridad de la muerte de Dios, comencemos a estar agradecidos, por la luz que viene a nosotros desde esta oscuridad”.

Amigos, estas palabras del sacerdote Joseph Ratzinger, del futuro Papa Benedicto XVI, las encontré muy convenientes para hacer una profunda reflexión, hoy domingo de resurrección, el día después de la muerte, y por lo tanto día de iniciación al verdadero conocimiento.

Como siempre la invitación es a ser pensadores: pensantes y pensadores, para no ser ovejas llevadas al matadero por falsos profetas y falsos mesías, que buscan seducirnos con la falsa promesa de una “tierra prometida para el hombre nuevo”, que no es otra cosa que el infierno.

Bueno amigos, muchas gracias por la atención, y cuídense, cuiden sus vidas, sus hogares y sus almas, en este video lance muchos conceptos que serán profundizados en videos sucesivos, hasta luego y que ¡Dios los bendiga!

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